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Una carta abierta a los soldados israelíes

Izzy creció en Florida y visitó Israel por primera vez con un viaje de Birthright en el 2006. Él comenzó a pensar la posibilidad de servir en el ejército israelí y dijo: “Como un joven que creció en los Estados Unidos, al aprender un poco sobre la historia judía honestamente consideré que era un privilegio hacer algo por el pueblo judío”.

Izzy llegó a vivir en Israel con su familia en agosto del 2007, cuando tenía 19 años, y se enlistó de inmediato. Unas pocas semanas después de que comenzara la Operación Plomo Fundido en el 2008, él estaba de guardia en la frontera entre Israel y Gaza cuando cayó un proyectil de mortero que le arrancó el brazo izquierdo. Izzy se negó a permitir que su herida le impidiera regresar al ejército: “Si hubiera dependido de los médicos, yo seguiría recibiendo esas drogas. Pero desde el primer día decidí que quería regresar al ejército y ser un soldado de combate”.

Sin embargo, el ejército pensó que la idea de Izzy de regresar a combatir era una locura. “El ejército me dijo que no podía regresar. Ellos no querían tener nada que ver con mi sueño descabellado”.

Afortunadamente, el general Yoav Galant, quien se convirtió en Jefe de Estado de las Fuerzas de Defensa Israelíes, era el director del Comando del Sur de Israel cuando Izzy resultó herido. El general fue a visitar a Izzy al hospital. “Lo primero que le dije fue que quería regresar al ejército y a combatir. Eso mismo fue lo que les dije a todos los generales y a todos los políticos que vinieron a visitarme, pero él fue el único que me dijo que estaba bien”.

Izzy se mantuvo en contacto con el general durante los seis meses que pasó en Nueva York para rehabilitarse. Por sí mismo aprendió cómo disparar con un brazo, cómo trepar cuerdas y hacer “lagartijas”. Entonces Galant lo ayudó a regresar al ejército, donde Izzy sirvió en la Brigada Guivati. Actualmente Izzy habla como representante de los Amigos de las Fuerzas de Defensa Israelíes y pasa tiempo con los grupos de Birthright, con el deseo de transmitir a la siguiente generación su pasión por el pueblo judío.

En Iom HaZicarón recuerdo la enorme fuerza de la pasión y del coraje de Izzy. Rezo con lágrimas por los soldados que han caído y por aquellos que siguen luchando. Veo flashes de rostros jóvenes y funerales surrealistas. Recuerdo oír sus risas mientras conversan con sus amigos en el autobús y también sus gritos desgarrados cuando lloran en el funeral de un hermano.

Quizás es por eso que nuestra nación permanece en silencio cuando la sirena retumba en toda la tierra. No hay palabras que puedan manifestar simultáneamente el dolor y la gratitud de una nación. Por eso es que nos mantenemos todos juntos de pie, en silencio, y dejamos que la sirena nos envuelva por un momento que parece tan largo pero al mismo tiempo no llega a ser suficientemente largo. No alcanza a ser suficientemente largo para decirles gracias.

Por eso les agradezco por las noches que no duermen para hacer guardia y protegernos. Por las mañanas en que se levantan muy temprano para entrenarse para defendernos. Gracias por correr entre las sombras y a través de desiertos interminables. Gracias por volar en aviones de combate y conducir nuestros tanques. Por mantenerse en las líneas de avanzada de innumerables batallas y por cuidar puestos de guardia solitarios a mitad de la noche.

Gracias por ser un modelo positivo para el resto del mundo. Por ser una luz para las naciones y demostrarles a los demás cómo se ve un verdadero ejército judío. Por su bondad y su menstchlekeit (su humanidad). Por estirar la mano para ayudar al débil y al que ha caído. Por sacrificarse por los demás tanto en lo grande como en lo pequeño. Por mantenerse firmes en sus creencias a pesar de los espantosos desafíos. Por todo esto y por mucho más: muchas gracias.

Fuente: Aish Latino

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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