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Los primeros judíos de Chile

Así es como los “anusim” o “marranos”, como les llamaron los españoles, llegaron con Cristóbal Colón, cuya familia judía había huido a Génova tras las persecuciones antisemitas de 1391 – fomentadas por el monje Vicente Ferrer, hecho santo después -, y también desembarcaron en México con Hernán Cortés. Estos, que también eran llamados “portugueses” por los españoles, ya que desde los territorios de Portugal venían muchos conversos, “bajaron” por el continente en la expedición con que Francisco Pizarro, que había sido hombre de Cortés, recorrió hasta llegar al Perú de los Incas, donde imitó la conquista que había hecho el otro en México.

Desde allí partió después la expedición de Diego de Almagro hacia Chile, cuyo teniente general fue el judío converso Rodrigo de Orgoños, hijo del zapatero judío Alonso Jiménez y de la judía Beatriz Dueñas.

Con posterioridad fueron varios descendientes de judíos los que se destacaron en la nueva tierra: Francisco de Villagra, nieto de una judía, Isabel Mudarra. Diego García de Cáceres, Gobernador del Reino -del que descendieron Diego Portales y los hermanos Carrera-, Francisco de Gudiel -Regidor de Concepción y de la Real Hacienda-, Pedro de Omepezoa, Alonso Álvarez -Contador y Tesorero Real-, Juan Serrano, Pedro de Salcedo -que combatió junto a Pedro de Valdivia, y cuyo nombre verdadero era Cristóbal de Valderrábanos- que fue Escribano de la Imperial y Contador de la Real Hacienda de Valdivia. Francisco de Aguirre, el poeta Alonso de Ercilla y Zúñiga, autor de “La Araucana” con ascendencia judía, y muchos otros más.

Si se analiza la procedencia de los ciento cincuenta soldados con los que Pedro de Valdivia arribó a Chile en 1540, se comprueba que el número de los conquistadores cuyo lugar de origen es conocido no excede los cuarenta. No sólo había españoles, sino también portugueses, italianos, alemanes, griegos y eslavos. El mismo Pedro de Valdivia era hijo de un hidalgo portugués, Pedro Oncas de Melo, pero había adoptado el apellido de su madre, como lo hacían muchos otros.

El origen judío de García de Cáceres quedó ratificado en un expediente secreto de la Inquisición, redactado un tiempo después de su muerte y dado a conocer sólo en los años cuarenta. El historiador chileno Luis Thayer Ojeda, en una revisión de los apellidos de las antiguas familias establecidas en el país efectuado en 1916, encontró 447 apellidos que en su opinión corresponden a familias de ascendencia judía, diseminadas en toda la sociedad chilena, de lo que se puede deducir que el número de judíos conversos que se establecieron en Chile es muy superior a lo que se suponía. Lo mismo opinaron los escritores Joaquín Edwards Bello y Ricardo A. Latcham. A la misma conclusión llego el escritor chileno Larraín de Castro, que hizo una cuidadosa revisión del tema, y que no ha sido especialmente admirador de los judíos, según se puede deducir de sus comentarios sobre el tema en un artículo publicado en el Boletín de la Academia Chilena de Historia (año X, N° 27, 1943).

Otro judío oculto fue Manuel de Lima, llegado de Curazao, que fue uno de los fundadores de la Gran Logia Masónica de Chile en 1865. El médico Francisco Maldonado da Silva, uno de los primeros directores del Hospital San Juan de Dios, se declaró abiertamente como judío, por lo que fue asesinado en la hoguera en 1639, tras haber sido denunciado por sus hermanas, cristianas devotas.

Muchos judíos ocultos se casaban entre ellos. Una nieta de Gudiel y de Omepezoa, cuyos hijos se casaron, se llamó Prudencia de Saa, apellido que es contracción de Salomón. Los judíos conversos adoptaron apellidos que muchas veces eran elegidos para reafirmar su cristianismo. Santa Cruz fue el elegido en 1392 por un rabino llamado Salomón que se convirtió, otros son Santa María, Iglesias, etc.

El gran número de sospechosos de ser judíos ocultos era tanto como para alarmar a los conquistadores. En 1562, los Cabildos de Chile hicieron una presentación al Rey de España, en la que dijeron al monarca que “habiendo pasado algunas de las personas de las prohibidas por la Santa Inquisición… que tienen una raza de moros y de judíos y de confesos, sin licencia de Vuestra Majestad, y con algunas informaciones falsas que para ello hayan dado y sin hacer relación verdadera… y de ello a los moradores y vecinos viene gran daño…, le suplican que sean expulsados”.

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