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La conferencia de Wannsee, el fin del “problema” judío

Al sur de Berlín se encuentra el lago Wannsee. Allí, el 20 de enero de 1942, en un palacete requisado a una familia judía, se reunieron algunos de los más altos jerarcas nazis para tratar un asunto que les preocupaba particularmente: “La Solución Final al Problema Judío”. En realidad, en aquella reunión no se iba a solicitar la autorización para el inicio de la “Solución Final” (recordemos que en aquella época los nazis ya estaban asesinando a los judíos en Polonia y en la Unión Soviética ocupada). Allí, en Wannsee, se dieron las órdenes precisas para la detención y exterminio de más de once millones de judíos, así como de otros miembros de las razas consideradas “inferiores”. Fue a partir de aquel día cuando los trenes de la muerte aumentaron drásticamente sus traslados desde los guetos a los campos de exterminio ubicados en Polonia.

LA REUNIÓN DEL HORROR
El mediodía de ese 20 de enero, el ensordecedor motor de un Messerschmitt, el famoso caza alemán, sobrevolaba la villa donde dentro de breves momentos iba tener lugar una reunión secreta. Todos los allí presentes sabían que el organizador estaba a punto de personarse y era muy probable que fuera él mismo quien pilotara el avión. Su sola presencia provocaba un auténtico terror a la mayoría de la gente, y sus colaboradores, e incluso sus superiores, le temían. Trece de los catorce allí presentes no sabían nada sobre el tema que se iba a tratar. Sólo el anfitrión, Adolf Eichmann, y Reinhard Heydrich, el invitado estrella que estaba a punto de entrar por la puerta, conocían todos y cada uno de los puntos del orden del día.

Su pelo rubio peinado con la raya a un lado quedó al descubierto al quitarse la gorra. Conocido como la “bestia rubia”, a Reinhard Heydrich no le faltaban motes, incluso puestos por el propio Adolf Hitler, que lo apreciaba sinceramente y que seguramente pensó en él como su sucesor. El fhürer le llamaba “el hombre de corazón de hierro”. Fue el propio Reinhard Heydrich quien inauguró la reunión mientras el resto escuchaba alrededor de una mesa tras haber recibido una copia del orden del día firmada por el mariscal del aire Hermann Goering. Heydrich explicó a los presentes la necesidad urgente de exterminar a todos los judíos de Europa, a los que consideraba como los máximos responsables de la propagación del comunismo y la entrada de Estados Unidos en el conflicto. Según Heydrich, el “tratamiento adecuado” para llevar a cabo el plan serían la utilización de las cámaras de gas combinada con fusilamientos masivos y otras “fórmulas”.

EL ESPACIO ALEMÁN
Durante la reunión, Heydrich informó de que se debía dar prioridad a la eliminación de los judíos que vivían dentro de las fronteras del Tercer Reich, el Lebensraum o espacio vital, una política de expansión que proliferó en Alemania desde la década de 1890 hasta la de 1940. Se iniciaría en Europa Oriental y toda la Europa ocupada, y seguirían las naciones aliadas como Eslovaquia, Italia, Croacia, la Francia de Vichy y sus colonias del Norte de África. En un bloque aparte estarían los estados neutrales como España, Turquía, Suecia y los países vencidos como el Reino Unido y la Unión Soviética. Adolf Eichmann, propuso erradicar a los judíos del Próximo Oriente aprovechando sus contactos con el Gran Muftí de Jerusalem, Amín al-Husseini.

Pero no todos estaban de acuerdo. Durante la conferencia, Erich Neumann, Secretario del Plan Cuadrienal, no coincidió con Reinhard Heydrich en que aplicar la Solución Final fuera una buena idea. Neumann creía que los judíos serían más útiles trabajando como mano de obra en la industria bélica. Esta cuestión, junto con la definición legal de “judío”, la posibilidad de no utilizar las cámaras de gas, seguir empleando a los Einsatzgruppen (escuadrones itinerantes de ejecución) o la necesidad de reservar a los judíos más fuertes y sanos para construir la autopista Durchgangsstrasse IV que debía unir Berlín con Moscú (un trabajo penoso que sin duda provocaría a la mayoría una muerte por agotamiento) generaron una acalorada y encendida discusión. Al final, los más fervientes partidarios del Holocausto se fueron imponiendo hasta que, tras una tensa votación, fue aprobada la desaparición de la raza judía y se redactó un protocolo en el que se especificaron los términos “exterminación” y “liquidación”.

ONCE MESES PARA NO OLVIDAR
Una de las consecuencias más importantes de esa reunión, fue que a partir de entonces serían las SS quienes ostentarían el poder absoluto en los campos de exterminio y serían la máxima autoridad a la hora de decidir el destino de los judíos de Europa. Dicha resolución se puso en marcha con gran rapidez: a mediados de marzo de 1942, el 75% de los judíos que fueron asesinados durante el Holocausto seguían aún con vida; once meses después, estaban todos muertos. Un consejero ministerial sugirió que quizá fuera mejor incinerar los cuerpos de las víctimas en lugar de enterrarlos: “Quizá después de nosotros venga una generación que no comprenda todo este asunto”, argumentó, a lo que Odilo Globocnik, un importante dirigente de las SS, espetó: “Caballeros, si por detrás de nosotros hay alguna vez una generación tan débil y temblorosa que no comprenda nuestra hazaña, entonces todo el nacionalsocialismo habrá sido en vano”.

Heydrich afirmó que durante la “ejecución práctica de la solución final”, se “peinaría Europa de oeste a este”, siendo Alemania, Austria y el Protectorado de Bohemia y Moravia prioritarias “como consecuencia de los problemas de vivienda y las necesidades sociales y políticas adicionales”. Los judíos “evacuados”, dijo, “serán enviados en primer lugar a guetos de tránsito situados en la Gobernación General, desde los cuales serán transportados hacia el este”. Para evitar problemas políticos y judiciales, era importante definir quién era judío para los propósitos de dicha “evacuación”. Heydrich definió diferentes categorías de judíos: los judíos mayores de 65 años y los judíos veteranos de la Primera Guerra Mundial que hubiesen sufrido durante dicha contienda lesiones graves o que hubieran recibido condecoraciones serían enviados al gueto de Theresienstadt. Sin embargo, la situación de aquellos cuya sangre sólo era en parte judía o la de los judíos que estaban casados con personas no judías era más compleja. Heydrich anunció que los mischlinge, un termino peyorativo que los nazis empleaban para definir a los “mestizos”, es decir, a las personas con dos abuelos judíos, serían tratados simplemente como judíos. Pero había “mestizos” de primer grado y de segundo grado, lo que complicaba mucho las decisiones que se debían tomar en cada caso.

SIN JUICIO
Aunque los líderes nazis afirmaron pública y reiteradamente su compromiso de eliminar a los judíos, los detalles de la “Solución Final” se mantuvieron inicialmente como un secreto de Estado. Incluso el propio Hitler y los miembros del partido nazi temían la respuesta mundial y, sobre todo, el impacto que podría suponer para la población alemana. La mayoría de los participantes en aquella fatídica reunión no sobrevivió a la guerra. Heydrich, por ejemplo, murió en 1942, como consecuencia de las heridas recibidas tras un atentado perpetrado por la resistencia checa en Praga, donde era Reichsprotektor. Al final, la conocida como Conferencia de Wannsee, como tal, nunca fue sometida a juicio, y de los que participaron en ella que acabaron siendo condenados, como es el caso de Eichmann, lo fueron por otros crímenes de guerra.

Fuente: National Geographic.

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