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Rehovot, 9 de setiembre de 2020

Dudé si usar este título que se hizo famoso encabezando un alegato contra una injusticia jurídica y moral, especialmente antijudía.

No soy yo quien acusa, es la inmensa mayoría de la población del Estado de Israel, sin tomar en cuenta las acusaciones de casi todo el mundo mayormente motivadas por simple antisemitismo.

El señor Benjamín Netanyahu es quien gobierna nuestro país por elecciones que se consideran democráticas pero cuyos resultados no lo son.

Una democracia es efectiva cuando el gobernante representa una mayoría. Netanyahu no representa a la mayoría.

Una democracia exige alternanza en la conducción del gobierno. Netanyahu está en el poder demasiado tiempo.

Una democracia incluye una fuerte dosis de moral cívica. No la vemos en una persona que busca todo tipo de artilugios para evadir las acusaciones y juicios que penden sobre él.

Estoy haciendo el máximo de mis esfuerzos para no agredir, no adjetivar, no insultar a la persona que está al frente del gobierno. No acostumbro hacerlo contra mis peores enemigos, no quiero salir de mi acostumbrado estilo.

El señor Netanyahu debe irse, esto es claro y firme.

Debe irse porque fracasó en todas las líneas de conducción del país.

Debe irse porque habla de lo bien que está Israel en economía, cuando hay más de un 20% de desocupación.

Debe irse porque antes que asumiera el cargo no veíamos indigentes en las esquinas pidiendo limosna, y hoy vemos demasiados.

Debe irse porque se vanagloria de haber puesto a Israel en los primeros lugares de exportación de inteligencia, pero no menciona la exportación de cerebros que escapan de este país en busca de mejores sitios de trabajo.

Debe irse porque todos los gobernantes anteriores que sufrieron la más mínima acusación o sospecha de delitos, renunciaron de inmediato a sus cargos sin necesidad de manifestaciones populares contrarias. Él busca por todos los medios perpetuarse en el poder.

Debe irse porque alardea de lograr amistades con el exterior, cuando el único real por ahora es el caso Emiratos, y no fue orquestado por él sino obligado por la férrea mano de Donald Trump que lo precisa para sus asuntos personales.

Debe irse porque alardea de nuevos posibles acercamientos y habla de países que ni siquiera está claro en qué parte del mapamundi están ubicados, que no tienen la más mínima importancia económica o política, que algunos ni siquiera son países reconocidos por el resto de Europa u Occidente.

Debe irse porque se dedica exclusivamente a hacer cortinas de humo para ocultar realidades. Porque niega que en el futuro muy próximo los países árabes que hoy comienzan a saludarnos, mañana estarán equipados militarmente mejor que nosotros y ya sabemos cómo son de efímeras las amistades diplomáticas.

Debe irse porque no solucionó la situación en la frontera con Gaza, evitando al principio la invasión terrestre de Tzahal que querían los radicales de derecha del gobierno israelí, y ahora no sabe cómo parar los ataques constantes con globos incendiarios y misiles.

Debe irse porque no solucionó el problema de la frontera norte, pese a que es el momento ideal ya que el mundo se enteró de la explosión reciente en la capital libanesa atribuída al Hezbollah por negligencia.

Debe irse por haber demostrado ser el títere de unos pocos y no el gobernante de la mayoría, especialmente en el caso de la pandemia. Sus idas y venidas ya llevan en su haber más de 1.000 muertes por coronavirus y en cualquier momento sobrepasa en número a los muertos en las guerras desde 1948.

Debe irse por decretar un vergonzoso e inefectivo toque de queda en ciertos barrios coincidente con la hora en que la inmensa mayoría de las personas está en su casa cenando y luego durmiendo. O sea que no cambia en nada la probabilidad de contagio anterior a ese toque de queda. Lo que cambia es solamente que algunos negocios que tienen su pico de ventas en ese horario deban cerrar y posiblemente desaparecer.

Debe irse porque si bien es cierto que parte de la población no obedece las razonables instrucciones para evitar contagio, el motivo principal de la desobediencia es la falta de credibilidad en sus líderes y el rechazo a las actitudes de esos líderes encabezados por Netanyahu.

La democracia original, la de Platón y Aristóteles en la antigua Grecia, tenía como gobernante máximo al “epístates”, con poderes absolutos pero que duraba en su cargo solamente 24 horas y tenía la obligación de trabajar en equipo con gente competente.

El señor Netanyahu debe irse porque sus 24 horas ya están resultando eternas y el pueblo no lo tolera.

En síntesis, el señor Benajamín Netanyahu debe renunciar, y quienes lo sigan deberán efectuar las modificaciones necesarias en las leyes que regulan el acto electoral y la forma de gobierno para que no pueda repetirse todo lo malo que estamos sufriendo en los últimos muchos años.

El virus covid 19 es una pandemia, nuestra forma de ser gobernados es más dolorosa y también mortífera. La sabiduría popular inventó hace mucho esta frase: no hay mal que dure 100 años; la sabiduría de las generaciones siguientes le agregaron: ni cuerpo que lo aguante.

Usted sabrá qué pasos debe dar señor Netanyahu. Me pregunto: sabrá? Deberemos llegar a un extremo como en otras latitudes, que el cambio venga por parte de un golpe militar o una revolución popular armada?

Por Mauricio Aliskevicius
Rehovot – Israel

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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