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El BUR nos debe una enorme Teshuvá

La tradición judía enseña a que una persona diariamente antes de dormir debe realizar un jeshvón hanefesh, (un balance de sus acciones diarias). El objetivo poder asumir y enmendar errores. Si esto es válido en lo individual, también debe serlo en lo colectivo.

Hace 11 años, y como una novedad en la existencia de AMIA, pronta a cumplir 125 años de vida, arriba al poder de la Mutual, el BUR, el Bloque Unido Religioso. Un movimiento ortodoxo minoritario, no mayor al 10% de la población judía de Buenos Aires que, aprovechando la decadencia, desgaste, apatía y distancia con los votantes de los tradicionales partidos políticos comunitarios provenientes aún de la Europa socialista y reflejados en la moderna Israel, irrumpe en la escena, haciéndose del poder y presupuesto de AMIA.

El BUR, es el reflejo de una época y un país. El sionismo realizador que marcó el sentido ideológico de la comunidad judeo-argentina durante más de 50 años, se fue debilitando en la medida que el Estado de Israel se fue consolidando, y requiriendo menos de “la sangre y esfuerzo” de los judíos de la diáspora.

Todo vacío indefectiblemente tiende a llenarse.

La década de los setenta junto con las restricciones y traumas de la dictadura militar incorporó a la comunidad una respuesta espiritual comprometida con los derechos humanos y los valores judíos tradicionales aggiornados a la modernidad.

Los movimientos religiosos conservador, y menormente reformista, provenientes de los Estados Unidos, le daban una respuesta a los judíos que por el motivo que fuera, decidieron quedarse en los países donde residían. Judíos seculares, que regresaban, muchos por vez primera, a los textos y tradiciones milenarias.

Surge el viejo principio de acción y reacción. Pequeños grupos de judíos ortodoxos residuales, ven en estos grupos de judíos “helenizados” una irrupción en su bastión de poder y “autenticidad” clerical.

Con el regreso de la democracia y sus incumplidas promesas de que con ella se “come, se educa y se cura” aparecen enormes frustraciones y búsquedas de nuevas respuestas. La incertidumbre de un mundo hiperconectado, fugaz y de cambio vertiginoso, busca respuestas mesiánicas radicales a la incapacidad del hombre de plasmar una realidad controlable, de cierta certeza y confort.

En este contexto ingresa el BUR en la escena comunitaria.

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De la mano de su líder, el Rabino, Samuel Levin, que por largos años vio en la AMIA una enorme fuente de recursos y poder para propagar su visión de un judaísmo ghético, etnocéntrico, teocrático y con ribetes medievales.

Para imponerse en las elecciones, no hubo problema en copiar las peores prácticas vernáculas de la mala política nacional, que para ser intelectualmente justos ya habían incorporado con anterioridad, otras agrupaciones comunitarias. Lo importante en las elecciones es ganar, no importa el cómo.

El BUR movilizó con una verticalidad que sólo puede manejar ese tipo de movimientos a toda su gente, los asoció a la Mutual, no importó si para ello debían afiliar masivamente por cuotas ínfimas y mínimas a centenares de miembros en cinco direcciones postales que pagaban las cuotas de sus votantes. Es legal, aunque parezca Taref, algo que estos grupos manejan muy bien. La ley fría, no siempre va acompañada de la ética.

Para el desinformado, AMIA producto de sus ingresos por las administraciones de los cementerios, legados, donaciones y otros, maneja un presupuesto multimillonario. Su comisión directiva define a que fines y entidades van destinados esos fondos.

El primer presidente que presentó el BUR fue Guillermo Borger, que inició su mandato con una definición de enorme repercusión mediática sobre la visión hegemónica de lo que considera su agrupación la identidad judía que regiría los destinos de la Kehilá. “Los judíos genuinos” venían finalmente a hacerse cargo de la AMIA. Ya que hablamos de Teshuvá, Borger y el BUR nunca pidieron disculpas a todos aquellos que se sintieron ofendidos y excluidos por dicha definición.

Su mandato quedará en la historia como aquel que tuvo que lidiar con el Memorándum con Irán, el gobierno de Cristina Fernández y el pogrom político de denuncias a dirigentes y miembros de la comunidad de traidores a la patria y operadores de los fondos buitres.

Borger y el BUR nunca hicieron Teshuvá de su falta de reflejos que hizo que el ex canciller Timerman les impusiera en la Mutual una reunión a puertas cerradas el día siguiente del anuncio del Memorándum, donde luego de la misma el titular de la AMIA junto con el de la DAIA de entonces, frente a la prensa, ingenuamente planteaban con dudas los posibles beneficios del acuerdo para avanzar con el esclarecimiento del atentado. Cuando reaccionaron por la presión de las masas ya era tarde y se le brindó en bandeja de plata la oportunidad al gobierno Kirchnerista y sus operadores, de acusar hasta el día de hoy a Israel y otros intereses, del cambio de postura.

Tampoco dieron respuesta y explicaciones del tardíamente filtrado diálogo telefónico grabado entre Borger y Timerman donde el fallecido canciller admitía la autoría del atentado por parte de los iraníes. Nunca pidieron perdón por haber menospreciado las denuncias del periodista José “Pepe” Eliashev que reveló la trama secreta del espurio acuerdo de impunidad.

Son famosas las declaraciones a radio Jai del Lider del BUR, el rabino Samuel Levín, cuando califica a sus oponentes electorales que denuncian irregularidades en los padrones de Mozrim (entregadores), la peor calificación que se le puede endilgar a judíos de todas las épocas y especialmente después de la shoá y los Judenrat.

No fueron menores sus definiciones sobre la homosexualidad como una “enfermedad” y otras visiones contrarias a la ley vigente en el país, que podrían haber sido incluso denunciadas en el INADI, instituto Nacional contra la xenofobia y discriminación.

La prohibición de enterrar judíos conversos en los cementerios comunitarios, no considerarlos socios plenos con facultades para votar en las elecciones en Amia, el no reconocimiento de rabinos y líneas religiosas no ortodoxas es una discriminación contrarios a la legislación de una república y comunidad democrática y que debe representar a todos.

Ya que hablamos de situaciones extrañas y delicadas nunca se aclaró el episodio del Rabino Levín y el Rabino y ministro Sergio Bergman. El líder del BUR lo acusó de intervenir judicialmente en la comunidad e incluso ser el promotor de un fallido atentado contra su vida y la de su mujer mientras dormían en su casa durante un Shabat. La situación llegó a los estrados judiciales.

Entre las acciones vergonzosas del BUR, sin ninguna Teshuvá cuyo último y más notable episodio fue la carta a DAIA, pidiendo desistir de la denuncia del fiscal Nisman contra la ex presidenta y una pandilla por el intento de encubrir a los sindicados como autores del atentado a la Mutual vale hacer memoria.

Artero y traicionero desalojo judicial de Radio Jai intentando su cierre. Los que conocen la historia y son muchos, saben de la absoluta predisposición desde el primer momento de la emisora de facilitar a Amia del inmueble que les fuera legado por los Comedores populares Israelitas Argentinos. Saben de la comisión de notables que formó Radio Jai y como fueron defraudados en su buena fe.

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Saben que la Mutual, jamás solicitó a la emisora valor alguno de alquiler por el espacio brindado por comodato por los antiguos dueños del edificio. Saben que una y otra vez la Radio colaboró gratuitamente en la acción de AMIA y que Zbar y sus secuaces con la bendición del Rabino Levín, decidieron poner fin a 25 años de labor a favor de la comunidad y el pueblo judío en un intento de hacer desaparecer una voz plural.

En su inmoral intento hegemónico no importaban los daños que podían ocasionar. Si miles de oyentes aquí y en el mundo de un plumazo dejaban de contar con su medio judío de referencia. Si familias perdían su fuente laboral y el medio de comunicación terminaba embarcado en una más que segura quiebra.

Zbar y sus acólitos nunca respondieron los cientos de mensajes que recibían respecto de lo obrado.

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Lo habitual, los dirigentes no tienen que responder por sus acciones. Si no les gusta, ganen las próximas elecciones. La historia y trayectoria en la política de Zbar les indicaba, “no teman en una semana tendremos un nuevo escándalo y la gente se olvidará”. Cuando Radio Jai, al mes de los acontecimientos, dejó de exponer lo sucedido por solicitud de Amia que buscaba bajar el tono de la disputa y brindar una reparación por lo acontecido, una vez que tomo conciencia de la continuidad de la radio, nuevamente volvió a traicionar la buena fe y mejores intenciones de este medio.

El intento de desalojar a la DAIA del edificio de calle Pasteur es casi un símil de lo logrado con Radio Jai. Amenazas, presiones, inspecciones de la IGJ que pusieron en peligro a la entidad representativa y sus dirigentes. Todo por el deseo irrefrenable de ser los únicos referentes de lo judío dentro y fuera de la comunidad.

La bochornosa intención de imponer su candidato, intervenir y suspender la última elección de DAIA en jornadas llenas de tensión y estupor. La Mutual, abalados por su agrupación política recurrían a la justicia y las peores prácticas. Nadie de los presentes olvidará fácilmente el papelón de Zbar en la asamblea y sus posteriores twits donde públicamente expresaba que “había comenzado el fin de la DAIA”.

Todos estos y otros hechos han quedado en el registro de estos 11 años del BUR a cargo de la AMIA. No hay gestión política que pueda hacer todo mal y de seguro hay aspectos positivos para resaltar.

Lo que nunca vimos, incluyendo en la zaga, este último escandaloso episodio, es que el BUR haga y de una Teshuvá. La manera de evadir su responsabilidad es en éste caso, como en los anteriores, fue culpar al presidente de turno como si ellos no fueran su sustento político e ideológico. No hemos visto un comunicado de autocrítica, un cambio de postura, y mucho menos una reparación por daños causados.

¿Como es posible que alcance con la “licencia de ZBAR” y que los firmantes de la “famosa” carta ahora se hagan cargo de la continuidad en la AMIA como si ellos no hubieran sido participes necesarios por acción u omisión?

En una Argentina fijada e impotente en su capacidad de salir de sus miserias, donde la bíblia y el calefón conviven en ese cambalache de impunidad nacional, que nos impide una cultura de premios y castigos, los dirigentes comunitarios ,como los del país, se amparan en que no tienen que rendir cuentas hasta el próximo acto electoral. Una pobre y patética realidad que hemos sabido construir.

En Sodomá y Gomorra no hubo Teshuvá y así fueron destruidas esas ciudades.

Sería hora que los “Haredim”, (piadosos), no lo sean sólo por sus vestimentas, alimentación y cuidado estricto de las formas, sino por su capacidad de realizar el noble acto de revisar sus acciones, arrepentirse públicamente no sólo en Iom Kipur y enmendar su camino. Es hora que den respuestas y realicen verdaderos actos de reparación.

Sería hora que el BUR haga y de Teshuvá a la gran mayoría de la comunidad que espera de la grandeza y responsabilidad de los actuales responsables del quehacer de AMIA.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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