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El Modelo Chino, un desafío a las Democracias Liberales

Profesor Luis Fuensalida

Por el Prof. Luis Fuensalida

Mañana jueves, se cumple una semana en que el Plenario del Comité Central del Partido Comunista China aprobó la declaración final de la reunión de sus 370 miembros, y por la que coloca al actual presidente Xi Jinping a la misma altura que los dos grandes e históricos líderes de la Republica Popular, me refiero a Mao Tse Tung, su fundador y a Deng Xiaoping, el aperturista de China al mundo.

Desde ahora el presidente Xi ocupa ese lugar privilegiado en la historia china, que seguramente le garantiza que la próxima reunión del Plenario, en octubre del año próximo, para designar al sucesor, por el período 2022/2027, su continuidad en el liderazgo, pues se lo reconoce como quién ha hecho fuerte y gloriosa a China, tal como lo expresa el documentado señalado, que como curiosidad, su nombre se menciona en diecisiete oportunidades, mientras que el de Mao, en siete ocasiones y el de Deng, cinco, mientras que los predecesores de Xi, me refiero a Jiang Zemin y Hu Jintao, sólo una.

En la declaración del Plenario, afirma que el actual presidente, “…ha presentado una serie de ideas, pensamientos y nuevas y originales estrategias sobre la gobernanza nacional, en torno a las principales cuestiones de nuestros tiempos…” y también se refiere a que su ideología es parte de la “esencia” cultural del país, y resalta su “…gran valentía política y un gran sentido de responsabilidad…”.

Ahora bien, según sucede tradicionalmente en los últimos treinta años, el presidente en ejercicio, es decir Xi Jinping, debería dar por finalizado su mandato tras dos períodos de cinco años cada uno, y el poder pasaría a un sucesor que se habría estado preparando, pero la realidad es, que no hay heredero, y desde el último Congreso, el del 2017, el actual mandatario ha hecho todo para mantenerse en el poder, entre lo que se puede señalar particularmente, el haber suprimido la enmienda que ponía un límite de tiempo al ejercicio de la Jefatura del Estado, y si a esto sumamos, que la declaración del pasado jueves es de tal peso y autoridad política que tiene valor sacramental para el PCCH, que no sólo eleva a Xi Jinping a los niveles más altos, sino que lo protege de toda crítica  de rivales presentes, que no se ven, o futuros o sucesores, pues sus ideas han sido revalidadas como la ideología oficial del partido.

No obstante, los desafíos que debe enfrentar el líder chino, tanto en lo inmediato como en el seguramente nuevo mandato, no son fáciles, la ralentización de la economía, el aumento de la rivalidad con los EE.

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UU., una población con un creciente índice de envejecimiento, las cuestiones del creciente separatismos regional como en el Nepal y en Xinjiang, por supuesto, la cuestión de Taiwan, y las reivindicaciones chinas en el Mar de la China y la explotación de sus recursos naturales, en particular los estratégicos, y sin olvidar, el tema Hong Kong, que puesto creo en un portaobjeto del microscopio,  nos ayuda a analizar el choque de modelos, la tecnocracia autoritaria del régimen chino y, el liberalismo occidental, y las dificultades para fusionar ambos.

A finales de la década de los año 70, fue Deng Xiaoping quién inició el proceso de apertura, crecimiento y desarrollo económico, lo que se tradujo en el ascenso de China como potencia geoeconómica, lo que implica, el ascenso también como potencia geopolítica, o lo que es lo mismo, hablar del Modelo Chino, es decir, modernización y desarrollo económico, más el fortalecimiento del poder militar, o Poder Blando más Poder Duro, y es aquí donde la figura de Xi Jinping tiene el rol principal, devolverle a China su status de Gran Potencia Global, aquel rol central que una vez tuvo antes que Occidente y su colonialismo predador la hiciera víctima en el Siglo XIX y que ese mismo orden liberal global en el último cuarto del Siglo XX, simplemente calificara a China como una potencia emergente, y es por esto, que el ideario de Xi Jinping se vuelve tan importante, y es que se reconozca a su país como central en las cuestiones a nivel global.

Detallando los desafíos en el campo económico, son obstáculos a nivel global y regional que deberá sortear el régimen de Beijing, como ser, la escasez de materias primas, disponibilidad a recursos energéticos, el transporte, o las limitaciones al acceso a los mercados, afrontar las crisis financieras como la del 2008, o crisis sanitarias como la del SARS antes o la del COVID19 en la actualidad, las perturbaciones cíclicas del mercado capitalista global, la escalada en la guerra comercial, en fin la incertidumbre en la economía mundial, sin olvidar la degradación ambiental y el cambio climático, por eso los objetivos chinos en materializar una verdadera regionalización de Extremo Oriente, es una estrategia de autodefensa para Beijing en el campo geoeconómico, por eso mismo la importancia de la Nueva Ruta de la Seda o consolidar la Organización de Cooperación de Shanghái como contrapeso a las estrategias de Occidente, y hasta como una muestra alternativa a instituciones financieras internacionales nacidas de Bretton Woods, que ante las últimas crisis económicas y financieras parecen obsoletas, en síntesis, validar su Soft Power a nivel global, confirmar su rol como gran inversor en África y América Latina, ganando espacios a los EE.UU. y a la U.E.,  que altera la relación geopolítica Norte-Sur, por una relación Sur-Sur que contrarresta la asimetría de la primera.

En cuanto al ámbito de la Defensa y la Seguridad, la China de Xi, deberá blandir su heavy power, para que cuestiones regionales e internacionales no la afecten, desde el peligro de los movimientos separatistas, el Crimen Organizado Transnacional, el Terrorismo Global, a las ya mencionadas crisis recurrentes, como la soberanía en la región meridional del Mar de la China o la situación de Taiwan con la presencia de la 7ª Flota de los EE.UU., los litigios no resueltos con Japón y vigilar las relaciones entre las dos Coreas, además, Beijing se ha mostrado reacio a participar de intervenciones internacionales propuestas sea en el seno de la ONU, de la U.

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E. o por iniciativa de EE.UU., pues para los estrategas chinos, esto podría convertirse en un boomerang, y propiciar la intervención internacional en cuestiones como la de Taiwan o más íntimo, el caso Hong Kong, por el contrario, China tiene como objetivo geopolítico, favorecer la multipolaridad.

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Este es a grandes rasgos el ideario que representa Xi Jinping, la consolidación a nivel global del modelo chino, al que se podría denominar el ESTADO-PARTIDO, en oposición al clásico ESTADO-NACIÓN, propio de Occidente y producto del sistema wesfaliano, y que tras dos conflictos mundiales dieron origen a entidades supranacionales, que tanto durante la Guerra Fría como tras su finalización y hasta la actualidad se han mostrado inoperantes o poco efectivas tanto en la conservación o restablecimiento de la Paz, o en propiciar el crecimiento y desarrollo económico sostenido y simétrico, sin olvidar sus fracasos para prevenir las crisis financieras mundiales.

Mi intensión no es la defensa de la tecnocracia autoritaria del régimen de Beijing, sino tratar de analizar y entender el Modelo Chino, y como repercute en otros escenarios, como África o Latinoamérica, donde las democracias liberales y representativas están cuestionadas por gran parte de sus Sociedades que no han visto satisfechas necesidades básicas, diluyendo el Modelo de Bienestar en el beneficio de una minoría, y que ha propiciado la aparición de Populismos de Izquierda y Derecha o Movimientos Antisistema o Ultranacionalistas y Xenófobos.

Tan solo por eso, mi columna de hoy, no tiene como objetivo establecer una conclusión, por el contrario, sino el de replantearnos, repensar los paradigmas existentes, pues si sólo nos guiamos por un paradigma que se basa en la rivalidad como la manera de relacionarse los Estados, en consecuencia generará estrategias de confrontación y de conflicto, mientras que si el paradigma se basa en la cooperación como vínculo entre los países, la estrategia emergente será “win-win”.

Quizás en ese camino se puede encuadrar la reunión del lunes pasado entre los presidentes, Joe Biden y Xi Jinping, que a través de una videoconferencia han intentado bajar las tensiones entre las dos potencias, un encuentro de más de tres y media, en que el estadounidense puso sobre la mesa la cuestión de los DD.HH. en Hong Kong, el Tibet y Xinjiang, mientras que su homólogo chino advirtió sobre el independentismo de Taiwan, sobre el que Beijing no dudará en actuar, en síntesis, las posiciones se han mantenido firmes, ninguna de las partes ha cedido, pero si acordaron una mayor y más fluida comunicación e implementar una mayor cooperación.

Si para Xi Jinping, el Modelo Chino es una alternativa al Modelo Neoliberal Occidental, si de la misma manera en el final del Siglo XX se imponía como doctrina la Pax Americana, pregunto, ¿Por qué no en el Siglo XXI se busque un Orden Mundial bajo una Pax China?, entonces, lo que propongo es, analicemos y reconsideremos los paradigmas que rigen el escenario mundial, para buscar el fortalecimiento de grandes bloques regionales que impidan que se conforme un hegemón global, y no olvidemos aquella frase de Winston Churchill, que reconoce que “…la democracia es el peor de los sistemas políticos, pero no conozco uno mejor…”.

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