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Paz en Jerusalém

La decisión de mover la embajada de USA en Israel, de Tel Aviv a Jerusalem, y el reconocimiento de Jerusalem como capital del Estado judío, tomada por el presidente norteamericano Donald Trump, no debiera en ningún caso ser contestada con medidas violentas. En años anteriores, la Unesco, un organismo de la ONU, compuesto por diversas naciones, negó el vínculo histórico entre los judíos de Israel y Jerusalem, falseando incluso las evidencias: sin embargo, esas resoluciones en ningún caso fueron contestadas con violencia por los judíos israelíes. ¿Por qué habríamos de aceptar el vandalismo o la violencia de quienes hoy se oponen a la decisión del presidente norteamericano?

En rigor, tal como el propio Trump recordó en su breve discurso, la decisión de mover la embajada a Jerusalem fue promovida por el Congreso norteamericano en 1995; de modo que no es sólo una decisión de una nación soberana, sino también una decisión adoptada por medios democráticos. No es baladí ni casual que los norteamericanos, fundadores de la primera democracia moderna, prefieran instalar su embajada en la única capital democrática del Medio Oriente.

Se puede entender que individuos y naciones que prefieren a los regímenes dictatoriales en la región se opongan a esta decisión, que es exclusivamente diplomática y totalmente pacífica, pero en ningún caso se puede justificar que recurran a la violencia.

Existen foros internacionales y medios de comunicación para oponerse a la medida sin recurrir a las piedras, ni al fuego, ni mucho menos a las armas de fuego. Trump ha dejado explícitamente claro que respeta las respectivas lealtades religiosas y la completa libertad con que se desarrollan en la ciudad, literalmente: “… hago un llamado a todas las partes para mantener el status quo en los lugares sagrados de Jerusalén, incluido el Monte del Templo, también conocido como Haram al-Sharif”.

Es decir, que permanezca bajo la órbita de la autoridad musulmana, como ocurre desde 1967, cuando Israel comenzó la administración democrática de la ciudad. En el mismo discurso ha declarado: “Jerusalén es hoy y debe seguir siendo un lugar donde los judíos recen en el Muro Occidental, donde los cristianos caminen por las estaciones de la cruz y donde los musulmanes adoren en la Mezquita de Al-Aqsa”.

Durante los años en que, posterior a la creación de Israel, entre 1948 y 1967, la monarquía jordana dominó Jerusalén Oriental, ni los judíos ni los cristianos tuvieron acceso a sus lugares sagrados. Los lugares judíos fueron desecrados. Sólo desde el comienzo de la administración israelí, la ciudad vivió sus primeros cincuenta años de libertad de culto, de expresión y de circulación. Es la única capital del Medio Oriente donde se garantiza la diversidad en todos los aspectos a sus habitantes. Reitero: en ningún caso se puede justificar la violencia como expresión del descuerdo respecto de esta medida.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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