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Jaim Weizmann, arquetipo de un diplomático

Es en esta etapa en la que Weizmann da muestras de ser el principal arquitecto de la alianza entre el Movimiento Sionista y Gran Bretaña. Lo que Herzl no había podido obtener de los otomanos, lo consiguió Weizmann de los británicos en 1917 bajo la forma de la Declaración Balfour. Acuerdo que se transformó en la piedra basal de la política sionista.
Ya previamente, había dado muestras de su capacidad política en la disputa existente entre los sionistas políticos y los sionistas prácticos. Los primeros siguiendo los pasos de Herzl, daban prioridad a la actividad diplomática para asegurar el apoyo internacional a la creación de una patria judía en Israel. Los segundos, impulsaban la inmigración de los judíos a su tierra ancestral, bregaban por adquirir tierras y crear asentamientos, junto al desarrollo de una nueva economía judía. En 1907, en el octavo Congreso Sionista, Weizmann presentó la solución a esta disputa, lo denominó “sionismo sintético”, argumentando que las dos tendencias eran complementarias y representaban los dos aspectos necesarios del movimiento.
Para Weizmann, la obtención del compromiso británico a través de Balfour, significaba el buen entendimiento entre árabes y judíos para llevar a buen fin las aspiraciones nacionales en sus respectivos territorios de Palestina. Para tal fin se reunió con el rey Faisal el 3 de enero de 1919 y firmó un acuerdo en tal sentido. El acuerdo tuvo una vida corta porque la mayoría de la población árabe la rechazó.
A pesar de su intensa actividad política, Weizmann no abandonó nunca su trabajo como científico. En 1925 fue uno de los fundadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, institución cuyo establecimiento tuvo carácter académico y político.

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En 1934 fundó en la localidad de Rejovot un instituto científico que más adelante sería conocido como Instituto Científico Weizmann.
El Libro Blanco de 1939, que prácticamente cerraba la inmigración judía a Israel en vísperas de la guerra, provocó en Weizmann una decepción profunda hacia los británicos, y con dolor asumió una postura prudente y pragmática de que no había otra alternativa a la dependencia de la potencia dominante para que el “hogar nacional” sobreviviese. No obstante se enfrentó a Gran Bretaña a pesar que un sector importante del “yshuv” no lo comprendiera.
En 1947, cuando se debatía en las Naciones Unidas la partición del Mandato Británico en dos estados, uno judío y otro árabe, viajó a Estados Unidos para apoyar la postura sionista y en cierta medida logró acercar a ese proyecto al presidente estadounidense Harry Truman. Luego de la votación favorable de la ONU, el 15 de diciembre de 1947, Jaim Weitzman como presidente de la Organización Sionista Mundial, se dirigió a la Asamblea de la “United Jewish Appeal”, solicitando a los representantes de la comunidad judía de los Estados Unidos que participaran, con todos sus esfuerzos y posibilidades, en la construcción del Estado Judío. En su emotivo discurso dijo: “Ningún pueblo recibe un Estado en una bandeja de plata”, frase que con el tiempo ha tomado vuelo histórico.

Una vez establecido el Estado de Israel, en al año 1948, Weizmann fue nombrado presidente del Consejo Provisional del Estado. En febrero de 1949, fue elegido primer presidente del nuevo Estado en una sesión especial de la Kneset.

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El papel que se le reservaba en su nuevo cargo era más bien representativo, a pesar de lo cual Weizmann siguió desplegando su diplomacia.

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En 1950, Weizmann enfermó y debió restringir su actividad. Falleció el 9 de noviembre de 1952 y fue sepultado, conforme a su deseo, en el jardín de su casa, hoy parte del campus del Instituto Weizmann.

Un dato singular muestra la personalidad de Jaim Weizmann, fue un hombre de un buen pasar económico, gracias a los ingresos que recibía por sus inventos científicos. Así pudo vivir con holgura respecto de cómo vivían los judíos en Palestina durante el Mandato Británico. Por su actividad política, nunca aceptó recibir algún ingreso de las arcas del Movimiento Sionista. Cuando fue elegido Presidente del nuevo país, comunicó oficialmente a los responsables de la Comisión de Recursos que no le giren su salario como presidente porque le alcanzaba con los derechos que percibía por su trabajo científico. Por orden expresa suya, al morir él y su mujer, sus bienes fueron donados al Estado para utilidad pública.

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