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La ineficaz estrategia de nuestros miedos

En estos días de incertidumbre generalizada, nadie escapa de la sensación de inseguridad, que en un momento, se hizo más palpable y amenazador en nuestras vidas, y la primera reacción que provoca es miedo.

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Todos los hombres y mujeres vivimos con miedos que influyen en nuestras acciones todo el tiempo. Así como el reino animal, también para los humanos los miedos son parte inherente de la continuidad de la vida y de la especie. El miedo es una de las estrategias mas ancestrales que encontramos en nuestro cerebro, que no ha cambiado mucho de las mismas reacciones que sentíamos también hace 15 mil años, cuando empezamos como humanos a vivir en sociedades organizadas. Muy claramente lo describe Yuval Arari en “Una breve historia de la humanidad” de que los avances de la humanidad de los últimos 10 mil años dejan atrás por lejos las adaptaciones
evolutivas de esos cambios en el hombre y en las especies que le sirven de alimento.

El miedo era en su momento una estrategia de sobrevivencia. El miedo que sentíamos nos ayudaba a seguir vivos ante amenazas en territorios desconocidos o ante el ataque de algún depredador.

En la sensación de miedo, se mezclan reacciones químicas y fisiológicas que se generan en nuestro cuerpo y que ayudan a agudizar la alerta y a concentrar fuerzas para que nuestros músculos reaccionen más rápido, como por ejemplo el sudor, la reacción de las pupilas y hasta el “instinto” que nos habla desde adentro y nos dice que cosas no hacer o que puerta no abrir.

Entonces, el miedo es parte intrínseca de nuestras vidas, no lo podemos evitar, y muchas veces nos sigue salvando de peligros, pero sin embargo, nuestro cerebro sigue utilizando la misma estrategia fisiológica y mental del miedo en momentos de incertidumbre donde nuestra existencia no esta en peligro, como por ejemplo, cuando nos queremos acercar a alguien que no conocemos, cuando pensamos que estudiar, cuando decidimos en que trabajar, cuando tenemos que hacer una presentación ante un público o cuando decidimos seguir o dejar una relación que nos perjudica, y es acá en donde esta estrategia se convierte en arcaica.

Todos estos pasos son un viaje a lo inesperado que nuestro cerebro interpreta como peligro de vida.

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La pregunta es ¿realmente nuestra vida está en peligro? Cuando era chico había un programa televisivo solo para mayores, de películas de terror, los sábados a la noche, que se llamaba “viaje a lo inesperado”. Los chicos teníamos prohibido ver ese programa, y el nombre solo nos aterraba.

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Hasta el día de hoy mi cerebro conecta la palabra inesperado con terror. ¿tendrá esta interpretación alguna influencia en mi cabeza sobre decisiones a tomar para conocer territorios desconocidos en cualquier
área de mi vida? Seguro que sí, porque siempre siento miedo ante lo inesperado. Estas sensaciones de miedo en nuestro mundo moderno y abundante, donde no hay ningún depredador que nos este por comer, afectan en las decisiones que tomamos para nuestro bienestar. Lo primero que pasó es que nuestro objetivo dejó de ser el sobrevivir de la especie y pasó a ser, entre otras cosas, la realización personal, la felicidad, cumplir nuestro potencial.

¿Qué podemos hacer?

Primero que nada, sepamos: sentir miedos es natural, normal y humano. El que dice que no tiene miedo, tiene miedo de reconocerlo. Pero si es cierto que tenemos diferencias sobre los tipos de miedos que sentimos cada uno de nosotros. Así como muchos tienen miedo por su salud, otros le temen a la muerte o a la pobreza, miedo al qué dirán, a la crítica, a la vejez o a la soledad, etc.

Segundo: sepamos conocernos. Saber como reacciona nuestro cerebro, y aprender a dominarlo. o sea, poder comunicarnos con esos miedos y entender que son parte de la interpretación de la realidad pero QUE EL MIEDO NO ES TODA LA REALIDAD.

Tercero: preguntémonos: ¿Cuáles son las acciones que estoy evitando hacer por miedo? Más que nada en estos días de incertidumbre, podemos decidir no hacer, o también podemos aprovechar la oportunidad para probar hacer cosas que nunca hasta ahora nos animamos a hacer, que puede ser que el resultado sea a nuestro favor, y que al final y al cabo no nos coma ningún depredador, como el miedo nos insinúa desde su digno lugar.

Por Ilan Bresler

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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