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Ante la nula honestidad institucional

A fines de octubre del año pasado, menos de un mes del pogromo perpetrado por Hamas, la ola creciente de antisemitismo se extendía sin exclusiones. Uno de los ataques execrables entonces se produjo en Rusia, cuando una turba irrumpió en el aeropuerto de la región de Daguestán después de que aterrizara allí un avión procedente de Tel Aviv. Cientos de hombres desaforados se precipitaron a la pista del aeropuerto de Makhachkala, la capital de una región que es predominantemente musulmana, en busca de pasajeros israelíes. Era el momento en el cual, en el lugar de origen de los pogromos, se intentaba cometer otro más.

El Ministerio de Salud de Daguestán informó en ese momento que más de 20 personas resultaron heridas, dos de ellas graves, y que entre los heridos había agentes de policía y civiles. El Ministerio del Interior local dijo que 60 personas fueron detenidas durante los disturbios, pero nunca quedó claro si se habían presentado cargos contra alguno de ellos, aunque el Comité de Investigación de Rusia manifestó que había abierto una investigación penal de la que no se supo más.

La horda irrumpió en el campo de aterrizaje sin que la policía intentara frenarla en primera instancia y rodeó el avión de la aerolínea rusa Red Wings. Los vídeos y fotos publicados en las redes sociales mostraban a la multitud ondeando banderas palestinas y otros portaban pancartas escritas a mano que decían “Los asesinos de niños no son bienvenidos en Daguestán” y “Estamos en contra de los refugiados judíos”. Los atacantes pudieron examinar pasaportes de los pasajeros que llegaban, en un intento de identificar a los que eran israelíes. Pero el motín fue al final disuelto con la violencia ya comentada. Si esto ya fue deleznable, la reacción oficial del gobierno ruso no quedó muy lejos. El portavoz de Putin, Dimitri Peskov, dijo:” Es bien conocido y obvio que lo ocurrido en los alrededores del aeropuerto de Makhachkala es en gran medida el resultado de interferencias externas, incluida la influencia informativa del exterior”. Y la agencia estatal de noticias rusa RIA Novosti informó que el gobernador de Daguestán, Sergei Melikov, dijo que los disturbios fueron coordinados en un canal de Telegram dirigido por “traidores” basados en Ucrania, con el objetivo de desestabilizar la situación en Daguestán y alimentar los disturbios. Y que esos “traidores” habían escrito en Telegram que iban a llegar a la zona “refugiados judíos”. Rusia ha sido perverso en todo su comportamiento después del 7 de octubre del año pasado, pero eso no es noticia. A pesar de que las autoridades regionales de Daguestán y ni que hablar el Mufti de esa región mayormente musulmana actúan y piensan igual que el gobierno central ruso sobre Hamas, impusieron la calma y no dieron carta blanca para que se repitiera el intento salvaje antijudío en el aeropuerto. Pero el hecho fue una muestra clara de cómo Rusia seguiría actuando después y hasta hoy.

El fin de semana pasado, la Embajadora de Israel en Rusia, Simona Halperin, que asumió su cargo en enero, dio una entrevista al diario Kommersant. Al gobierno ruso no le gustaron las declaraciones de Halperin y comunicó públicamente que “en vista de las declaraciones públicas inaceptables de la embajadora de Israel, que tergiversan las posturas de la política exterior rusa y las realidades históricas, Halperin será convocada al ministerio de Asuntos Exteriores. Estas declaraciones son un comienzo extremadamente desafortunado para una misión diplomática que debería tener como objetivo desarrollar relaciones bilaterales en interés de los pueblos de los dos países”.

¿Qué ha ofendido tanto a Putin? En la entrevista, Halperin criticó al ministro de RREE Lavrov por minimizar la importancia del Holocausto, señalando que Israel tiene monumentos a la lucha del Ejército Rojo contra el nazismo, y que se llevan a cabo importantes eventos en Rusia por parte del gobierno y la comunidad judía juntos para conmemorar el Día Internacional de la Memoria del Holocausto, que coincide con el aniversario del bloqueo de Leningrado. “El pueblo ruso pagó con millones de vidas para derrotar al nazismo. Y recordamos eso. Pero nunca en la historia el mundo conoció una destrucción como sólo la experimentó el pueblo judío. Y repetiré esto incansablemente”.

Cuando se le preguntó en qué puntos Israel está en desacuerdo con la política de Rusia en Oriente Medio, Halperin mencionó la renuencia de Moscú a condenar el ataque de Hamas del 7 de octubre, diciendo que “pasó un tiempo antes de que Rusia condenara públicamente este ataque, lo llamara un ataque terrorista y mencionara a Hamas”. Halperin también señaló que mientras la Hermandad Musulmana está incluida en la lista de organizaciones terroristas en Rusia, Hamas, que es una rama de la Hermandad Musulmana, no lo está, ni Moscú ha condenado a Hezbollah o los hutíes por sus ataques contra Israel desde octubre 7. “Tampoco escuchamos una palabra de condena en el Consejo de Seguridad de la ONU. Al contrario, se solidariza con la República de Sudáfrica, que presentó una demanda absurda contra Israel”. Según el ministerio de RREE ruso, Halperin tergiversó la política exterior rusa. Mal que le pese a Rusia, Halperin no tergiversó nada. En Daguestán hubo un intento de pogromo y actos racistas y antisemitas y las reacciones como ya vimos fueron para resolver temas internos. El tono de la Embajadora de Israel, ¿no fue diplomático? De acuerdo con ciertas costumbres, es posible. Pero son costumbres que llevan a no decir las cosas de frente. Y Halperin no declaró nada que no suceda en la realidad. Sólo el apoyo a Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia es un acto despreciable, y el apoyo desde el silencio y la complicidad con Hamas es deleznable. Putin puede enojarse con la representante de Israel. Pero su presunto fastidio no cambia ninguno de sus actos y su omnipotencia a través de su derecho a veto para invadir Ucrania y cometer desde hace dos años crímenes de guerra y de lesa humanidad. Y menos cambia su actitud todavía cuando recibe reiteradamente con alfombra roja y grandes abrazos en los palacios moscovitas a los asesinos que lideran Hamas.

Esta semana también, Pramila Patten, secretaria general adjunta de las Naciones Unidas y enviada especial para la Violencia Sexual en los Conflictos, confesó que no pudo dormir durante una semana desde que vio el vídeo de 47 minutos que prepararon las FDI sobre las atrocidades cometidas el 7 de octubre. “Después de ver el vídeo entendí cosas que antes no entendía, en términos de la magnitud del desastre que ocurrió”.

Patten, invitada por el Ministerio de RREE a visitar Israel junto con el embajador en la ONU Gilad Erdan, a lo largo de su estadía de 8 días, reunió pruebas de los incidentes de violencia sexual y de género perpetrados por Hamas, se reunió con médicos y psiquiatras del Ministerio de Salud, profesionales del Ministerio de Asuntos Sociales que brindan apoyo a las víctimas de violencia sexual, recorrió lugares donde ocurrieron las masacres. Patten reconoció el sentimiento de traición y abandono que sintió el pueblo israelí en la respuesta de la ONU a la masacre y la guerra que sigue, y en cada reunión a la que asistió, Patten expresó su solidaridad hacia Israel. A fines de febrero la enviada de la ONU publicará un informe especial sobre el alcance de la violencia sexual en muchos países, con un capítulo específico dedicado a Israel.

¿Y después de todo esto? Nada. A Rusia nada le hará mella. Se molesta que Israel no tenga ningún prurito en espetarle sus agresiones en Moscú mismo, pero igual continuará con su política imperialista con cierta nostalgia del zarismo. ONU recibirá el informe de Patten muy detallado sobre la barbarie cometida por Hamas, leerá las aprehensiones de una de las secretarias adjuntas y las olvidará en segundos, y mantendrá con toda la fuerza que pueda la irracionalidad institucional de no reconocer los crímenes de miles de sus funcionarios en UNWRA, y seguirá con la deshonestidad histórica de negarle a uno de sus estados miembros el derecho a la legítima defensa. Ya lo dijimos y ahora lo repetimos. No es el mundo al revés. Es este mundo. O democracia o totalitarismo. Adivinen cuál de las dos es hoy la avenida más ancha.

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