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La misión palestina de Biden está condenada al fracaso

El problema fundamental del enfoque de la Administración Biden es que, en su empeño por reconstruir las relaciones con los palestinos, está fiando todo su capital político a la capacidad de la Autoridad Palestina (AP), comandada por el incapaz Mahmud Abás, para lograr sus objetivos. En la imagen (Alex Brandon/Pool/AFP, vía Getty IMages), el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, se reúne con Abás para hacer una declaración conjunta el pasado 25 de mayo en Ramala.

A juzgar por el júbilo en las celebraciones palestinas a cuenta del alto el fuego que puso fin a los 11 días de conflicto en la Franja de Gaza, la esperanza del presidente de EEUU, Joe Biden, de que ese acuerdo represente una “auténtica oportunidad para hacer avances” en la resolución de las tensiones entre Israel y los palestinos semeja puerilmente optimista.

Lo mismo cabe decir del compromiso del mandatario norteamericano para procurar a Gaza ayuda humanitaria y de reconstrucción.

Luego de la materialización del alto el fuego, Biden afirmó que la Casa Blanca trabajaría junto con Naciones Unidas y las organizaciones internacionales de ayuda para “proveer asistencia humanitaria de urgencia y movilizar apoyo internacional para socorrer al pueblo gazatí y contribuir a la reconstrucción de la Franja”.

El líder norteamericano prometió poner fin a unos “años de negligencia” de Washington en relación a la causa palestina. De ahí que enviara al secretario de Estado, Antony Blinken, a Oriente Medio en una gira montada a toda prisa para sostener la “intensa diplomacia discreta” que se registró durante las jornadas de violencia en Gaza.

El problema fundamental del enfoque de la Administración Biden es que, en su empeño por reconstruir las relaciones con los palestinos, está fiando todo su capital político a la capacidad de la Autoridad Palestina (AP), comandada por el incapaz Mahmud Abás, para lograr sus objetivos. El propio Biden dijo la semana pasada: “Haremos todo en plena asociación con la AP”.

Y el gran problema del compromiso de Biden para trabajar con la AP en Gaza es que el poder de la AP en Gaza es nulo.

Si bien Abás sigue inmerso en la ficción de que es el representante legítimo del pueblo palestino, la realidad es que quienes controlan Gaza por completo son los dirigentes de Hamás.

Las celebraciones registradas entre los palestinos cuando se produjo el alto el fuego no eran para expresar alivio por el fin de los combates, sino para jalear a Hamás por su ataque masivo contra Israel.

La impotencia de Abás como líder quedó gráficamente de manifiesto durante el conflicto, cuando quedó reducido a la condición de sobrepasado testigo del incesante bombardeo de Hamás sobre los pueblos y ciudades de Israel.

Lo malo para el presidente Biden es que Hamás no sólo no tiene el menor interés en trabajar con EEUU y las agencias de ayuda en la reconstrucción de Gaza y otros territorios palestinos: tampoco lo tiene en resolver las tensiones con Israel.

Al contrario: el principal objetivo de Hamás, designada organización terrorista por EEUU y otros países occidentales, es la completa destrucción del Estado de Israel, ambición que comparte con Irán, su estrecho aliado y benefactor.

La gran influencia de Irán sobre Hamás y otras organizaciones islamistas radicadas en Gaza, como la Yihad Islámica Palestina, quedó de manifiesto con los 4.000 cohetes que se lanzaron contra Israel, sobre objetivos predominantemente civiles, durante 11 días de intenso bombardeo. Los responsables de la defensa israelí han concluido que la mayoría de esos proyectiles fueron construidos en Gaza con diseños y tecnología procurados por Teherán.

En efecto, Hamás ha adquirido la capacidad de alcanzar objetivos muy distantes de Gaza, cuando previamente sus cohetes Qasam sólo podían alcanzar objetivos muy próximos a la Franja, como la ciudad portuaria de Ascalón.

De particular preocupación para los responsables de la defensa israelí fueron los intentos de Hamás de utilizar drones kamikaze de fabricación iraní para atacar objetivos israelíes. Los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní han conseguido utilizar exitosamente sus drones de última generación en el Yemen, donde los rebeldes huzis proiraníes han perpetrado ataques contra objetivos radicados en Arabia Saudí, como instalaciones petrolíferas.

Los militares israelíes han confirmado que Hamás intentó penetrar el elogiado sistema defensivo Cúpula de Hierro dirigiendo un escuadrón de drones iraníes contra Israel.

En un momento dado, la amenaza procedente de los bombardeos de Hamás llevó a los comandantes israelíes a desplegar misiles de interceptación en las fragatas que patrullan la costa mediterránea para proteger el territorio nacional y las instalaciones gasísticas del país.

Aunque el Ejército israelí consiguió desbaratar el ataque con drones de Hamás, la campaña de la organización islamista fue saludada por Irán como una “victoria histórica” sobre Israel.

Oficiales de inteligencia israelíes creen que Irán se sirvió deliberadamente del conflicto para testar los sistemas israelíes de defensa aérea, a fin de mejorar la capacidad de Hamás de infligir el máximo daño a la población israelí en conflictos futuros.

Así las cosas, lejos de tratar de mejorar las relaciones con Israel, mientras Hamás siga siendo la fuerza dominante en la política palestina, el pueril empeño de Biden de recomponer los lazos con los palestinos está condenado a fracasar.

Por Con Coughlin

Traducido por El Medio

Fuente: Gatestone institute

 

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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