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Aborto prohibido, permitido

“La traición al hijo del hombre”, y “y parirás con dolor”
Y si de hijos y padres se trata, vamos a intentar abrir caminos de pensamiento.

De la prohibición del incesto surgen algunas consecuencias: una de ellas es la matanza de un sector de los hijos por diversos medios incluyendo la pira del sacrificio representada por la guerra y el ocultamiento del proceso junto a la inversión de las causas, negando unas, incrementando otras.

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Cuando hablamos de aborto. De interrupción de embarazo, de quitar una vida que aún no ha nacido, ¿de qué hablamos en realidad? ¿Es una vida en realidad?

Al intentar transitar el camino por los términos tan cargado de juicios de valor y en disputa con las libertades se va tornando el trayecto sinuoso, peligroso, oscuro. A la sombra de los ideales de cada quien crece un árbol nuevo que no logra encajar en la nomenclatura botánica.

El aborto legalizado es la libertad para matar, dicen algunos. Otros, en la ribera contraria, sostienen que con sus cuerpos y sus vidas son libres de decidir. Pero no con las de un nuevo ser, se aprontan a contestar desde la otra orilla.

A muchos aterrotiza la idea de pensar la situación en términos tan impactantes como sangre, muerto, asesinato, cuchillos, pastillas, quirófano. Sin embargo, otros reclaman esto mismo para preservar sus derechos.

¿Cómo hablar del tema sin tomar partido? Qué difícil y complicados somos los seres humanos. Y justamente eso es lo que nos hace especialmente humanos. O sea fuera de lo animal, aunque lo incluye.
Es que cuesta mucho a cada quien saber sobre sí mismo y lo que nos pasa a cada momento que parece ser más fácil elevar la voz hacia lo que los demás deben hacer o incluso pensar.

Cuando entiendo deberíamos poder abrir ideas es sin embargo más cómodo y efectivo imponerlas sin otro particular que aplastar el pensamiento. Acto que menoscaba la inteligencia, la emoción y por supuesto la misma integridad. Así, desde los tiempos inmemoriales del pasado nuestros sacrificios ofrecidos a los dioses claman venganza y proclaman sumisión a una u otra deidad.
Lo cierto es que los sacrificios se continúan haciendo de muchas y de todas maneras. No siempre se derrama la sangre del cordero.
No siempre el chaman viste plumas, ni la víctima es llevada a la fuerza.
Finalmente los sabios juristas intervienen para con sus argumentos proclamar las verdades de la ley.
Y ahora se nos impone la pregunta. Existe una ley, hay varias leyes, quizás tantas como personas y situaciones.

Las verdades tiene siempre fecha de vencimiento.
La tierra fue plana hasta que llegó su tiempo de expirar como verdad compartida, no sin conflicto, menos aún sin caza de brujas.
Luego fue redonda, y también le llegó el tiempo de la derrota y debió dar su paso a una tierra no tan redonda, un punto nuevo de la visión de las cosas.

Los seres humanos hemos pasado de la hoguera al microondas y de las señales de humo a nuestros actuales dispositivos de comunicación.
Estamos hiper conectados.
Pero seguimos siendo seres en los cuales nos habitan bestias y magos, ángeles y demonios que entran y salen de nuestras ideas sin previo aviso la mayor parte de las veces.
Nos refugiamos en las religiones, nos hacemos de antorchas y aerosoles para pintar paredes y manifestar los descontentos.
Hablamos desde los estrados televisivos y también señalamos al de enfrente y al de más allá. Todo mientras los de enfrente nos señalan y nos acusan con desconfianza y sin contemplación al igual que nosotros a ellos.
El dedo que señala tiene dos puntas.
El narcisismo de las diferencias. No siempre tan grandes como nos gusta pesarlo.
Yo, Tu y casi olvidados los nosotros. Porque hay más de uno. Porque nos empeñamos en sostener que esto es mío, y sólo mío. Como si fuéramos islas en inmersos océanos de ideas inconciliables.
Esta idea ha derrocado gobiernos, ha sostenido a dictadores despiadados, ha comenzado guerras y siempre, siempre ha tenido como consecuencia el telón de fondo de la muerte.
Matar para no morir. Morir matando.
Es la muerte la única ley que nos rige a todos por igual.
Y a la vez es a la que todos escapamos horrorizados.
¿Quién es el verdugo o la víctima?

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Tal vez esa sea la causa por la que a pesar de existir los personajes aparece siempre se les cubre el rostro. Hay muchas maneras de cubrir un rostro.
¿Vergüenza? ¿Piedad? ¿Compasión con la víctima y el victimario?

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Juicio.
Siempre que estamos ante un juicio tenemos todos los personajes de la escena en movimiento.
Jueces, defensores, acusadores, jurados, víctima… y el gran público que clama según sus propios pareceres y su capacidad de identificación con los personajes de la obra.
Y así hasta que cae el telón que no deja contentos a todos por igual invariablemente.
Las diferentes creencias religiosas se exprimen los rulos para decir cuándo sí, cuándo no.
Los políticos prontos a llevar agua para sus molinos sacan partido de las jugadas.
Todos en el mismo caldero de la vida que hierve en su efervescente fluir.
Para algunos hay que proclamarse a favor.
Para otros en contra.
Algunos no opinan, por desconocimiento, porque no es de su incumbencia, porque no lo saben resolver en sus cabezas o simplemente porque otras necesidades básicas los reclaman en la antesala. La palestra es muy amplia.
Sea cual fuere la idea que se tengamos es un tema que por su esencia hace latir los pulsos de muchos y no siempre saludablemente.
Lejos de mí proclamar un veredicto.
A cada conciencia me basta le sirva abrir pensamiento y sobre todo empatía con el que piensa diferente.
Al fin y al cabo, somos todos humanos, aunque a veces no lo parece.

Licenciado en Psicología Rodrigo Reynoso
[email protected]

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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