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De Biden al Talibán, con amor

Recientemente, los estambulitas alucinaron al ver hordas de jóvenes varones afganos con ropas ajadas deambulando sin rumbo por barrios que ya albergan a miles de refugiados sirios. Posteriormente la Policía detuvo y expulsó a nueve de ellos. Son cientos los que se comunican con sus parientes y amigos en Afganistán e Irán, y muy probablemente les ponen al día sobre las rutas turcas de la inmigración ilegal –por lo común, los afganos pagan a los contrabandistas 1.000 dólares por el viaje desde Kabul hasta Van, en el este de Turquía–. Con el triunfo de los talibanes y el colapso del Gobierno afgano, puede que sean cientos de miles los que crucen desde Irán hacia el este de Turquía, en busca de la ruta menos peligrosa (y costosa) hacia la Unión Europea.

 

Ahora que EEUU se ha retirado completamente de Afganistán, la frontera turca con Irán se va a llenar de gente. Pero, una vez en Turquía, los migrantes no tienen un camino claro hacia la consecución de un estatus legal, ni hay organizaciones que asistan a las familias necesitadas de refugio y comida. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ya no procesa solicitudes de asilo en Turquía, y las peticiones que siguen la vía gubernamental pueden demorarse años.

 

Turquía afronta esta nueva ola de inmigrantes ilegales cuando ya alberga 3,6 millones de migrantes sirios registrados, es decir, el 4,37% de la población total del país. En la actualidad, más de un millón de menores sirios de entre 5 y 17 años, el 63% del total, asisten a escuelas turcas. En los últimos tres años son 120.000 los sirios que han obtenido la ciudadanía turca. Regentan tiendas, llevan negocios y viven en guetos de mayoría siria en Ankara y Estambul.

 

En tres provincias turcas (Gaziantep, Hatay y Sanliurfa), los sirios representan más del 20% de la población. Y en la provincia de Kilis son nada menos que el 74,3%.

 

Los turcos, que tienen un pobre ingreso per cápita de 8.000 dólares, están ya hartos de que los trabajadores ilegales sirios les quiten el trabajo. Ahora que la amenaza migrante afgana es tan visible en las calles del país, los turcos están descubriendo las virtudes del nativismo. Y ya hay signos de que ese nativismo redivivo puede volverse violento.

 

El pasado día 12 la Policía de Ankara detuvo a 76 personas por su presunta implicación en los ataques contra viviendas y comercios considerados sirios luego de que un adolescente turco muriera en una pelea con un grupo de migrantes sirios. La turba, compuesta por cientos de personas, tomó las calles de la barriada de Altindag y arrojó piedras contra las viviendas de los migrantes, arrasó varias tiendas y coreó eslóganes antisirios. Aquello parecía un pogromo.

 

Los primeros diez años de guerra civil siria generaron 6,5 millones de migrantes solicitantes de asilo, para una población de 22 millones de personas. La población afgana es un 75% superior a esa que tenía Siria al inicio del conflicto. Y los afganos se las están viendo con el que posiblemente sea el más brutal ejército de musulmanes radicales, ahora instalado en Kabul y pertrechado con, son palabras del presidente de EEUU, Joe Biden, “todos los instrumentos y el equipamiento de un Ejército moderno”. “Les hemos proporcionado armamento avanzado”, que el Talibán capturó de un Ejército Nacional Afgano en descomposición.

 

De hecho, Biden ha legado “armamento avanzado”, pagado por el contribuyente norteamericano, no sólo al Talibán, Al Qaeda y el ISIS, sino a Rusia, China e Irán, que sin duda se aprovecharán de ese material abandonado.

 

Los afganos tienen buenas razones para abandonar por millones su país. Normalmente, su primera parada es Irán. Una vez allí, se les brinda un tránsito sencillo y seguro hacia Turquía: he aquí el regalo de Teherán a Erdogan. Turquía ya acoge a casi cinco millones de migrantes. La llegada en los próximos años de otros cinco millones paralizaría Turquía y afectaría a su economía, su vida política y su relativa seguridad.

 

Pero los migrantes afganos no son un problema sólo para los turcos.

 

En el ápice de la crisis siria, 1,3 millones de sirios solicitaron asilo en Europa. En 2015 fueron el mayor grupo nacional de migrantes llegados a Grecia desde Turquía. Poco más de cinco años después, los afganos toman la posta. Y aún no ha empezado su gran oleada migratoria.

 

En 2020, Erdogan amenazó con inundar la UE con millones de sirios. Su Gobierno transportó a miles de sirios a la frontera con Grecia en Tracia, abrió las puertas y les dejó en tierra de nadie. Al decir del Gobierno turco, en la primera semana casi 200.000 sirios entraron en Grecia. La cifra real, en cambio, fue de un par de miles. El bluf de Erdogan falló. Desde entonces no ha vuelto a montar otro salto a territorio griego con patrocinio gubernamental.

 

Sea como fuere, si las agencias fronterizas griegas y del resto de la UE no quieren revivir la crisis migratoria de 2015, deberían revisar sus planes para la protección del territorio griego y prepararse para una nueva oleada este mismo año.

 

Por Burak Bekdil

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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