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Cuando las feministas se unen a los terroristas islamistas

Sostienen que estos valores son universales; que a cada persona, especialmente cada mujer, en todos los lugares del mundo, le pertenecen estos derechos “inalienables”. Se dan discursos, se celebran actos de recaudación de fondos y un ejército de paladines marcha al frente en pro de la causa.

Todos somos iguales, y todos merecemos esos derechos. Consignas, lecturas inspiradoras, una determinación que se repite a través de las entrevistas televisivas y recorre las páginas de las revistas, todo lleno de seguidores entusiastas. Pero ¿cuál es la realidad?

Junto a otros socialdemócratas, Federica Mogherini, la actual alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, visitó recientemente el país islamista de Irán para asistir a la ratificación e investidura del presidente del régimen, Hasán Ruhaní. En lugar de poner en práctica los estándares que ella profesa —como el firme apoyo a las mujeres—, se plegó a los que la rodeaban. Otros que aceptaron la invitación fueron los norcoreanos, miembros de Hezbolá y líderes de Hamás. Estos tres grupos son conocidos por su crueldad, especialmente hacia las mujeres, y por sus crímenes contra la humanidad.

La presencia de estas personas complica más de lo necesario el problema del despotismo. Al asistir a este tipo de actos, los socialdemócratas como ella avalan y dan legitimidad a Estados represores que aplican la ley islámica, la sharia. Cuando Mogherini se codea con hombres que han ordenado la muerte de miles de mujeres (y hombres), está siguiendo a pie juntillas sus expectativas. En lugar de provocar una evolución en su forma de pensar, Mogherini permitió que todas esas mujeres que dice representar sigan oprimidas, como lo han estado durante tantísimo tiempo.

Mogherini agravó un poco más el problema, incluso. En lugar de intentar mantener una actitud de trabajo por el pensamiento progresista entre estos violentos líderes islamistas, actuó como si fuesen amigos. Se la pudo ver tomándose orgullosamente selfies con los representantes de estos regímenes represores. La noticia captó la atención internacional. Algunos de los diputados utilizaron sus selfies con Mogherini para proyectar una imagen de legitimidad en la comunidad internacional, mientras que otros crearon carteles autopromocionales donde aparecían ellos mismos con Mogherini vestida con el hiyab obligatorio. Mogherini, una política socialdemócrata italiana que habla de los derechos de las mujeres y que fue miembro del Partido Comunista italiano, accedió gustosamente a acatar la norma islamista de llevar el hiyab obligatorio. Este acto de obediencia lanza un brutal y sólido mensaje. Las mujeres de estas sociedades islamistas están controladas por leyes que proclaman que deben ocultarse o ser tratadas como propiedades de sus maridos. El hiyab se ha convertido en un símbolo de esto. En cambio, cuando los líderes iraníes visitan el país de Mogherini, ellos no siguen las normas de Italia. En su lugar, Italia sigue las normas islamistas del régimen apaciguándolo, ofreciéndose, por ejemplo, a cubrir las estatuas de desnudos y a no servir vino.

Mogherini, que años atrás también accedió a aparecer en una controvertida foto tomada con el difunto presidente de la Autoridad Palestina Yaser Arafat, también tuvo un papel crucial en la promoción del acuerdo nuclear con el régimen iraní y el levantamiento de las sanciones a esos dictadores. En lugar de que se castigara a esos opresores, ella facilitó que tuvieran menos limitaciones, ya que siguen sometiendo a su propio pueblo y siendo la causa de su sufrimiento.

Mogherini tuiteó después sobre su publicación en el blog, que dice: “Era una oportunidad para volver a hablar con Ruhaní, el ministro de Exteriores Javad Zarif y el asesor del líder supremo sobre política exterior, Ali Akbar Velayati”.

¿De verdad es esta una oportunidad de la que estar orgullosa y presumir? ¿Y de qué habló con ellos?

Mientras Mogherini asiste alegremente a actos públicos con estos líderes islamistas y se regocija por tomarse fotos junto a ellos, ¿piensa alguna vez en los millones de mujeres que son brutalmente oprimidas por estos regímenes islamistas? ¿Tiene en cuenta a las mujeres destrozadas que lloran en el suelo después de que sus maridos les hayan dado una paliza? ¿Piensa alguna vez en los cientos de personas —hombres y mujeres— que son ejecutadas, a menudo después de una farsa de juicio, cada año, sobre la base de las leyes islamistas del país?

Cuando estrecha la mano de estos hombres, ¿piensa alguna vez en las niñas de nueve años que son obligadas “por ley” a casarse con el beneplácito del Gobierno?

¿Dónde están todos esos derechos de las mujeres y valores de izquierdas que ella y su partido defienden? No estuvieron en la celebración, y no desde luego representados en esos selfies.

Las mujeres son deshumanizadas, sometidas y tratadas como seres inferiores cada día en el Estado islamista de Irán y también en otros países musulmanes. Muchas personas están luchando allí cada día, a pesar del riesgo que corren, para lograr los pocos derechos que puedan. En general, el testimonio de una mujer en los tribunales vale la mitad que el testimonio de un hombre.

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Las mujeres necesitan la aprobación de su tutor masculino para salir del país, y en Arabia Saudí, para salir de casa. Las mujeres no pueden sacarse el pasaporte sin el consentimiento de su tutor. En Irán, un hombre puede casarse con cualquier mujer que desee. Los hombres pueden tener cuatro mujeres y un número ilimitado de matrimonios temporales (mut-a), pero las mujeres sólo se pueden casar con un hombre musulmán.

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Sigue habiendo asesinatos por honor mientras el régimen mira para otro lado.

Según la ley de la tamkin (obediencia), las mujeres deben tener plena disposición y no poner trabas al sexo con su marido. El artículo 1.105 del Código Civil Islamista de Irán estipula que “en las relaciones entre el marido y la mujer, la posición de cabeza de familia pertenece exclusivamente al marido”. El artículo 1.117 del Código Civil Islamista de Irán estipula que:

El marido puede impedir a su mujer que tenga un oficio o profesión técnica que sea incompatible con los intereses de la familia o la dignidad de él o su mujer.

Los hombres pueden iniciar un divorcio unilateral. Las mujeres reciben sólo la mitad de lo que reciben los hombres en las herencias. La mujer recibe únicamente una sexta parte de una herencia si tiene un hijo cuando su marido muere. Si sólo tiene una hija, la herencia no va automáticamente a ellas. La familia del marido difunto —hermanos y padres— también tendría algo que decir. Las mujeres no pueden ser jueces. Y la lista sigue…

Por supuesto, personas como Mogherini son plenamente conocedoras de estas atrocidades y de la discriminación que denuncian sistemáticamente las organizaciones de defensa de los derechos humanos. Estos son posiblemente los mismos maltratos que gente como Mogherini utiliza después para recaudar fondos en sus fiestas y salpicar de imágenes perturbadoras los medios. Ni uno solo de estos líderes europeos puede alegar ignorancia de los actos que estos hombres cometen.

Sin embargo, ahí vemos a personas como Mogherini estrechando las manos que están robando a las mujeres su libertad y su voz.

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La cuestión es que estas supuestas feministas no sólo hacen la vista gorda a estas atrocidades, sino que su presencia en estos actos avalan y legitiman activamente el régimen de estos dictadores.

La gente como Mogherini puede pedir la admisión de las mujeres en clubs exclusivos y salarios más altos para ellas, porque esa igualdad es justa. Entonces, ¿por qué, si dicen que defienden a las mujeres y que sacan la cabeza por ellas en todo el mundo, contribuyen y dan facilidades al régimen de dictadores despiadados contra su propio pueblo?

Cuando el problema pasa de casos específicos a los millones de mujeres oprimidas en todo el mundo —como Asia Bibi, una madre cristiana en el corredor de la muerte en Pakistán durante siete años por beber agua; o la de 19 años que, este año, fue violada por su primo a punta de pistola y después sentenciada a muerte por lapidación por haber cometido “adulterio”; o que fueron obligadas a casarse con sus violadores; o los 12.000 matrimonios infantiles al día; o las mujeres cuyos maridos les dan palizas o les echan ácido en la cara; o las mujeres utilizadas como bombas humanas— el silencio es total. No tienen en consideración los derechos de estas mujeres.

Al mostrar su apoyo a estos regímenes y a los hombres que los ejecutan, personas como Mogherini quedan notablemente debilitadas y perjudican los movimientos indígenas que tratan de promover precisamente esos derechos humanos que gente como Mogherini dice defender.

Cuando Mogherini sonríe con su hiyab en Irán, está asestando un duro golpe a los movimientos por los derechos de las mujeres que intentan acabar con el carácter obligatorio del hiyab y dar a las mujeres igualdad de autonomía, educación y libertad. Está reforzando la anulación de la mujer.

Una verdadera defensora de los derechos humanos y la democracia, en su lugar, habría dado una valiente lección. Mujeres como Mogherini están sirviendo de carnaza al sistema, no destruyéndolo. Los que siguen dando legitimidad a los opresores y los islamistas tienen que responder por sus actos.

Por último, mi mensaje a personas como Mogherini y otros como ella es simple: ¿Tenéis conciencia o algún sentido de la decencia? ¿O se trata sencillamente de poder, dinero, narcisismo y manipulación a costa de los oprimidos, incluidas las mujeres? ¿Podéis oír el grito de esa niña pequeña, o sois tan sordas a ella como los hombres que lo provocan?

Fuente: Gatestone Institute

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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