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Xi Jinping, hacia el tercer mandato presidencial

Ricardo López Göttig

El domingo comenzó a sesionar la Asamblea Nacional del Pueblo chino, que terminará votando por un tercer mandato presidencial consecutivo a Xi Jinping, hecho inusual que rompe con la práctica establecida en la era post maoísta de sólo dos períodos en la primera magistratura. En 2022, en el congreso del Partido Comunista, Xi Jinping fue renovado en su mandato como líder partidario y director de la comisión de asuntos militares (dato fundamental, porque las Fuerzas Armadas son del Partido Comunista), lo que era el primer paso formal para que este año fuera electo, una vez más, presidente de la República Popular China de modo indirecto, a través de la Asamblea Nacional.

Los informes, discursos y conferencias de prensa que se generan en la Asamblea, así como en los medios de comunicación, nos permiten entender la visión que Xi intenta proyectar para el nuevo período. Tras la rígida e implacable política de “Covid cero”, que le trajo a su país problemas en su producción y un magro crecimiento del PBI, Xi y sus funcionarios sostienen que China está cercada por Estados Unidos y sus aliados, retomando la retórica de Mao en los años 1960 –cuando también estaba enfrentado a la URSS, además del bloque occidental- y que para enfrentarse a este desafío para su seguridad, requiere unidad interna frente a los peligros externos. Es un discurso que, en sí mismo, no tiene nada de novedoso, pero que señala que se proseguirá con la más estricta intolerancia frente a cualquier disidencia, ya sea ideológica, ya sea de intento separatista o reivindicación nacional.

En la conferencia de prensa del ministro de Relaciones Exteriores Qin Gang, el funcionario señaló a Estados Unidos como la fuente de agresión, alineándose con la narrativa rusa respecto a Ucrania, e intentando establecer un paralelismo en los apoyos militares a Ucrania y a Taiwán. Son señales de disciplinamiento interno, de intolerancia frente a cualquier fisura, en las que se exigirá la máxima lealtad a Xi y al Partido Comunista. De este modo, cualquier fracaso o problema será atribuido a deslealtad y no a meras fallas de la conducta humana o negligencia.

La carta nacionalista, que la República Popular China viene jugando desde hace unas décadas, siempre retribuye en una sociedad que se siente orgullosa y consciente de un largo pasado histórico y rico legado cultural, sobre todo ante las turbulencias económicas. Xi Jinping y sus funcionarios hablan hacia afuera, pero, sobre todo, hacia dentro del propio partido todopoderoso y ante una población atomizada, fragmentada y controlada.

Ricardo López Göttig

 

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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