Entre una jueza digna y asesinos vestidos de agencias internacionales
Los jueces de la Corte Internacional de Justicia son elegidos por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad. Responden a quienes los eligen y por lo tanto son una herramienta política. Lo que resuelven, que, además, no pueden implementar porque no tienen fuerzas militares a sus órdenes, siempre se da en ese contexto, y por ello, como ya lo hemos dicho en esta columna, fue un gesto muy loable pedirle a Rusia que detuviera su invasión a Ucrania, pero Rusia ni siquiera les contestó. El viernes pasado volvieron a hacer política con la presentación de Sudáfrica contra Israel acusándolo de genocidio. Primero, decidieron que no desestimarían el pedido sudafricano, como pidió Israel. Después, su presidenta declaró que “el tribunal es plenamente consciente de la magnitud de la tragedia humana que se está desarrollando en la región y está profundamente preocupado por la continua pérdida de vidas y el sufrimiento humano”. Si tomáramos literalmente sus palabras, sería algo interesante y hasta esperanzador porque se podría pensar que son conscientes de la tragedia del 7 de octubre, de las matanzas, las violaciones, las decapitaciones de israelíes. Pero no hay que ser ingenuos. La preocupación del Tribunal es un tanto selectiva: por 15 votos contra 2, exigió a Israel que tome todas las medidas necesarias para evitar un genocidio en Gaza. La decisión de todos modos es provisional, no exige un cese del fuego que era lo más urgente que quería Sudáfrica, y pueden pasar años hasta que haya un dictamen sobre el fondo del planteo. Pero una cosa es que Israel manifieste que la acusación es una banalidad incomprobable porque no hay margen para acusarlo de genocidio, y otra muy distinta, que lo manifieste una de las juezas de la Corte.
Julia Sebutinde, jueza ugandesa, votó en contra de todos los requerimientos hechos en la resolución de la Corte. Dijo que Sudáfrica no demostró ni siquiera en una primera instancia que los actos presuntamente cometidos por Israel fueron hechos con intención genocida, y por ende, que esos actos podrían entrar en el marco de la Convención sobre Genocidio. No hay ninguna plausibilidad para considerar que estamos frente a una acusación válida.
Sebitunde dijo que ve como a veces hay Estados que quieren forzar a que los tribunales tomen medidas establecidas en la Convención sobre genocidio para alentar un proceso judicial, y eso, “precisamente es lo que veo en esta solicitud de Sudáfrica. Si se estudia a fondo el desarrollo de la política de guerra de Israel se observa con claridad la ausencia total de intención de genocidio”. Sebitunde continuó diciendo:” Desgraciadamente, la escala de sufrimiento en Gaza no está exacerbada por ninguna intención genocida, sino por otros factores, incluyendo las tácticas de Hamas de instalarse en medio de la población civil y sus edificios y hacer a los civiles más vulnerables de lo que ya son”. Sebitunde culminó diciendo que acusar a autoridades israelíes por algunas declaraciones es muy erróneo porque la mayoría de las declaraciones se han referido a Hamas y no al pueblo palestino, y además el propio gobierno israelí ha condenado los dichos de algunas de sus autoridades políticas.
Por todo ello, la jueza ugandesa concluyó que “la política oficial de guerra de Israel tal como ha sido presentada en la Corte, no tiene ninguna muestra de intencionalidad genocida”.
Esta honestidad intelectual y jurídica que no tuvieron los demás jueces de la Corte desde el mismo momento que aceptaron el caso con gimnasia legal pobrísima y profundamente politizada, fue previsiblemente rechazada por la dictadura que gobierna el país de Sebitunde. Las autoridades de Uganda se desmarcaron de la jueza, dijeron que era sólo su opinión y que Uganda, faltaba más, respaldaba lo actuado por Sudáfrica. Pero, en medio del apagón en que viven ONU y sus agencias y satélites, alguien impensado, levantó la mira, y demostró que no todo está perdido, aunque sea una voz contra todos los demás.
Y en ese universo oscuro de la ONU nos encontramos casi enseguida de la declaración de la Corte, con la acusación contra UNWRA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos en Jordania, Líbano, Siria, Autoridad Palestina y Gaza. Hace mucho más que una década que Israel insiste en que el rol original de UNWRA en cuanto a educación, salud y bienestar de los llamados refugiados está perversamente prostituido. Los centenares de millones de dólares que ni el Plan Marshall soñó, llegaron y llegan, especialmente a Gaza.
Sólo EE. UU. durante la presidencia de Trump interrumpió el flujo de pagos. Pero el 7 de octubre se cruzaron muchas líneas rojas, y la UNWRA, que se creyó y se cree omnipotente e intocable, fue parte de los crímenes de guerra y de lesa humanidad que Hamas cometió en Israel porque los funcionaros de UNWRA integran Hamas. No todos. Pero miles, y mataron, secuestraron, violaron, asesinaron, mantuvieron rehenes y los torturaron en sus escuelas. Y esta semana las pruebas presentadas por Israel han sido irrefutables. Ni Guterres ni su séquito lo pudieron negar. Ya echaron a doce, pero con su habitual falta de escrúpulos, Guterres ya salió a decir a viva voz que no se puede culpar a toda una agencia con decenas de miles de empleados por doce personas. Miente. No son doce. Son un cogobierno con Hamas, son quienes además de enseñar todo menos cultura y sí mucho odio hacia Israel, se unieron a Hamas para robar la carga de centenares de camiones con ayuda humanitaria que han entrado a Gaza. La Jueza Sebitunde vio esa documentación. Y clar,¿de qué intención genocida habla Sudáfrica cuando desde Israel llegan camiones y camiones a Gaza?
Una larga lista de países ha suspendido los pagos a UNWRA. Toda la Unión Europea, Estados Unidos, y hasta Rusia ha exigido respuestas. El comisionado general de la agencia, Philippe Lazzarini, advirtió sobre una catástrofe inminente. Dijo: “Sería inmensamente irresponsable sancionar a una agencia y a toda una comunidad a la que sirve por acusaciones de actos criminales contra algunas personas, especialmente en tiempos de guerra, desplazamiento y crisis políticas en la región. Las vidas de la gente de Gaza dependen de este apoyo, al igual que la estabilidad regional”. Otro más que miente. La agencia está corroída hasta sus cimientos por Hamas y no por unos pocos. Ni la estabilidad regional ni la vida de los palestinos dependen de UNWRA, sino de que ONU tenga un funcionario honesto y ponga los fondos que les sobra en donde debe ser y no entregarlos o dejarlos robar por una organización terrorista. Basta Lazzarini, ya lo descubrieron. ¿Cuánto tiempo más, usted y su numeroso grupo van a seguir protegiendo criminales?.
En la conmemoración del Día del Holocausto en el Parlamento de Uruguay, un periodista preguntó a un Senador del Frente Amplio (coalición de izquierda, oposición) qué pensaba sobre el reclamo de otro Senador, pero de la coalición gobernante de que Hamas sea declarada organización terrorista. La contestación fue entre bueno…, quizás…, hay que estudiarlo… Y también le preguntó si concordaba con la condena del gobierno uruguayo y muchos en el mundo, a Maduro por prácticamente cerrar la puerta a elecciones y seguir su dictadura. Y dijo que no, que Venezuela es…, pero no es una dictadura… y que hay que considerarlo distinto.
Estas respuestas se reciben a más alto nivel, de gobiernos, como el de Colombia o el de Rusia o el de Cuba o el de China. Pero, Venezuela sí es una dictadura y Hamas sí es un grupo terrorista que está muy dispuesto a cometer genocidio contra el pueblo judío. Sucede que juezas como Sebitunde hay una en 15, y democracias reales que no dudan sobre las identidades propias y de los otros, cada día hay menos.
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