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Mendele Moijer Sfoirim, ‘el abuelo de la literatura idish’

El 8 de diciembre de 1917 fallecía Mendele Moijer Sfoirim, definido por el gran y prestigioso escritor Sholem Aleijem como ‘el abuelo de la literatura idish’, justo homenaje a quien fuera uno de los más altos exponentes de la literatura hebrea e idish de la época moderna, cuyo estilo ha influido fuertemente en varias generaciones de escritores posteriores.
Shalom Yaakov Abramovich, su verdadero nombre, nació en la ciudad de Kapulia, la Rusia zarista, el 2 de enero de 1836, en el seno de una familia pobre. En su infancia, Mendele recibió la educación judía tradicional del jeder, y luego estudió en diversas yeshivot en las que absorbió gran parte del conocimiento y la vivencia judía que luego reflejó en sus obras.

En su breve autobiografía, Mendele da testimonio de las dificultades que debió soportar desde su temprana orfandad, la muerte de su padre cuando tenía 13 años, y de la manera que quedó desampardo en su hogar y en su ciudad, pudiendo apenas sobrevivir y a menudo pasar hambre. Cerca de los 17 años comenzó a escribir sus primeros poemas, en un hebreo lírico, sobre temas bíblicos.

Fue central en su vida el encuentro y la amistad que entabló con el intelectual y escritor reconocido Avraham Ber Gottlober, quien influyó en su obra. Gottlober era maestro en una escuela pública para judíos, instruyó al joven Mendele, quien estudió literatura, matemáticas y ciencias, alemán y ruso, e incluso trabajó como maestro en la escuela. Durante este período, escribió su primer ensayo impreso: ‘Una carta sobre la educación’, que se publicó en el periódico ‘Maggid’.

En Berdichev, Ucrania, ciudad en la cual vivió durante diez años, comenzó a publicar ficción tanto en hebreo como en idish. Tuvo que dejar la ciudad por haber ofendido a los poderes locales con sus sátiras, ingresando a la escuela rabínica de Zhytomyr. Asumió luego el cargo de director de un Talmud Torá en Odesa, localidad en la cual residió hasta su muerte en 1917, salvo los dos años que residió en Ginebra, por haber huido de los pogromos en Rusia tras la fallida revolución de 1905.
Al comienzo de su carrera, en la década de 1860, Mendele escribió muchos textos de divulgación científica, literatura aplicada, reseñas de libros y artículos publicitarios, especialmente para el periódico Maggid. En sus escritos, Mendele exigía una actitud proactiva a los problemas de la sociedad judía en Rusia. Su plan era difundir la ciencia y la educación práctica, que se reflejaba en sus traducciones de libros sobre la naturaleza y la historia de Israel para el uso de lectores y estudiantes hebreos, y en adaptaciones y traducciones al idish de la literatura tradicional.
Mendele participó activamente en los periódicos judíos de la Ilustración, a pesar de estar identificado también con el resurgimiento nacional judío y el sionismo, por esta razón, escribió alternativamente tanto en hebreo como en idish. Mendele se asoció a la literatura del despertar nacional, su trabajo está lleno de amor por los judíos comunes, mientras se oponía a la incitación antisemita y al despojo económico y civil que sufrían los judíos rusos. Al mismo tiempo, sus obras expresan una aguda crítica satírica de las formas de la educación judía y el estilo de vida de los judíos llenos de penurias y atrasos, y también una fuerte crítica a los judíos educados y de tendencia asimilacionista.
Su estilo literario fue singular, Mendele comenzó a escribir en hebreo como un escritor formado en la literatura de acuerdo con las reglas del hebreo formal de los iluministas, pero prontamente cambió al idish para llegar a un público masivo. Su escritura en idish fue una revolución lingüística, que se expresó en la expansión del uso del idish coloquial que enriqueció su buena literatura. El mismo cambio también lo llevó al hebreo, pero sin dejar el uso de las reglas del hebreo bíblico y poner en su vocabulario y su gramática el lenguaje de los sabios y el lenguaje rabínico de Edad Media.
Su primera historia en idish la público en el importante períodico ‘Kol Mevaser’, la tituló ‘Dos kleyne Mentshele’ (El hombrecito, 1863), luego publicó en el mismo órgano ‘Di Takse’ (El Impuesto, 1869), en ambas obras Mendele condenaba la corrupción, en especial la segunda, en la cual critica los impuestos religiosos que debían pagar los judíos, específicamente el impuesto sobre la carne cosher, que se desviaba para beneficiar a los líderes comunitarios en lugar de ir a los pobres.

Esta tendencia satírica y de crítica social la continuó en ‘Di Klatshe’ (La Yegua 1873), obra en la cual un príncipe, que simboliza al pueblo judío, está embrujado y se convierte en una gran bestia de carga, que mantiene su superioridad moral y su misión a través de sus sufrimientos. Decía el autor que el libro tiene dos significados, uno directo y objetivo, el de una historia fantástica, entretenida y amena; y otro oculto y simbólico, en el que cada cual lo podía interpretar a su gusto, según su entendimiento y sensibilidad.

Su trabajo posterior se volvió más humano y menos satírico, comenzando con ‘Fishke der Krumer’ (escrito en 1868-1888) y continuando con el inacabado ‘Masoes Benyomin Hashlishi’ (Los viajes de Benjamín III, 1878), algo así como la historia de un Don Quijote judío, en una clara referencia al conocido libro del viajero judío medieval español Benjamín de Tudela.

También Mendele trabajó durante dos décadas en su novela ‘Dos Vinshfingeril’ (El anillo de los deseos, 1865-1889), es la historia de un ‘maskil’ (iluminista), que escapa de una ciudad pobre, sobrevive a la miseria para obtener una educación secular, como Mendele, pero es impulsado por los pogromos de Rusia en 1880 hacia los sueños de un nacionalismo judío.
Dicen los críticos que Mendele escribió sobre la vida de la sociedad judía en Europa del Este, sobre estilos de vida, costumbres, creencias y experiencias. Se centró en héroes no heroicos, describió al judío típico desde en sus aspectos cómicos y patéticos. Mendele miró la realidad de una manera directa y sin prejuicios, mostrando así la esencia de nuestro judaísmo. Su singularidad es que él no escribió sobre experiencias personales, sino analiza los objetos concretos: la sociedad judía, la ciudad y la vida judía, que nos permiten comprender una épica con sus conflictos y dilemas en los albores de la histortia del siglo XX.

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