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San Remo, el nacimiento de un nuevo Medio Oriente


El 26 de abril de 1920 concluía la trascendental Conferencia Internacional de San Remo, en Italia, con la firma de un acuerdo que establecía un nuevo orden geopolítico para el Medio Oriente de la posguerra. Entre las decisiones del cónclave se reafirmó los términos del Acuerdo Sykes-Picot celebrado entre Francia y Gran Bretaña para la división de la citada región, un tratado firmado el 16 de mayo de 1916, durante la guerra.
La Primera Guerra Mundial puso fin a cuatro siglos de dominio otomano sobre los territorios del Levante y la Mesopotamia. Dos de las potencias victoriosas, Francia y Gran Bretaña, ocuparon esos territorios y se dispusieron a administrarlos con el reconocimiento de la Liga de las Naciones. A la Conferencia asistieron los Primeros Ministros de Gran Bretaña, Francia, Italia y Grecia, y representantes de Japón y Bélgica. La resolución, de apenas una página, decidía el futuro de un territorio donde actualmente se ubican Irak, Jordania, Israel, la Administración Palestina, Siria y Líbano.
En San Remo se le reconoció a Gran Bretaña el mandato sobre la Tierra de Israel al decidir incluir en el acuerdo la Declaración Balfour. La entrega del mandato a los británcos se hacía en los siguientes términos: ‘El titular del mandato será responsable de cumplir con la declaración emitida por el gobierno británico el 2 de noviembre de 1917, y aceptada por los demás gobiernos que lo consientan, para el restablecimiento del ‘hogar nacional para el pueblo judío en Israel’.
La Declaración Balfour se incluyó en los términos de la conferencia bajo la presión de Gran Bretaña, mientras Francia recibió el mandato sobre Siria y el Líbano, a pesar de la oposición árabe. En la propia conferencia no se definieron las fronteras, estas llegarían en acuerdos posteriores entre la Palestina británica y la Siria francesa, con la oposición de los sirios quienes consideraban a Palestina una provincia al sur de su territorio de la cual no querían desprenderse.
En el mismo período que en San Remo se deliberaba el futuro del Medio Oriente, el mundo árabe de la región era un caos, especialmente por los cambios que se producían al asumir las potencias triunfantes el poder en los diferentes territorios de los que se habían repartido. En Egipto y en Irak estallaron manifestaciones violentas contra los británicos por promesas incumplidas, como la creación de un gran reino árabe. Gradualmente la sociedad árabe palestina observaba que la visión de una Palestina como la provincia sur de una ‘Gran Siria’ era un proyecto inviable, por lo tanto, su dirigencia comenzó a entender que su futuro no debía quedar atado al destino de otros pueblos árabes, y que debían ser una entidad separada.
En este hervidero se multiplicaron las manifestaciones de grupos árabes que, con expresiones como ‘basta de sionismo’, ‘muerte a los judíos’ o ‘Palestina es nuestra patria’, atacaban las residencias y los bienes de los judíos. Entre el 4 y 7 de abril estalló en Jerusalén un violento pogromo durante las festividades de Nevi Musa y Pesaj, con saqueos y atentados contra la vida y los bienes de los judíos.

Es importante señalar que los nuevos Mandatos creados fueron el medio que utilizaron las potencias vencedoras de la guerra para administrar los territorios ocupados, con la excusa de ‘guiar’ a las respectivas comunidades a obtener la independencia. Esta ideología paternalista de los imperios de la época, al amparo de la Sociedad de Naciones, sostenía que preparaba a los pueblos para crear un autogobierno y con el tiempo obtener la independencia.
Con el reconocimiento hecho sobre Palestina por la Liga de las Naciones, Gran Bretaña suprimió el gobierno militar creado luego de la conquista y organizó un gobierno civil. El primer ministro Lloyd George nombró a Herbert Louis Samuel como el primer Alto Comisionado inglés en Palestina.
Los primeros años del gobierno de Samuel fueron altamente positivos para las aspiraciones y los planes sionistas. En esos años se desarrolló la ‘tercera aliá’, una ola de inmigración masiva de judíos, y se ordenó la política de la compra de tierras. El yshuv comenzó a organizarse, tanto en el plano económico, en defensa, como político-social. Se diseñaron y surgieron las primeras instituciones de un autogobierno judío.
Se creó la Agencia Judía, se organizaron las instituciones democráticas que regirían la vida judía, entre otras: ‘Haseifat Hanifjarim’, (la asamblea de delegados que tenía un carácter legislativo), el ‘Vaad Leumí’ (comité nacional), que cumplía funciones ejecutivas, el Rabinato Superior y los Tribunales Rabínicos (tanto ashkenazí como sefardí), y se creó la ‘Histadrut Klalit shel Haovdim’ (organización sindical general de los trabajadores) que tenía a su cargo las organizaciones laborales, servicio médico, organizaciones deportivas y emprendimientos cooperativos industriales y agrícolas. El liderazgo del yshuv comprendió rápidamente, que a pesar de las enormes dificultades económicas y de seguridad, había llegado el momento que debía convertir las promesas de Balfour y San Remo en realidad, sólo dependía de ellos, el camino estaba marcado y la epopeya en busca de un Estado, en marcha.

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