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Lo que no mata a Europa, la fortalece

La pandemia del COVID-19 le dio una mayor fuerza al debate sobre el futuro de la Unión Europea. La fallida acción inicial de la organización supranacional para coordinar las políticas sanitarias de sus países miembros generó una mayor duda sobre su efectividad y utilidad.

Uno de los grandes problemas de la estructura de la Unión es la existencia de áreas de política, cómo salud o política fiscal, que dependen de los países miembros, y áreas que han sido delegadas a Bruselas, cómo la política monetaria o aduanera. Siendo la política sanitaria potestad de los Estados ha dificultado enormemente la posibilidad de actuación conjunta, al igual que la política fiscal dependiente de cada gobierno a complicado los esfuerzos de recuperación.

Sin embargo, durante los largos meses de coronavirus se estuvo trabajando en un programa de recuperación muy ambicioso. En marzo, el Consejo Europeo había hecho historia al aprobar un paquete de ayuda fiscal por 37 mil millones de euros, el más grande hasta el momento. Pero ese paquete se ve opacado por el programa aprobado este lunes en la primera cumbre presencial desde el comienzo de la cuarentena.

Luego de cuatro días y cuatro noches de discusiones en una cumbre que se esperaba que durara la mitad, el Consejo Europeo aprobó el lunes pasado un Fondo de Recuperación, llamado Next Generation EU, por 750 mil millones de euros, al mismo tiempo que aprobaron el presupuesto de la Unión 2021-2027. Aunque aprobado por los líderes europeos, todavía debe ser aceptado por el Parlamento que, si bien tiene varias reservaciones, no posee tanto poder para cambiarlo.

Antes de hablar de la composición del fondo, que tiene algunas implicancias interesantes, quiero mencionar primero algunas de las dificultades y obstáculos que debieron ser sorteados para llegar al acuerdo, que reflejan los problemas de la Unión. En primer lugar, fuertes cruces entre Países Bajos y, Hungría y Polonia demostraron las tensiones en torno al imperio de la ley, la supremacía de la ley sobre cualquier órgano gubernativo. Hungría, ya considerado un autoritarismo, y Polonia en continuo degradamiento de su democracia, son dos piedras en los zapatos europeos. Los Países Bajos, entre otros, buscan actuar más contundentemente contra ellos, exigiendo que el imperio de la ley sea una condición fundamental para acceder al fondo. Estos reclamos quedaron finalmente de lado en el acuerdo, aunque se ha pedido a la Comisión resolver el problema de la decadente democracia en esos países.

Por otro lado, mientras Alemania y Francia proponían un acuerdo aún más ambicioso y con enormes cantidades de subsidios, un grupo de países, conocidos como los cuatro frugales, que incluye a Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Austria, presionaron por un acuerdo más pequeño, donde tuviesen menos peso los subsidios frente a los préstamos.

La clave para la consecución del acuerdo fue la alianza franco-alemana. La buena relación y apoyo mutuo entre el presidente Macron y la canciller Merkel no es una excepción, sino que toda la Unión Europea está construida sobre la base de la alianza entre Berlín y París. La integración europea comenzó en el período de posguerra para atar los destinos de ambos países evitando un nuevo estallido en una tan contendida frontera. En gran parte, las propuestas de mayor integración responden al esfuerzo de estos países por mantenerse unidos ellos, por miedo al terrible pasado de enemistad. Esto explica por qué Francia y Alemania proponían un fondo más grande, y también por qué trabajaron para evitar las otras dos dificultades, otorgándoles a los frugales recortes en sus contribuciones al presupuesto.

Ahora sí, el fondo de recuperación está compuesto por 390 mil millones de euros en subsidios y 360 en préstamos. A pedido de los cuatro frugales, los subsidios serán entregados con la condición de que los países adopten un plan de recuperación, incluyendo transiciones digitales y ecológicas, que en algunos casos deberán ser acompañadas por reformas laborales y jubilatorias.

El fondo será financiado por deuda conjunta de la Unión Europea que se pagará hasta 2058. Los prestamos luego serán devueltos por los Estados, pero los subsidios tendrán una financiación distinta, que es una gran novedad para la Unión. Bruselas tiene un plan llamado “Nuevos Recursos Propios” que busca comenzar a cobrar impuestos directamente. Si bien hay aún poco acuerdo sobre gravámenes cobrados por la Unión, si se aprobó un impuesto al plástico, dirigido a los embalajes plásticos no reciclables.

Este último punto es tiene una importancia fundamental. Hasta ahora, la participación de Bruselas en la recaudación de impuestos se limitaba a la armonización de las normativas, pero no cobraba directamente. Este nuevo impuesto abre el camino para extender las facultades de la Unión en esta área, otorgándole, lentamente, una política fiscal. Si bien Francia y Alemania debieron restar importancia a la cuestión del imperio de la ley para garantizar el apoyo de Hungría, Polonia y otros países del este, con sus graves consecuencias, consiguieron dar un enorme paso en la integración europea. Aunque aún tienen varias piedras en sus zapatos, Europa sigue caminando, no solo sobreviviendo a la pandemia, sino que más fuerte, más facultada para enfrentar futuras crisis, y, probablemente, más verde.

Por Ezequiel Naidich

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