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Las pruebas difíciles benefician al ser humano

El rabino Shimshón Refael Hirsch comenta el pasuk de nuestra sidrá: “Y aunque los hizo sufrir y pasar hambre, después los alimentó con maná, comida que ni ustedes ni sus antepasados habían conocido, para hacerles saber que no sólo de pan (lejem) vive el hombre, sino de todo lo que sale de los labios del Señor” (Devarim 8:3), siguiendo su peculiar estilo de rastrear las raíces de las palabras que aparecen en el texto. Así toma la palabra hebrea lejem, que se traduce pan, y nos enseña que para lograr su sustento los seres humanos deben luchar (niljam-niljamim, las letras de lejem son parte de la palabra miljamá -guerra) con la naturaleza compitiendo con otras criaturas.

El pan toma su materia prima de la naturaleza y necesita del intelecto humano para su transformación. Es la capacidad humana que gobierna sobre la naturaleza en sociedad con otros factores, y así los seres humanos crean los medios para su subsistencia.

De esta manera podemos interpretar el versículo citado de la siguiente manera: Abstengámonos, los humanos, de pensar que nuestro poder creativo es la única condición necesaria para nuestra existencia terrenal. De ninguna manera. Ese sentimiento de omnipotencia podría hacernos olvidar la mano del Creador, que es la razón del sustento. Cada rebanada de pan atestigua la providencia del Señor y su mano extendida hacia las creaturas…

Muchas veces, la preocupación por el pan puede convertirse en una búsqueda obsesiva de dinero que no tiene fin, y en un acopio del mismo y lo que no es menos grave, en la destrucción sistemática de las fuentes de la naturaleza que recién hace pocos años comenzamos a comprender que no son infinitas. La supervivencia de los seres humanos no depende únicamente del aprovechamiento de la naturaleza y de la labor de las personas, que está representada por “lejem“, sino que cada mandato de la Divinidad tiene la capacidad de alimentar y dar vida al alma humana. El pan, material que consumimos también es un derivado de la acción divina y no solamente producto de la preocupación humana.

Una de las razones del maná en el desierto, de acuerdo con lo que está escrito en la lectura de esta semana, fue para probar a los esclavos recién manumitidos que: “en el desierto los alimentó con maná, comida que los antepasados de ustedes no habían conocido, para afligirles y ponerlos a prueba, y para bien de ustedes al fin de cuentas“ (Devarim 8:16). El texto hebreo usa dos verbos, anotjá y nasoteja, que tradujimos ‘desesperarles y probarles’. Y continúa diciendo que ellos son “para el bien de ustedes”.

¿Cómo podemos comprender lo que nos desea enseñar la Torá?

Ramban-Najmánides, en su comentario sobre la atadura de Ytzjak en el monte, dijo que las pruebas son por el bien de la persona que está siendo probada, no por la persona que la realiza.

En nuestra parashá también, la prueba debe ser vista por el bien de las personas, no por el “mayor conocimiento” del Creador.

Una prueba elemental de ello la encontramos en Shemot 16:22-27 que podría interpretarse que la prueba de los israelitas es la prohibición de recolectar el maná en Shabat después de la doble porción que les llegaría en su víspera, “para que así pueda probarlos, para ver si seguirán Mis instrucciones o no” (Shemot 16: 4); Del mismo modo, en la lectura de esta semana: “para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” (Devarim 8: 2). Era el Creador el que debía saber lo que había en el corazón o es una manera bucólica de darnos a entender que cuidemos lo que sentimos porque Él lo sabe.

El secreto para estar en que todo ello es “solo para beneficiarlo al final” que es un componente fundamental de la fe judía; que nos enseña que la evaluación de la situación debe basarse en ver a largo plazo y no en datos obtenidos de una visión limitada del presente. Dado que la capacidad humana para evaluar el futuro es limitada, se deduce que adaptarse a situaciones de presión es una especie de dificultad, y la fe de que “todo lo que hace el Misericordioso es lo mejor” (Berajot 60b) debe servir como el punto de partida para cualquier examen de la realidad, particularmente cuando pasamos por momentos difíciles.

Aceptar las limitaciones del humano, que debe lidiar con una naturaleza divina que debería cuidar como se le ordenó al primer Adam para que no sea destruida, hace que la lucha por la obtención del sustento, deba realizarse en varios frentes. El más difícil de todos pareciera ser el enfrentarnos con nuestra ambición desmedida que nos absorbe totalmente y nos quita el espacio de la espiritualidad, a la que nunca llegaremos sin creemos en nuestra omnipotencia. El natural es el de la lucha que Sh. R. Hirsch nos plantea para sobrevivir.

Por ello viene la Torá y nos dice: no temamos a los desafíos. Si sabemos enfrentarlos como corresponde, al final del camino seremos los únicos beneficiarios, por lo que debemos aprender a agradecer también por los escollos que encontramos en el camino que nos harán mejores. Con fe, saldremos de la pandemia, luchando y seremos mejores. Con fe superaremos uno a uno todos los atascaderos y saldremos beneficiados

No sólo de pan vive el hombre

La lectura de esta semana contiene una de las frases más notables de la Torá: “Te humilló, te hizo pasar hambre, te dio a comer el maná que ni tú ni tus padres habíais conocido, para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de .A.” (Devarim 8: 3).

Este texto nos da mucho material para reflexionar.

La generación del desierto tuvo satisfechas las necesidades básicas que todo ser necesita: los alimentos, pero, sus vidas no fueron significativas. El largo recorrido por el desierto nos muestra cuánto vacío había en ella, cuánta amargura. Cuanto dolor y desesperanza.

Si necesitábamos demostración de ese proceso al que normalmente no le prestamos atención, la tenemos en estos días de pandemia, durante los cuales, muchos tienen satisfechas sus insuficiencias alimentarias e incluso han llenado las alacenas y las casas con alimentos y enseres que durarán muchos meses. En su momento, deberán arrojar al cubo de la basura parte de ese acopio porque vencerán sus fechas antes que alcancen a consumirlos.

Junto a ellos, otros muchos sienten la angustia provocada por la pérdida de los trabajos, y por la reducción de los ingresos que lleva a sus familias a un estado cercano al hambre. Son los carenciados, los que no encuentran manera de adquirir alimentos para sus familias y corren el riesgo de perder los techos sobre sus cabezas; que descubren que la asistencia social de los gobiernos apenas alcanza como medio de distracción y que la caridad de las personas no siempre se cristaliza para satisfacer las necesidades de los hambrientos. Otros son víctimas de la “reducción de personal” de las empresas o quitas a los salarios o ven cerrados quizás definitivamente las fuentes del trabajo.

Quienes gozan de la abundancia no se sienten completos porque han tenido que renunciar a muchos viajes que lo más probable no hubieran realizado. Se sienten vacíos, porque la nueva rutina les impide distraer su tiempo girando alrededor de sí mismos para no ver la futilidad de ese movimiento, particularmente cuando ya tienen los bienes materiales que fueron el objetivo de su vida. Están paralizados y quienes pueden huyen de sus hogares a lejanas playas prolongando vacaciones que no se pensaban tomar. Ahora descubren el sinsentido de muchas de sus actividades cotidianas, y la dificultad, casi nunca encarada, de poder experimentar la presencia de Dios en cualquier circunstancia que “Dios decrete” para nosotros en nuestras vidas.

El desafío en los días de la pandemia es descubrir el carácter espiritual que poseemos. Y con un poco de esfuerzo podremos darnos cuenta de que si tenemos suficiente fe en nuestro propio ser espiritual, cada uno de nosotros tiene la capacidad de pasar todas las pruebas que la vida nos ofrece.

Tuvo razón León Trotsky cuando afirmó, obviamente en otro contexto que: «La profundidad y fuerza de un carácter humano es definido por sus reservas morales. La gente se revela a sí misma completamente solo cuando es lanzada fuera de las condiciones de costumbre de sus vidas, pues solo entonces tienen que recurrir totalmente a sus reservas».

Nuestros dolores, nuestras penas, nuestras pérdidas, los anhelos y los sueños destrozados, yacen en su mayoría escondidos en los recodos difíciles de recorrer en nuestras vidas. Es ilusorio mirar a los demás, y encandilarnos con su belleza externa imaginándonos que todo debe ser perfecto en sus vidas.

La pandemia permite percibir más que en otros momentos que amistades se alejan, seres queridos mueren, y que nos encontramos luchando contra una enfermedad grave e incierta, Es notable la rapidez con que incluso las personas más positivas pueden verse repentinamente atormentadas por preguntas de “¿Por qué yo?” ya que sus vidas parecen sufrir un golpe tras otro.

En la lectura de la Torá de esta semana, Moshé nos dice que los cuarenta años en que sufrimos y deambulamos por el desierto buscando la tierra de la leche y la miel, fue una prueba divina. “Y te acordarás de todo el camino por donde el SEÑOR tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no Sus mandamientos” (Devarim 8:2).

Para la Torá, la vida misma es una prueba de fe, una prueba de nuestra voluntad de continuar a pesar de todas las dificultades, y descubrir lo que es verdaderamente valioso.

Ese es el desafío, y ahí es donde se descubre el carácter espiritual. Cuando nos damos cuenta de que si tenemos suficiente fe en nuestro propio ser espiritual superior, cada uno de nosotros tiene la capacidad de pasar todas las pruebas que la vida tiene para ofrecer.

Rabí Najman nos enseña que la brecha de tiempo entre: “A ti miran los ojos de todos”, y “a su tiempo tú les das su alimento”, y “abres tu mano, y sacias el deseo de todo ser viviente”, frases de Tehilim que decimos todos los días en Ashrey, crea un vacío en el tiempo dentro del cual estamos invitados a reflexionar. La dilación, el tiempo, la espera, -nos enseñó rabí Najman, tienen valor-. La respuesta a nuestra angustia “antes que me llamen, yo responderé; aún estarán hablando, y yo les escucharé.” de Yeshayahu 65:24, nos impide esa reflexión indispensable. No nos invita a observar por nosotros mismos y descubrir nuestro potencial para salir de todos los problemas, que la parashá nos invita también en nuestros días.

Sus irregularidades nos sorprendan y nos molesten

En Parashat Ekev, Moshé relata el trágico incidente de jet haeguel, -el pecado del becerro de oro-. Él dice que mientras todavía estaba en la cima del Monte Sinaí recibiendo la Torá, Dios le informó de lo que la gente había hecho y de su decisión de aniquilarlos. Entonces Moshé recuerda: “Me di vuelta y bajé de la montaña… y vi que he aquí que pecaste al Señor tu Dios, que hiciste una imagen tallada de un becerro” (9: 15-16).

El uso de la palabra hebrea “hinei” (“he aquí”) en este contexto parece, a primera vista, inusual. Este término se usa normalmente en referencia a algo inusual o inesperado. Por ejemplo, la Torá dice en Bereshit (29:25) que cuando Yaakov se despertó en la mañana después de su boda, “vehiné hi Lea”, descubrió que la mujer que estaba con él era Lea, no la mujer que él había pensado. Anteriormente en esa narración (29: 6), leemos que cuando Yaakov preguntó a los pastores de Jarán sobre Lavan, dijeron: “vehiné Rajel bito baa”, observando que su hija, Rajel, casualmente sucedió en ese momento, estaba en camino al pozo donde estaban reunidos. Y los profetas muy a menudo usan la palabra “hinei” para presentar sus profecías sobre cambios dramáticos de eventos que se desarrollarían en el futuro. En consecuencia, podríamos preguntarnos por qué Moshé usa este término en referencia a la vista de la adoración del becerro de oro mientras descendía del Monte Sinaí. Después de todo, Dios ya le había informado de lo que había sucedido, y por lo tanto, aparentemente, no había ningún elemento de sorpresa en la escena que Moshé viera. ¿Por qué, entonces, usa la palabra “vehiné”, lo que implica que la vista fue inesperada?

El Rebe de Tolna sugirió que el uso de la palabra “vehiné” en este contexto demuestra hasta qué punto Moshé miró positivamente a Israel y no lo consideró pecaminoso. Incluso después de haber sido informado por Dios mismo de que la gente había pecado, sin embargo, se sorprendió, de una forma u otra, cuando lo vio con sus propios ojos. Tenía a la gente en tan alta estima que la vista de la adoración del becerro lo sobresaltó a pesar de que ya le habían contado sobre el incidente. La palabra “vehiné” nos enseña a reconocer y realmente creer en la bondad inherente de otras personas, hasta el punto de que nunca esperamos que actúen mal. En lugar de saborear informes de comportamiento negativo y celebrar la caída de otra persona, debemos permanecer escépticos y dudosos, e incluso cuando se confirma el informe, debemos sentirnos desanimados y decepcionados. Deberíamos tratar de ver lo que es bueno y noble de los demás, en lugar de mirarlos con sospecha y negatividad, hasta el punto en que sus irregularidades nos sorprendan y nos molesten, y nunca es algo que anticipemos.

El sufrimiento por el que pasa el prosélito cuando cae en manos de delincuentes

La Torá en Parashat Ekev (10:19) reitera el mandato de “vaahavtem et haguer” – para mostrar afecto especial a los extranjeros que vienen a unirse a Am Israel, y agrega, “porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto”.

El Sefer Hajinuj (431) explica que esta cláusula adicional alude a la razón básica subyacente a este comando. Benei Israel había experimentado las dificultades de ser extranjeros, de vivir entre personas que eran muy diferentes de ellos y, por lo tanto, estaban en condiciones de simpatizar con la difícil situación de un extranjero que se une a su nación.

Si bien esto parece ser la comprensión simple y directa de esta mitzvá, el Rambam, sorprendentemente, parece indicar lo contrario. En Sefer Hamitzvot (asé 207), el Rambam escribe que Dios nos ordenó mostrar amor especial a un converso “porque ha entrado en nuestra Torá”. Del mismo modo, escribe en Hiljot Deot (6: 1), “Amar un extranjero que vino y entró bajo las alas de la Shejiná constituye dos mandamientos positivos… ”La implicación de los comentarios del Rambam es que esta obligación especial no surge de la consideración por la difícil situación y la posición desfavorecida del converso, sino más bien por el respeto y la reverencia que se debía a los conversos por su decisión de unirse a Am Israel y acercarse a Dios.

Se plantea la cuestión de cómo el Rambam entendió la conclusión de este versículo, donde la Torá misma explica la razón de esta prohibición: “porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto”. La Torá dice de manera similar en Sefer Shemot (23: 9), “No oprimas al extranjero, y sabes lo que se siente ser extranjero, porque eras extranjeros en la tierra de Egipto”. El significado simple de esta explicación es que se espera que Israel sea particularmente sensible a las dificultades que enfrenta por extranjeros que se unieron a su nación, porque habían experimentado las mismas dificultades durante su estadía en Egipto. Según el Rambam, sin embargo, este comando se basa no en la necesidad de sensibilidad a estas dificultades, sino en la admiración que debemos tener por los conversos.

La respuesta probable es que las dificultades que soportan los extranjeros deberían elevar nuestro nivel de aprecio y estima por su valiente decisión de unirse a nuestras filas. La gran admiración que debemos tener por los conversos se deriva no solo del hecho de que eligieron abrazar la Torá, sino también de los sacrificios que hacen al someterse voluntariamente a las dificultades que conlleva vivir como extranjeros en aras de abrazar la Torá. Y a ello hay que agregar el absurdo sufrimiento que todo el proceso provoca cuando está en manos de personas insensibles, o de delincuentes que desean usufructuar con el proceso de conversión. Por lo tanto, se nos ordena tratar a los conversos con afecto especial, no solo como una cuestión de sensibilidad, sino también, y, según el Rambam, principalmente, como una expresión de profundo respeto por los sacrificios que hacen, lo que debería servir de ejemplo para que nosotros sigamos la voluntad de hacer sacrificios difíciles por el estudio y la observancia de la Torá.

Respetar a las personas que cumplen con mitzvot aparentemente fáciles

Parashat Ekev comienza con la promesa de Dios de bendición y prosperidad en recompensa por la observancia adecuada de las mitzvot. Rashí, basado en el Midrash Tanjuma y otras fuentes Midráshicas, comenta que la Torá aquí se refiere específicamente a las “mitzvot kalot”, las mitzvot “ligeras” que las personas, en palabras de Rashí, tienden a “pisar”. Las recompensas prometidas aquí son reservadas para aquellos que observan fielmente no solo los mandamientos “principales” de la Torá, sino también aquellas mitzvot que la gente frecuentemente menosprecia y no cumple estrictamente.

Aquí Jaza¨l advierte contra la tendencia a sentirse contento con la adhesión a los preceptos fundamentales de la ley de la Torá, sin comprometerse con los detalles y complejidades aparentemente menos importantes. No tenemos derecho a “pisar” o descuidar ninguna mitzvá, como Ben Azay exhorta en Avot (4: 2), “Hevei ratz lemitzvá kala” – debemos “correr tras” y perseguir incluso las “mitzvot kalot” cuya importancia y valor son intuitivamente menos reconocidas.

Si bien Jaza¨l aquí nos advierte contra la tendencia a centrarnos en las mitzvot “principales” y descuidar los comandos “menores”, sus comentarios también son instructivos con respecto a la tendencia opuesta que a veces observamos entre aquellos que se centran solo en “mitzvot kalot” específicos, pero descuida las “mitzvot jamurot”. Aunque este enfoque es obviamente inaceptable, debemos reconocer el valor del “mitzvot kalot” que observan estas personas. Como incluso las “mitzvot kalot” están dotadas de gran importancia y valor, el valor del pequeño puñado de mitzvot “fáciles” realizadas por aquellos que generalmente no son observadores no debe descartarse.

No debemos menospreciar las mitzvot que realizan esas personas. El compromiso sincero y dedicado incluso para cumplir una “mitzvá kala” es digno de admiración y respeto, y Ben Azay, nos advierte que no miremos con desdén o desdén a las personas cuya observancia religiosa se limita a ciertas mitzvot “fáciles”. Dado que cada mitzvá es inestimablemente valiosa, no podemos descartar la importancia de incluso mitzvot aisladas realizadas por otra persona.

Significativamente, Ben Azay se enfoca en una perspectiva al instruirnos sobre nuestra propia conducta, y en la otra perspectiva en relación a cómo vemos a los demás. Para nosotros mismos, reconocer el valor y la importancia de cada mitzvá debe impulsarnos a seguir cada mitzvá y asegurarnos de observar adecuadamente incluso aquellos comandos que parecen menos importantes que otros. Significa que no podemos enorgullecernos complacientes por las mitzvot que realizamos correctamente si hay otras que no realizamos correctamente. Pero cuando se trata de evaluar a otras personas, este principio exige que respetemos y reconozcamos la importancia de incluso los actos de bondad aparentemente pequeños y simples que realizan. Mientras que para nosotros debemos ser exigentes e implacables en la búsqueda de la perfección, cuando se trata de otras personas debemos respetar incluso los logros más modestos y admirar todas y cada una de las mitzvot que defienden.

La bendición de gracias por los alimentos – discusión

La Torá en Parashat Ekev introduce la obligación de Birjat Hamazón al ordenar: “Comerás y te saciarás, y luego bendecirás al Señor tu Dios” (8:10). La obligación de la Torá de Birjat Hamazón entra en vigencia cuando uno se siente “saciado” y no cuando come. Y así, aunque el consumo de un kezayit (el volumen de una aceituna) constituye un acto halájico de “comer”, no es suficiente para la obligación de la Torá de Birjat Hamazón. Jaza¨l promulgó el requisito de recitar Birjat Hamazón incluso después de comer solo un kezayit, pero la obligación de la Torá depende de la experiencia de saciedad.

A la luz del hecho de que la obligación de la Torá no depende de la obligación estándar de halájica de “comer”, las autoridades halájicas abordan la cuestión de si esta obligación está sujeta a la regla estándar de “kezayit bijdei ajilat peras”. La definición halájica estándar de “comer” depende no solo de la cantidad de alimentos consumidos, sino también del marco temporal. Es decir, requiere comer un kezayit dentro del período de “ajilat peras”, que la mayoría de las autoridades halájicas han definido como cuatro o nueve minutos. Se plantea la cuestión de si la cantidad de “saciedad” debe consumirse dentro de este plazo para que la obligación de la Torá de Birjat Hamazón surta efecto. Aparentemente, una vez que se ha determinado que Birjat Hamazón no depende de los parámetros halájicos de “ajilá” (comer), no debería existir tal requisito. De hecho, Kneset Hagdolá (citada por el Maguén Avraham, 210: 1) sostiene que la obligación de la Torá se aplica incluso si uno no come la cantidad requerida dentro del período de “ajilát peras”. Alguien que come saciedad contrae la obligación de recitar Birjat Hamazón sin importar cuánto tiempo le tomó comer esta cantidad.

Sin embargo, el Maguén Avraham no está de acuerdo y exige que la comida se coma dentro del período de “ajilát peras” para que la obligación surta efecto. Sin embargo, no está claro hasta dónde llega el Maguén Avraham en disputa sobre el fallo de Kneset Hagdolá. Mishná Berurá (210: 1) entendió que el Maguén Avraham significa que “ajilát peras” nunca es un factor con respecto a la obligación Birjat Hamazón. Sin embargo, el Peri Megadim (Eshel Avraham, 210: 1) establece una distinción interesante: entre la obligación de la Torá de Birjat Hamazón y el requisito rabínico. Como se mencionó, la obligación de la Torá surte efecto solo si uno come la cantidad de saciedad, mientras que Jaza¨l promulgó el requisito de recitar Birjat Hamazón incluso después de comer solo un kezayit. Según el Peri Megadim, el Maguén Avraham reconoce que si una persona solo comió un kezayit, debe recitar Birjat Hamazón solo si comió el kezayit dentro del período de “ajilát peras”. Una vez que Jaza¨l requirió recitando Birjat Hamazón después de comer solo un kezayit, este requisito depende de la definición halájica de comer, y por lo tanto surte efecto solo si uno come un kezayit dentro del período de “ajilát peras”.

Otra pregunta intrigante surge en una situación en la que uno come un kezayit dentro del período de “ajilát peras” y luego continúa comiendo después de este período hasta que alcanza la saciedad. Mishná Berurá escribe que la persona en este caso tiene la obligación de la Torá de Birjat Hamazón, ya que ha cumplido ambas condiciones: realizó un acto halájico de ajilá al comer un kezayit dentro del plazo requerido, y también ha logrado saciedad. El Minjat Jinuj (430), sin embargo, cuestiona este punto. Él plantea la posibilidad de que la “ajilá” halájica y la saciedad deben ocurrir simultáneamente, lo que significa que uno debe comer la cantidad de saciedad dentro de un período de “ajilát peras”. Mientras que Mishná Berurá sostuvo que la obligación surte efecto incluso si uno realiza un acto halájico de “ajilá” seguido de la experiencia de saciedad, el Minjat Jinuj consideró la posibilidad de que la experiencia de saciedad debe ocurrir a través de un acto halájico de “ajilá” para que la obligación de la Torá surta efecto.

Al amor no hemos llegado

“Y será que, por haber oído estos derechos, y guardado y haberlos puesto por obra, guardará contigo .A. tu Dios el pacto y la misericordia que juró a tus padres; Y te amará, y te bendecirá, y te multiplicará, y bendecirá el fruto de tu vientre, y el fruto de tu tierra, y tu grano, y tu mosto, y tu aceite, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas, en la tierra que El juró a tus padres que te daría” Devarim 7:12-13
La parashá de esta semana trata en sus 111 versículos, diversos temas.
Hoy recurriremos a un comentario de Ovadia Sforno, el gran exégeta bíblico que muriera hace 457 años, que al llegar a Roma estudió filosofía, matemáticas y lingüística, pese a que su profesión más importante fue la medicina. Profesión que no le alcanzó para ganar su sustento ni para pagar las deudas contraídas con su hermano Jananel que le ayudó en sus gastos, por lo que tuvo que cambiar de ciudades hasta asentarse en Bologna cerca de los Apeninos, donde al fin pudo dedicarse también al estudio y a la enseñanza de la Torá.
Fiel a su interpretación cercana al texto, nos dice que no hay en los primeros versículos de la parashá una declaratoria respecto al beneficio que nos tocaría por haber cuidado las mitzvot de .A… No hay aquí un enunciado como el de algunos padres o maestros que dicen, “si se van a portar bien, y harán lo que yo les digo, yo les daré un premio”. Los hijos de Israel, dice Sforno deben cumplir con los preceptos por el amor que sienten a Dios, sin pensar en la gratificación y recién entonces recibirán como consecuencia que .A. cumpla con ustedes, su parte del Pacto.
El Pacto será cumplido por .A. en todas las generaciones tal como lo prometiera en Bereshit 17:7: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu simiente después de ti en sus generaciones, por alianza perpetua, para serte a ti por Dios, y a tu simiente después de ti”.
Es producto del contacto directo entre .A. y el pueblo de Israel. Contacto que es eterno, imperecedero e indestructible. Tal como aprendemos de Qohelet 3:14: “He entendido que todo lo que Dios hace, será perpetuo: sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y Dios lo hace, para que delante de Él teman los hombres”.
Hay dos posibilidades de contacto: uno – directo, el otro con intermediación. Los que están en presencia de .A., reciben el reconocimiento en el Mundo por venir y los últimos en forma inmediata. La Torá, nos dice Sforno, recuerda que .A. cuidará de la misericordia que les debe a los Patriarcas, independientemente de cumplir meticulosamente el Pacto signado por Él con el pueblo.
Hay dos maneras de cumplir con un pacto, la una es seguir los procedimientos legales, esperar hasta el último momento, iniciar juicios, discutir, lagrimear, insultar, y al final se cumple. Hay otra, que es el cumplimiento del pacto por amor. No necesita de recordatorios. Se hace con alegría. Con pasión. Cuando hay amor, nadie reclama el cumplimiento de ningún pacto. Ni hace falta. Y, si alguien se atrasa, el otro sabe que no fue por mala voluntad. Espera incluso hasta el mundo venidero.
Veamos –dice Sforno- los versículos de la parashá anterior: “Conoce, pues, que .A. tu Señor es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta las mil generaciones” (9:7).
Como vimos más arriba Sforno al final encuentra su lugar en la ciudad de Bologna donde se asienta pero su comunidad, como tantas otras en el mundo y en la historia judía, se divide en grupos y ello le afecta personalmente provocándole un grave dolor. Pero, el sabio, médico de cuerpos, es también curador de almas y es optimista acerca del fin de los conflictos entre su propia gente.
Para poder llegar a los objetivos entiende es necesario cumplir con la Ley, con el Derecho, con las Normas.
“ El rey que actúa con justicia afirma la Tierra”; cita a Mishlé 29:4, para entender sus caminos y para ilustrar los nuestros.
“ Cuidarán de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que vivan, sean multiplicados y entren a poseer la tierra que .A. prometió con juramento a sus padres”, leímos en el primer versículo del octavo capítulo de Devarim, sin desesperar, con fe y con amor, ya que en su momento llegará el cumplimiento de la Promesa Divina.
En nuestros días, esta lectura simple del texto según el gran comentarista italiano, no ha perdido actualidad.
Seguimos discutiendo aquí en Israel y en cada uno de los países de la Golá, cuándo se podrá ver cumplido el compromiso divino. Exigiendo siempre a la Otra parte lo que no somos capaces de exigirnos a nosotros mismos, nunca además satisfechos por lo obtenido, y por lo general incapaces de verlo.
Es una muestra de falta de fe, sin duda, pero, peor aún, es una demostración de la falta de amor incondicional. Nos quejamos del concepto del temor reverencial, y exigimos poder servir con amor. Pero, el temor, como el dolor, esos medios defensivos tan importantes nos han abandonado, pensando que somos superhombres, y por ello fracasamos y no somos capaces de defendernos de nuestros enemigos externos ni de aquellos que nos acosan desde dentro de nosotros mismos. Pero, al amor no hemos llegado ni por lejos.
De pronto pensamos que nuestros triunfos y alcances son producto de nuestra propia capacidad sin entender que los hemos recibido como don o que nuestros fracasos son consecuencia de habernos quedado solos, abandonados de la mano de .A.
Y viene nuestra parashá y nos convoca a entender la importancia de la normatividad y de nuestras obligaciones en el pacto bilateral que firmamos, para cumplir con amor nuestras obligaciones sin esperar el premio, sabedores que el pacto es eterno.
El Vehayá del Shemá que nos aparece en la parashá nos obliga a elegir.

Y si eligiéramos correctamente, (Devarim 11: 22-25), -“… si guardaren cuidadosamente todos estos mandamientos que Yo les prescribo para que los cumplan, y si amaran a .A., su Dios, andando en todos sus caminos y siguiéndolo a Él, .A. también echará de su presencia a todas estas naciones, y desposeerán a naciones grandes y más poderosas que ustedes. Todo lugar que pise la planta de su pie será de ustedes… Nadie se sostendrá delante de ustedes; miedo y temor de ustedes pondrá .A., su Dios, sobre toda la tierra que pisen, como Él ha dicho”.

Esta es la bendición por el amor. Este es el refrendo y la revalidación del Pacto.

El Bien y el Mal

En la lectura de esta semana, Moshé continúa con sus palabras de despedida del pueblo judío de su época, enviando mensajes también para nosotros.

Esta parashá contiene el segundo capítulo del Shemá, en el que .A. repite, en otras palabras, todo el bien y todo lo malo que nos sucederá como consecuencia de la manera según la que nos sometamos a las normas que recibimos.

Son muchas las dificultades para quien recita el texto de Vehayá im Shamoa, que es uno de los fundamentales del judaísmo y lo hace de corazón, entendiendo las palabras y los conceptos. No es fácil recitar los versículos amenazantes. No en vano, con sabiduría sin igual, en las congregaciones sefardíes en las que las oraciones se leen en voz alta, al llegar a ellas se produce un profundo silencio. Las predicciones negativas se ocultan. No se hacen de dominio público.

“Y sucederá que si obedecen mis mandamientos que les ordeno hoy, de amar a .A. su Dios y de servirle con todo su corazón y con toda su alma, El dará a la tierra de ustedes la lluvia a su tiempo, lluvia temprana (de otoño) y lluvia tardía (de primavera), para que recojas tu grano, tu vino nuevo y tu aceite. Y El dará hierba en tus campos para tu ganado, y comerás y te saciarás”.

Hasta aquí no hay mayor problema, los versículos (11:13-15), suenan agradables a nuestros oídos. Pero, a partir del 16: “Tengan cuidado, no sea que se engañe su corazón y se desvíen y sirvan a otros dioses, y los adoren. “ No sea que la ira de .A. se encienda contra ustedes, y cierre los cielos y no haya lluvia y la tierra no produzca su fruto, y pronto perezcan en la buena tierra que .A. les da”.

Suenan amenazantes. Son difíciles de entender después de la exigencia de amar a .A. con nuestro corazón. Pero, en lugar de amenaza podemos encontrar en ellos una advertencia educacional. La diferencia es sutil, pero importante. Un rav explicaba el ejemplo de un hombre que está caminando cerca del borde de un acantilado, distraído y no percibe su caída inminente. Alguien lo ve, y en voz alta le exige perentoriamente que se detenga. Si regresa a tiempo, se le puede tomar de la mano y una vez pasado su susto, indicarle la senda segura. Si no puede o si no desea escuchar la voz, o si no la entiende, o si se desentiende del peligro caerá irremediablemente al precipicio.

Nosotros recorremos diariamente caminos sinuosos, olvidando a menudo las diferencias entre el Bien y el Mal. Nuestra manera de observar las mitzvot que son los hitos en el camino que indican la senda del Bien, se vuelve mecánica, rutinaria, y casi distraída. Perdemos la noción del tiempo y del espacio. Postergamos acciones importantes para cuando tengamos tiempo pero el tiempo no llega. Y, entonces, viene este texto. Difícil. Nadie desea que le llamen la atención y lo lleven a la realidad cuando camina abstraído y embelesado por el paisaje, sin mirar la ruta y sus peligros. Esto es qué está colocado con letras rojas en el texto. No debemos descuidar nuestra alma y nuestro ser en la omnipotencia de pensar que por ser como somos estamos exentos de castigo. Las mitzvot son instrucciones son el manual de la ruta que nos llevará al bien. Si las seguimos, obtendremos placer, si las descuidamos, experimentaremos dolor. No es una amenaza es una advertencia. Apenas pues el hombre oculto no puede detectar el peligro que él era adentro si tendríamos caminó lejos de usted, no podemos detectar el peligro espiritual que llevamos dentro de nosotros si caminamos lejos de .A…

En esta nueva perspectiva, podremos recitar el Shemá completo dos veces al día y continuar sirviendo a .A. por amor, y no por temor. Podremos convertir esas palabras tan difíciles en una lección educativa como señales que nos previenen del peligro. Así lo establece el mismo texto a partir del versículo 18: “Graben, pues, estas mis palabras en su corazón y en su alma; átenlas como una señal en su mano, y serán por insignias entre sus ojos. “ Enséñenlas a sus hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes “Y escríbelas en los marcos de las puertas de tu casa y en los portones, para que tus días y los días de tus hijos sean multiplicados en la tierra que .A. juró dar a tus padres, por todo el tiempo que los cielos permanezcan sobre la tierra”.

Pero, tenemos otra perspectiva más. Es la que nos brinda el profeta Yeshayahu en el capítulo 54:7-8 del texto que nos legara. Allí nos da la solución al enigma, “Por un breve momento te abandoné, pero con gran compasión te recogeré. En un acceso de ira Escondí Mi rostro de ti por un momento, Pero con misericordia eterna tendré compasión de ti,” Dice tu Redentor .A.

Según ella, no debemos perder nuestra fe ni nuestra esperanza en momentos difíciles. Parashat Ekev acontece siempre en las siete semanas de consuelo por la destrucción del Templo y la salida obligada de los judíos de su tierra. El texto del Shemá debe completarse con lo que nos enseña Yeshayahu. Sin duda seremos recogidos con compasión. .A. que no tiene ira como los humanos, se eclipsa de nuestra presencia por las interferencias que colocamos en la comunicación con El por nuestra inconducta. Pero, con su compasión nos quitará los castigos y viviremos y seremos felices.

Por el rab Yerajmiel Barylka

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