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Israel judicial

A dos meses de haberse formado el actual gobierno en Israel y a casi cuatro meses de las elecciones que lo habilitaron, la opinión pública fuera de Israel parece estar tomando consciencia de la verosimilitud de la realidad y las consecuencias que eventual y muy probablemente traerá consigo.

Tal vez en el hemisferio norte (la comunidad judía de los EEUU, mayoritariamente judía liberal) se hayan desayunado un poco más temprano y por naturaleza sean menos timoratos en condenar; aquí, en este rincón de América, sobre el Río de la Plata, en la aldea de Montevideo y aledaños, recién nos estamos animando a reflexionar sobre el asunto en la forma moderada y ponderada que corresponde a un buen uruguayo.

Bajo la forma de “carta abierta” algunos prestigiosos referentes comunitarios se han atrevido a sugerir que por lo menos consideremos el tema; otros, menos formales, están combatiendo a diestra y siniestra lo que muchos sentimos como una hecatombe en nuestra segunda patria. Otros, adherentes incondicionales de Netanyahu y su Likud, así como quienes obsesionan con el antisemitismo, prefieren en lo posible soslayar el tema. “Es asunto de los israelíes, el gobierno fue elegido en forma democrática”.

Lo cual es cierto, aunque un poco más complejo.

Algunos, como quien esto escribe, venimos penando primero y pensando después sin demasiada esperanza (ver www.tumeser.com). Lo único importante es que al final del día el tema parece haberse instalado en la opinión pública, por encima de los constantes atentados y represalias, por encima de la ayuda humanitaria rechazada, y tantos otros temas que hacen a la realidad israelí.

Temas que hasta anteayer eran el orgullo nacional, como la fortaleza del shekel y la industria de alta tecnología (¿seguiremos siendo una start-up-nation?), hoy se han vuelto amenazas. Las inversiones han sido jaqueadas por un sistema judicial cuyas reglas de juego y garantías han quedado en el limbo, y en consecuencia el shekel pierde fortaleza y ya hay una cierta corrida de fondos.

Para quienes piensan el mundo en términos económicos, la campana ha sonado. Quienes lo pensamos en términos ideológicos, sonó el 1 de noviembre de 2022 cuando el bloque de Derecha se aseguró sesenta y cinco escaños. Una Derecha como ninguna otra en la historia de Israel. Una Derecha que hará revolverse en sus tumbas a Jabotinsky y Begin.

Un amigo israelí, nacido en Uruguay, con quien compartimos escuela y tnuá, dijo más o menos lo siguiente cuando otro amigo le preguntó acerca de la situación interna de Israel, su complejidad y consecuencias: “mejor te explico cómo derrotar a Irán”. La ironía de nuestro amigo común tiene doble sentido: Israel sigue siendo fuerte militarmente y tiene clara sus opciones militares, pero anda a ciegas en lo que hace a su sistema judicial y su sistema democrático, por un lado; por otro, siempre es más fácil ver el peligro de fuera que de dentro. Agrego, en términos bíblicos: es más fácil definir un Amalec de turno que evitar la construcción del becerro de oro.

Hay muchas preguntas en el aire, muchas sobre papel, y muy pocas certezas. A diferencia de crisis frente a terceros (guerras, atentados), la crisis actual nos desune, nos enfrenta.

El matiz, la oportunidad, es que el llamado a discutir el tema en la diáspora, donde nos atañe un poco más indirectamente y más tarde en el tiempo (porque en el mundo judío todo llega) sirva para confrontar los temas y las opiniones, las opciones y sus consecuencias, o simplemente cuál es el bien mayor. Israel judío y democrático es el ideal de los padres fundadores, pero la historia viene demostrando que el desafío es mucho más grande de lo que ellos pudieron prever. El desafío es nuestro.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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