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Netanyahu y el estrepitoso fracaso del sueño de la “Pax Israelis”

Por Andy Faur

La catástrofe del 7.10.2023 será recordada por generaciones y será parte inseparable de la historia del Estado de Israel.

Y no hay forma de verlo o entenderlo, sino desde la ineptitud más absoluta del peor gobierno que tuvo Israel en sus 75 años de existencia.

Y prácticamente toda responsabilidad recae en una persona, que en los últimos 27 años fue parte integral y el personaje más influyente de la escena política de Israel, de los cuales 17 de ellos (ni más ni menos) fue Primer Ministro…Benjamín Netanyahu. ¿Cómo alguien así podría esquivar o incluso intentar no tomar responsabilidad por lo ocurrido aquel fatídico sábado 7.10, de Simjat Torá? …Hasta el día de hoy viene esquivando la toma de responsabilidad por lo sucedido.

El último gobierno de Netanyahu, formado por la peor calaña de politiqueros, delincuentes, corruptos, racistas y extremistas, es el responsable de la mayor catástrofe ocurrida a este país en su historia (me atrevería a decir incluso peor que las fallas o complicaciones de guerras mismas como la de Iom Kipur o la del Líbano).

La imbecilidad, ceguera y arrogancia del primer Ministro y de su nefasto gobierno fueron los que nos llevaron a esta situación.

Netanyahu en todos estos años de gobierno, como táctica política y clara ceguera estratégica no hizo más que alimentar y engordar al Hamás y su ideología fundamentalista en detrimento de la supuesta más «pragmática y moderada» ANP (Autoridad Nacional Palestina), más inclinada al diálogo y la negociación, que prácticamente no existieron en la última década.

Netanyahu mismo consintió, permitió y fomentó que Qatar (el mismo del fabuloso Mundial 2022), país considerado a nivel internacional como uno de los principales apoyos al terrorismo islámico, transfiera dinero en grandes cantidades, ayuda y apoyo a la Franja de Gaza.

Era obvio y sabido que gran parte de los ingentes millones de dólares enviados por Qatar, caían en manos del Hamás y no precisamente para lograr el bienestar y prosperidad de la población gazatí, empobrecida y reprimida bajo un gobierno totalitario y fundamentalista que lo que menos le interesa es cubrir sus necesidades y resolver sus problemas cotidianos, más bien lo contrario.

Esta lógica perversa utilizada por Bibi incluía la visión desvirtuada de la creación, en la región sur del país lindera a la Franja de Gaza, de un espacio de “Pax Israeli” en el cual se le permitía al Hamás gobernar la Franja, armarse hasta cierto punto tolerable para Israel (punto cuyas descomunales dimensiones escapó a los ojos de los servicios de Seguridad e Inteligencia hebreos, así como al de los políticos de turno).

Esta “Pax Israelis” permitía lo que en hebreo denominamos «tiftuf» o sea el goteo intermitente de misiles sobre poblados civiles israelíes cada tanto tiempo, con la correspondiente respuesta israelí, dependiendo esta de la gravedad de los resultados de aquella escalada «controlada».

Netanyahu en su egocentrismo narcisista y en su necesidad de ser exculpado de los cargos de los que se le acusa, formó un gobierno de aliados (más correctamente habría que llamarlos cómplices) que nos llevó a la peor masacre de la historia de Israel y la matanza más brutal e indiscriminada de judíos desde la Segunda Guerra Mundial.

Este negligente gobierno y sus partidos, en sus pocos meses de mandato, sólo se ocupó de sus propios intereses y los de su base política, dejando de lado todo lo bueno que la sociedad israelí posee: un sistema educativo funcional, un sistema de salud aceptable, una importante red de protección social y (lo que ya veremos qué pasó con él) un ejército y un sistema de seguridad que hasta el fatídico 7.10 considerábamos de los más eficientes del mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Obviamente no estoy eximiendo de culpa ni responsabilidad a los monstruos asesinos del Hamás que perpetraron con sus propias manos la masacre de civiles, niños y ancianos en un accionar que es comparable a los peores crímenes de lesa humanidad cometidos por los execrables ISIS o Al Quaeda y que los excluye de todo tipo de consideración como representantes de los palestinos o un partener con el que se pueda coexistir, como pretendía Netanyahu.

Este gobierno de Israel destrozó, literalmente, el país.

Si bien durante los últimos diez meses (desde la asunción del gobierno actual), la situación en Israel a nivel político, social y económico no auguraba maravillas, todos los descalabros a nivel nacional estaban dentro los límites «normales» y socialmente soportables (muchas veces pasados) del debate de la arena política israelí: la existencia de un infladísimo gobierno con más de 35 ministros, la polémica reforma del sistema legislativo, la    asignación de presupuestos coalicionarios corrompidos a sectores improductivos o a representantes de las colonias en los territorios de la Cisjordania, etc., etc.

Pero, por supuesto, el 7.10 superó todo aquello que incluso las peores predicciones podían vaticinar y que parte tienen que ver con la ineptitud de un gobierno formado por gente incapaz, negligente, y poco preparada para enfrentarse a situaciones complejas, ni hablar de la que estamos pasando.

Desde el comienzo de los eventos últimos, los portavoces del gobierno: políticos, periodistas, ministros, etc., están diciendo, en su perfidia, que ahora debemos estar unidos, sin criticar ni investigar lo que pasó, ¡¡¡ya que estamos en Guerra y la crítica es prejudicial a los esfuerzos bélicos y la moral nacional!!!

Es interesante mencionar que estos mismos voceros están enrolados diariamente en culpar al gobierno anterior (que fungió solo un año), al ejército (que cumple las ordenes de la esfera política), a la retirada unilateral de la Franja de Gaza y a Ariel Sharon, a los Acuerdos de Oslo y a Rabin, como así también a los «traidores y anarquistas de turno»: izquierdistas, periodistas, intelectuales, reservistas, estudiantes y en general miembros de la sociedad civil opositora, que fueron (no casualmente) los primeros en presentarse a servir como reservistas del ejército o a “voluntarizarse” a ayudar a las víctimas y damnificados del 7.10.

Ante este panorama insólito y devastador, ¿hay que callarse hasta que cese el estruendo de los cañones o el fragor de la guerra se termine?

¿Hay que dejar que este gobierno negligente siga guiando los destinos del país en estas circunstancias? ¿O que Netanyahu «el Sr Bitajon (Seguridad)», cuya única promesa concreta de campaña durante todos estos años fue la de dar paz, seguridad y tranquilidad a los habitantes del país, siga siendo Primer Ministro? ¿Tendrá Netanyahu un último gesto de grandeza política de renunciar y hacer renunciar a todo su gobierno? Está por verse…

El 7.10 marca la trágica fecha de la caída de dos de las concepciones (Conceptzia, en hebreo) más fuertemente arraigadas en la mentalidad del establishment israelí de los últimos tiempos: por un lado, la caída de la concepción militar del Hamás como un grupo terrorista de segunda categoría, dócil y previsible, y que resultó ser un ejército entrenado y preparado para enfrentar (con éxito) al todopoderoso e invencible ejército israelí…(toda similitud con lo sucedido hace 50 años en la Guerra de Iom Kipur, no es mera coincidencia…); y por otro, la caída de la «conceptzia» política del conservadurismo local: Netanyahu, su partido Likud y el resto de las fuerzas políticas de la derecha israelí basaban sus premisas respecto al conflicto con los palestinos, en la esperanza de poder «manejar el conflicto», con sus altibajos, en forma indefinida sin tener ningún tipo de horizonte de «resolución del conflicto», que coincide perfectamente con la (ahora) inexistente premisa de «Pax Israelis».

Es urgente la necesidad de cambio de concepciones a otras de largo alcance y a una visión amplia de la realidad.

Cuando el Hamás ya no sea parte de la ecuación israelí – palestina, y la concepción del «manejo del conflicto» no tenga más vigencia, entonces se abrirá un abanico de oportunidades (si tenemos la grandeza y la capacidad de verlas como tales) que incluye la de poder solucionar en forma negociada, política y pacífica nuestro conflicto con los palestinos.

Pero para lograrlo vamos a necesitar que los socios palestinos cambien también sus antiguas concepciones del conflicto, y para ello deberán cambiar su anquilosado, corrupto y odiado liderazgo actual por uno realmente pragmático y visionario, que no vea en la destrucción del Estado de Israel su objetivo y cometido, sino un socio para la reconstrucción material y espiritual de ambos pueblos.

Esta nueva «conceptzia» deberá realizarse sobre la base de un nuevo contrato de confianza y colaboración en pos del bienestar y progreso de ambos pueblos, con el nuevo liderazgo pragmático y visionario israelí, que reemplazará al más cínico, ciego y arrogante que tuvo este Estado en toda su corta historia.

 

*Andy Faur es sociólogo, educador y conferencista. Tiene una maestría en Judaísmo Contemporáneo y actualmente está realizando su Doctorado en el área de educación.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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