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El mundo mira indiferente

Este año me resistí a aceptar. Se me hacía difícil hablar “contra mí”. Durante los años de la Shoa había escuchado que, en 1938, en Alemania, judíos alemanes, con hijos nacidos en Alemania, habían sido arrancados de sus hogares y deportados hacia Polonia. Curiosamente los polacos los consideraban alemanes y los alemanes los consideraban polacos. No hubo reacción alguna. El mundo permaneció indiferente.
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El 1° de septiembre de 1939, la Alemania nazi invadió Polonia. Poco después se instrumentó la “solución final”. El mundo seguía indiferente. En Nueva York o Buenos Aires la Guerra no existía. La vida continuaba normalmente. Aún hoy recuerdo el dolor que me provocaba esa indiferencia hacia nuestros sufrimientos y muertos. Hoy vivo en Buenos Aires. Miro la televisión y veo las atrocidades que se cometen en la ex Yugoslavia. Leo el diario. Miles de muertos. Campos de concentración. Violaciones. Fosas comunes. Están los que dicen que no es verdad o los que piensan que no es tan terrible.

¿Y qué hago? Me siento como preso de la misma indiferencia que reproché hace décadas… Me pregunto, entonces, ¿cómo puedo dar testimonio sobre qué pasó sesenta años atrás?

Soy consciente de que no es lo mismo pero no dejo de pensar que algo tiene que ver con las matanzas. El hombre nuevamente “contra” el hombre.

Soy consciente de que no son lo mismo las bombas sobre Londres o Varsovia que las lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Me pregunto ahora: si no hubiera habido bombas sobre Londres y Varsovia, ¿hubiese sido posible Hiroshima y Nagasaki?

Soy consciente de que no es lo mismo. Pero no puedo evitar preguntarme cuánta gente “debe ser” torturada y asesinada para que tomemos conciencia de que, cada uno de nosotros, puede ser la próxima víctima.

Soy consciente de que no es lo mismo. Pero no deja de asombrarme la naturalidad con que los historiadores escriben y hablan sobre que, en los Balcanes, siempre hubo problemas. Igual escriben y dicen sobre mí: siempre existió el “problema judío”. Y siempre formamos parte de un pueblo perseguido.

Me asombra y entristece. Es fantástico que podamos encontrar “lógica” para todo. No puedo dejar de pensar en Suiza (con su variedad de idiomas) o en Ucrania (separada de Rusia sin matanza) o en Eslovaquia, escindida de Chequia (sin derramar una sola gota de sangre…). Ejemplos no faltan. No es mi intención simplificar. Solamente preguntarme cuántas guerras “sirven” para algo. Pienso en Africa. Africanos contra africanos. Millones de muertos. Y no descarto que sociólogos, historiadores, políticos y filósofos encontrarán las explicaciones adecuadas.
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Sabiendo que explicar no es, ni mucho menos, justificar.

En la Alemania nazi no faltaron lo políticos, sociólogos, historiadores y filósofos que murieron en campos de exterminio por oponerse al régimen criminal. Y no faltaron los colaboracionistas, capaces de justificar todas las atrocidades.

Mi visión es la de un “joven” que hizo su escuela secundaria en un Gueto y la Universidad en Auschwitz.

Buenos Aires, abril de 1999

Jack Fuchs vivió en el gueto de Lodz. Es sobreviviente de Auschwitz y Dachau.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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