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Polonia: A 80 años de la Masacre de Jedwabne

El pasado sábado 10 de julio, se cumplieron 80 años de la ‘Masacre de Jedwabne’, fue el asesinato de al menos 380 polacos judíos a manos de sus vecinos polacos católicos en el pueblo de Jedwabne, en el distrito de Lomza, en Polonia del este. La matanza fue parte de una serie de pogromos que se desataron en tiempos de la ocupación de la Alemania nazi.

El trágico aniversario toma en la actualidad una enorme relevancia ya que a partir del 26 de enero de 2018, la cámara baja del Parlamento polaco, el Sejm, aprobó una ley conocida como la ‘Ley del Holocausto polaca’, que proclama que los polacos no tuvieron nada que ver con la persecución de los judíos durante la Shoá, sino que trataron de ayudarlos, y además por un nuevo proyecto de ley polaco en tratamiento, que limitaría las demandas de restitución de propiedades de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

En este caso puntual los hechos históricos son incontrovertibles, a partir del 1° de septiembre de 1939, con la invasión de las tropas alemanas desde el oeste, y de la irrupción de las tropas soviéticas desde el este, a partir del 17 de septiembre, Polonia quedó dividida tal como lo habían acordado ambos estados con el Pacto Ribbentrop-Mólotov de octubre de 1939. La localidad de Jedwabne fue incorporada a la Unión Soviética hasta junio de 1941 en que el ejército alemán ocupó la localidad por su invasión a Rusia en la ‘Operación Barbarrosa’.

Tal como sucedía en todas las aldeas y villorios conquistados, la ocupación nazi provocó un pánico terrible en la comunidad judía de la localidad de Jedwabne, aldea que contaba con unos 2.500 habitantes. Las criminales tareas de los grupos de exterminio de los Einsatzgruppen, unido a los salvajes pogromos llevados a cabo por los nazis, incentivaban a la población polaca local a aprovechar la circunstancia y participar del robo y la rapiña de los bienes de judíos y también del asesinato de ellos.

En la mañana del 10 de julio, polacos reunidos en la casa del municipio de Jewabne decidieron buscar a un número de judíos para realizar la limpieza de las instalaciones. En un comienzo los judíos pensaron que ese era un acto más de la degradación humana a la que eran sometidos, la sospecha de que algo más estaba por ocurrir fue cuando al terminar con su labor los polacos llevaron a los judíos al cementerio a cavar una fosa. Al concluir con la tarea fueron asesinados y sus cuerpos arrojados a la misma. La operación no terminó ahí, los asesinos fueron luego en busca de las mujeres, ancianos y niños, los encerraron en el granero de la aldea y le prendieron fuego.

De la masacre quedaron con vida siete personas, en el año 1949, durante el gobierno comunista de Polonia, se hicieron investigaciones y se enjuiciaron a 22 vecinos por el asesinato masivo, pero se les puso en libertad por falta de pruebas concluyentes. Además, reinaba la sospecha que en la masacre no sólo habían participado los acusados sino todo el pueblo. En ese entonces, el juicio no tuvo mayor difusión ni mayor importancia, todo el proceso duró unas dos semanas.

Durante varias décadas los polacos acusaban exclusivamente a los alemanes nazis como los autores de este trágico suceso, incluso existía una placa conmemorativa en el lugar de la matanza que culpaba directamente al ejército alemán. Sin embargo, en el año 2001 el historiador polaco-americano, Jan Tomasz Gross, en su libro ‘Vecinos’ demostró que el pogromo de Jedwabne fue llevado a cabo por los propios polacos, sin ninguna intervención alemana, en el cual, según su estimación fueron calcinados 1.600 judíos.

Parecía que Polonia asumía su responsabilidad del hecho, el 10 de julio de 2001, el entonces presidente polaco Aleksander Kwaśniewski, en el acto de recordación del hecho pidió perdón en nombre de la nación Polaca. A dos décadas de las disculpas oficiales, la nueva ley polaca considera ahora que representa un delito ‘atribuir falsamente los crímenes de la Alemania nazi a Polonia’, la norma además tiene efecto extraterritorial, puede aplicarse a cualquier persona independientemente de las leyes vigentes en el lugar donde se cometa el acto. La ley pretende defender lo que define como ‘la verdad histórica’, y según la primera ministra de entonces, Beata Szydlo, ‘cada polaco tiene el deber de defender el buen nombre de Polonia. Al igual que los judíos, también los polacos fueron víctimas’.

Si bien un gran número de polacos se jugaron la vida al tratar de ayudar a los judíos, se considera que más de 200.000 judíos fueron entregados a los nazis por polacos por distintas razones. Estos crímenes superan al período de la propia guerra, como el pogromo de Kielce, del 4 de julio de 1946, en el cual se asesinó a 46 judíos y más de 200 resultaron heridos, por una acusación de ‘crimen ritual’. Se calcula que en los primeros dos años después de la guerra los polacos mataron a cerca de 1.500 judíos en diferentes ataques contra la presencia judía en el país.

El nuevo aniversario de la matanza de Jedwabne debe servir de alerta, con la ley vigente Polonia pretende reescribir la historia y negar que parte de la sociedad polaca colaboró o fue cómplice de los nazis en el exterminio de los judíos polacos. La ley falsea la historia y sirve de antesala al negacionismo ya que borra la verdadera historia al crear un nuevo relato.
La narrativa sobre la participación de los polacos en la Shoá no termina ahí, la controversia se ha visto agravada por el proyecto de una nueva ley polaca que limitaría las demandas de restauración de las propiedades judías perdidas en ese país durante la Segunda Guerra Mundial. Ya el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki adelantó que su país no pagará ni un centavo por los ‘crímenes alemanes’.

Uno de los últimos tabúes de la Segunda Guerra Mundial sigue siendo la colaboración o participación de ciudadanos y cuerpos de seguridad de los países ocupados por los nazis en la persecución, deportación y asesinato masivo de judíos. Tenemos pleno conocimiento que la Shoá no se podría explicar sin la colaboración local. Sin embargo, es un tema sobre el que queda mucho por investigar y estudiar porque choca de plano con el relato oficial de numerosos estados que pretenden ocultar el tema bajo un extenso manto de silencio, de evitar asumir sus responsabilidades, o crear hechos inexistentes.

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