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La Conferencia de Evián

Yehuda Krell

En el día de mañana se cumplen 83 años del inicio de la famosa Conferencia de Evián. Un encuentro convocado en la homónima ciudad francesa el 6 de julio de 1938, que tenía por objetivo discutir el problema de los refugiados judíos y de otros grupos que huían del régimen nazi alemán.

El principal destino que habían elegido las decenas de miles de judíos que emigraban de la Alemania hitleriana era Estados Unidos. La nación norteamericana había diseñado desde 1924 un sistema de cuotas en sus leyes de inmigración, por lo que la creciente afluencia de inmigrantes refugiados que pugnaban por ingresar a ese país generó una presión sobre el presidente Franklin D. Roosevelt para cambiar dichas leyes inmigratorias; éstas habían sido promulgadas para superar la crisis económica americana de comienzos de los años 30’.
Roosevelt no estaba dispuesto a realizar cambios, trató de evitar las presiones en modificar los cupos de la inmigración, por lo que propuso buscar para los nuevos exiliados destinos alternativos, distintos a los EEUU, y evitar así las acusaciones contra su país de no hacer lo suficiente en ayudar a los refugiados en su difícil situación. Con este escenario, el presidente norteamericano planificó una conferencia internacional de países dispuestos a recibirlos y demostrar al mundo que Estados Unidos estaba trabajando para los nuevos desterrados.

La condición de los judíos en Alemania se había agravado severamente a partir de las Leyes de Nuremberg de 1935, los judíos alemanes se convirtieron en apátridas y perseguidos en su propio país, hecho que precipitó el incremento del número de desnaturalizados judíos en encontrar un refugio seguro.

A la conferencia asistieron representantes de 32 países de Europa y América y de 24 organizaciones voluntarias. Desde el mismo ​​comienzo de la conferencia, se pudo observar en el discurso de apertura del representante personal del presidente Roosevelt, Myron Taylor, que la conferencia no produciría un cambio fundamental en la capacidad de absorción de inmigrantes que existían en ese momento. Muchos de los países presentes acordaron seguir aceptando judíos y otros refugiados en su territorio, pero limitaron su número a las cuotas ya existentes en sus respectivos países.

Taylor anunció que Estados Unidos estaba dispuesto a seguir aceptando a 27.370 inmigrantes de Alemania, Austria y Checoslovaquia cada año, pero no más allá de eso. Gran Bretaña acordó absorber a miles de refugiados judíos en su territorio, pero condicionó su participación en la conferencia al hecho de que el yshuv en Israel no plantearía ser la única solución para la absorción de refugiados judíos, debido al levantamiento árabe y el temor a la tensión en el país.

El representante francés afirmó que Francia ya estaba llena de refugiados y no podía absorber más de los que ya estaba absorbiendo, y además su situación económica no le permitía recibir más refugiados. Bélgica se unió a la posición francesa y los Países Bajos acordaron aceptar refugiados como punto de tránsito, siempre que continúen hacia otro destino. Australia argumentó que la absorción de refugiados podría conducir al surgimiento del antisemitismo en su país, por lo cual, acordó continuar con la cuota existente de 300 refugiados por mes.

Canadá acordó aceptar principalmente refugiados dedicados a la agricultura, pero dado que los refugiados no provenían de entornos agrícolas, la oferta fue insignificante. Por presión de EEUU, la República Dominicana manifestó que estaba dispuesta a aceptar alrededor de 100.000 refugiados, propuesta que nunca se concretó. Los países de América del Sur absorbieron a decenas de miles de judíos, pero habían afirmado que estaban sufriendo un aumento del desempleo por lo que no podían aumentar las cuotas existentes.

Respecto de Evián, vale detenerse en la actitud asumida por el delegado argentino Tomás Le Bretón, quien argumentó que al ser la Argentina un país agrario ya no tenía lugar para inmigrantes en los sectores urbano e industrial. Días más tarde, el 12 de julio, se promulgaba la secreta Circular 11, del canciller José María Cantilo, que sostenía la imposibilidad en otorgar visas a la Argentina a personas que hubiesen sido expulsadas de su país por sus ideas políticas u origen racial. Cabe explicar que los términos: indeseables o expulsados eran sinónimos de judíos.
Uno de los numerosos órganos del nacionalismo católico argentino de aquel entonces, la revista Crisol, en su edición del 7 de julio de 1938, afirmaba que resultaba afrentoso para la Argentina participar en un verdadero congreso mundial judío, promovido oficialmente por Estados Unidos a instancias y por orden de la judería norteamericana, para estudiar nuevos territorios y las condiciones económicas que utilizará la raza elegida para vivir y medrar.

La Conferencia de Evián clausuró sus sesiones nueve días después, el 15 de julio de 1938, no logró mucho más que el establecimiento de un comité intergubernamental sobre asuntos de refugiados. Si bien las democracias expresaron su solidaridad por el sufrimiento de los judíos, se negaron a aumentar el número de inmigrantes a sus territorios más allá de las cuotas ya existentes.

Mientras el mundo miraba hacia un costado, el flujo de exiliados judíos de la Alemania nazi aumentaba, principalmente después de la ‘Kristallnacht’ en noviembre de 1938, unos pocos meses después del final de la conferencia. La Noche de los Cristales Rotos mostraba de manera ostensible el peligro que se avecinaba sobre los judíos. En total, desde el comienzo del gobierno nazi, en 1933, hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, 282.000 judíos emigraron de Alemania, y 117.000 judíos salieron de los territorios de Austria anexados a Alemania, cuyas mayorías se dirigieron a EEUU, Sudamérica, Palestina y Gran Bretaña.

Evián fue premonitorio, esta página oscura dejo en claro la presencia de una enorme indiferencia moral y de una manifiesta falta de coraje político de los estados democráticos de occidente ante el sufrimiento de los judíos europeos en la peor catástrofe de su historia. La aniquilación de los judíos no fue sólo producto de la barbarie nazi sino también del silencio y el desinterés del mundo.

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