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“Este fallo validó el derecho internacional, la diplomacia y la política”

El agente chileno, quien lideró el equipo que enfrentó la demanda marítima boliviana, accedió a una entrevista con La Palabra Israelita, en la cual evaluó las consecuencias del veredicto, asegurando que, además de ser un triunfo para Chile, es una victoria para la diplomacia y el derecho internacional.

Varios medios de prensa hablaron de “la goleada de La Haya”. Se referían, obviamente, al fallo de la Corte Internacional de Justicia, que validó la tesis chilena frente a la demanda marítima boliviana, por un expresivo 12-3.

Y en esta goleada el héroe de la jornada fue el abogado Claudio Grossman, quien, en su calidad de agente, coordinó la defensa chilena los últimos dos años.

Había que entrevistarlo entonces y, dada su reciente presencia en el servicio de Iom Kipur en el Círculo Israelita, Grossman accedió a una conversación con el semanario judío de Chile, a través de una entrevista que se movió entre su experiencia en derechos humanos y derecho internacional y los entretelones del juicio en La Haya.

Grossman, nacido en Valparaíso al alero de una familia de inmigrantes judíos, estudió en el Liceo Eduardo de la Barra y se graduó de abogado en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, donde ya mostraba sus dotes políticas, pues fue presidente del Centro de Alumnos. Los avatares de la política lo llevaron a trabajar en la Unidad Popular con el Ministro Fernando Flores, y luego estuvo exiliado en Holanda por 10 años, donde se doctoró en Derecho Internacional y fue profesor en la Universidad de Utrecht. No siendo aún autorizado para volver a Chile, fue como profesor Fulbright a los Estados Unidos, donde pasó a ser profesor de la Escuela de Derecho de Washington de American University y posteriormente su decano, cargo que ocupó por 21 años, hasta el 2016. Con la recuperación de la democracia en Chile, fue presentado y elegido en destacados cargos internacionales que desempeñó en conjunto con sus actividades académicas. Fue miembro y Presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, miembro y Presidente del Comité contra la Tortura de la ONU, así como de todos los órganos de Tratados de la Organización Universal. Durante 8 años fue miembro del Comité de Control de los Archivos de Interpol. Además, fue elegido en el 2017 por un período de 5 años como miembro de la Comisión de Derecho Internacional de la ONU. Previo a asumir como agente, Grossman participó como abogado y co-agente en la representación jurídica de Chile ante la Corte Internacional de Justicia.

-Claudio, en su trayectoria profesional usted ha estado vinculado a distintos temas, entre ellos el derecho internacional y los derechos humanos. ¿En cuál de estos dos ámbitos se ha sentido más pleno y realizado?

-Efectivamente, he estado vinculado al derecho internacional en general, a los derechos humanos, a la educación legal y a las relaciones internacionales.

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Creo que estos temas están conectados. En cierta forma, hablar de derechos humanos es hablar de estado de derecho, separación de poderes, principio de presunción de inocencia, no discriminación, etc. Por eso, es difícil inclinarse por un área u otra.

-¿Qué representa el derecho para usted?

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-Para mí, el derecho tiene un gran valor en el desarrollo de las sociedades. En toda sociedad hay diversas formas de adoptar decisiones. Por mencionar algunas: quien tiene más poder, otras basadas en la interpretación de la voluntad divina y otras (sobre todo asiáticas) en la búsqueda de armonía social y colectiva. Veo como una conquista de la civilización que optemos por una diferente a todas ellas, a saber, tomar decisiones sobre la base de normas objetivas que se aplican a todos, sin discriminación. Esto no excluirá que haya debates sobre la aplicación y modificación del derecho, pero estos son transparentes y no pueden excluir la racionalidad.

-¿De dónde viene su vocación por los derechos humanos?

-Mi padre fue torturado en Chile y él ni siquiera estaba metido en política. Por ahí se dijo que mi padre había sido miembro del Partido Radical, pero eso no es cierto. Mi padre ni siquiera votó por Allende, y cuando tuvo una inscripción política fue en el Partido Liberal, que después desapareció. Él simplemente era médico y director de hospital, y lo metieron preso en septiembre de 1973, porque se negó a ir a huelgas médicas que precedieron el golpe de 1973, pensando que ese tipo de acciones afectaba a los pacientes. Y, por otro lado, mi mamá, Berta Guiloff, que era profesora, fue expulsada de la universidad sin razón alguna. Como refugiado no pude volver a Chile por 14 años. Entonces, la verdad es que tengo alguna sensibilidad especial por el tema de los derechos humanos, fuera de que conocí a mucha gente que desapareció, fue torturada. Todo esto me permitió comprender la importancia del derecho como norma de conducta, porque al final hay una relación directa entre el derecho y la protección de los derechos humanos. Para mí ha sido esencial ver los derechos humanos como un valor universal que se aplica a todos sin discriminación. En la vida profesional he decidido o tomado casos sin preguntarme nunca la afiliación política de una víctima. En Chile no dudé, por ejemplo, tomar el caso de la impunidad por el asesinato del senador Jaime Guzmán, cuyas ideas no compartía. Quiero señalarle además que los crímenes cometidos en la Segunda Guerra Mundial fueron la razón del desarrollo del sistema universal de derechos humanos y siempre fue para mí una razón y motivación central en mis acciones.

-¿De qué manera se da la relación entre derecho y derechos humanos?

-Cuando alguien es imputado de un crimen hay que juzgarlo, y si es culpable aplicarle todo el peso de la ley. Quien ha cometido un crimen no puede salir impune. Es inaceptable tirar a personas desde aviones o hacerlas desaparecer. Como reflexión general hay que decir que incluso las personas que han tenido las peores conductas en este mundo tienen derecho a un juicio.

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Y esto no es puro idealismo, porque en los momentos de tensión y de polarización se producen excesos, pero años después viene la pasada de cuenta. En este contexto, yo creo que el derecho es una forma importante de moderación y, en especial el derecho internacional, ya que hay instancias en las que el derecho local fracasa, sobre todo cuando impera la polarización extrema.

-¿Nos podría mencionar un ejemplo?

-El holocausto de seis millones de judíos, un millón de gitanos, 300 mil personas con discapacidades y millones de no combatientes, demuestra que hay momentos en que las normas internas no son suficientes para proteger a las personas, y de ahí deriva la importancia del derecho internacional.

-Pero en el Holocausto el derecho internacional no funcionó…

-Efectivamente, después del Holocausto se generaron las normas fundamentales relativas a los derechos humanos. El exterminio de judíos, gitanos, discapacitados y opositores, la discriminación racial y política, generaron una reacción mundial muy potente, orientada a establecer que todos somos seres humanos con los mismos derechos, y, por lo tanto, cuando los resguardos internos fracasan debe activarse un orden internacional que asegure los derechos humanos y proteja a las personas. Así surgió la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1949, que fue la fuente de todo el sistema internacional de protección en desarrollo.

Victoria en La Haya

Grossman explica que al ser nombrado agente para defender a Chile en La Haya lo embargó un sentimiento de gran responsabilidad por la naturaleza del desafío y por lo que estaba en juego. “Bolivia había pedido una obligación de resultado, o sea, negociaciones hasta lograr un trozo de territorio chileno con soberanía para ellos. Yo conocía bien el caso, porque ya era coagente, tanto con Felipe Bulnes como con José Miguel Insulza. Por eso, tenía la confianza de que íbamos a prevalecer en este proceso, porque teníamos los argumentos y la capacidad organizativa. Desde luego, los resultados no se pueden garantizar nunca frente a una corte, pero yo tenía confianza en la solidez de nuestros argumentos…

-Más allá de ser el rostro de Chile en el Tribunal, ¿cuál es la función del agente?

-En primer lugar, el agente le da una dirección a la defensa jurídica, seleccionando y coordinando a los equipos nacionales e internacionales, definiendo los asuntos estratégicos del juicio, seleccionado los argumentos que se expondrán, combinando lo histórico con lo jurídico, jerarquizando las opiniones y presentaciones, etc. Un segundo tema es la creación de un espacio de discusión que sea muy libre, donde los abogados e historiadores que están en el caso puedan expresarse tranquilamente para generar una discusión sana, donde nadie se sienta ofendido o desacreditado. Es importante tener una composición de equipos con diversidad, gente que piense de distinta forma, que provenga de distintas ideologías, de distintos enfoques jurídicos e incluso distinta composición de género, porque de lo contrario uno tendría una caja de herramientas que tiene puros tornillos. Y, finalmente, viene una parte operativa, o sea, definir quién va a hablar, cuánto rato, en qué orden, etc. La organización es un tema fundamental en Holanda, donde yo viví muchos años, y sé que allá se juzga una actividad dependiendo de si fue bien organizada o mal organizada. La Corte podía decidir los alegatos orales en cualquier momento, así que teníamos que estar bien organizados, con mucha anticipación, y de hecho ya en noviembre del año 2016 estábamos preparados con la selección de los abogados y los temas que iba a presentar cada uno.

-¿Y cómo se aborda el tema de la coordinación con las autoridades políticas, donde a veces surgen algunos otros factores que son adicionales a lo netamente jurídico?

-Acá debe regir un principio general que es el de preservar un espacio importante para la acción jurídica -cuyo objetivo es ganar el caso- sin que consideraciones de política interna desvíen del objetivo. En ese sentido, una labor importante para el agente es minimizar cualquier interferencia. Afortunadamente, esta no fue una tarea difícil, porque tanto Heraldo Muñoz como Roberto Ampuero nos dieron los espacios, las contribuciones y el interés para desarrollar nuestra labor sin ningún problema. Además, al gobierno le corresponde la dirección política del caso -incluyendo temas con aspectos jurídicos (ejemplo, involucrar a terceros países). Todos lo hicieron muy bien.

-Cuéntenos la firme: ¿usted se sorprendió con el fallo?

-La verdad hubo algunos elementos… Pero nosotros esperábamos este resultado, aunque no sabíamos si sería 12 a 3, un poco más o un poco menos. Teníamos confianza en los argumentos de derecho internacional que habíamos identificado en el desarrollo del proceso.

-¿Se emocionó al escuchar el veredicto?

-¡Si! La Corte iba paso a paso. Primero la Corte rechazó que una obligación de negociar resultara de las relaciones bilaterales entre Chile y Bolivia, pero faltaba el pronunciamiento final sobre si esa obligación surgía de las Naciones Unidas o de la OEA. Cuando finalmente llegamos a la OEA, y la Corte mantuvo su rechazo a la postura boliviana, supe que habíamos ganado, aunque faltaba el tema de la acumulación, pero este solo era relevante si la Corte no hubiera rechazado todos los argumentos de Bolivia. Al llegar a ese punto a todos nosotros se nos apretó la garganta y fue un momento muy emocionante, pero había que mantener la cara de palo…

-¿Qué le parece la estrategia de armar un caso, de generar conceptos como el derecho expectaticio y en cierta medida abusar de los espacios que otorga la Corte, en vez de dialogar en forma bilateral?

-Este fallo de La Haya tiene una importancia que va más allá del caso entre Chile y Bolivia, porque reafirmó el valor del derecho internacional para los efectos de establecer derechos y obligaciones de los estados. Quien lea este fallo acuciosamente entenderá que hay que ser muy riguroso en el análisis del derecho internacional, donde efectivamente puede haber interpretaciones distintas, pero las frivolidades, las exageraciones y la politización pueden traer consecuencias serias, como las que hubo acá. Además, este fallo validó el derecho internacional y validó la diplomacia y la política, porque si se hubiera decidido que de cualquier conversación surge una obligación, entonces no podría conversar más ningún Estado con otro. Y, por último, para Chile, el fallo es importante por el hecho que Bolivia presentó a nuestro país como agresor. El pronunciamiento de la Corte rechaza la negativa imagen que se trató de dar de Chile.

-¿Tuvo algún momento amargo durante el desarrollo del caso?

-Bueno, yo estaba trabajando en este caso con mi hija, Nienke Grossman, profesora de derecho internacional, graduada de Harvard. Pero en el momento en que me nombraron agente, Nienke renunció inmediatamente a trabajar conmigo, porque no estaba dispuesta a dar ninguna apariencia de impropiedad, trabajando con su padre. Confieso que fue bastante duro para mí.

-En Chile lo han recibido como héroe y también la comunidad judía está muy orgullosa de su trabajo. Lo vimos en Iom Kipur participando en el servicio del Círculo Israelita. ¿Hay posibilidades de que se quede en Chile, lo seguiremos viendo en la comunidad, cuáles son sus planes?

-Por mis labores internacionales paso mucho tiempo fuera de Chile. Además, me eligieron para formar parte de la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas, y eso implica estar tres meses en Ginebra. Además, tengo mi señora, dos hijas y 4 nietos en Washington. Entonces, voy a estar entre Ginebra, Washington y Chile. Ya que no pude estar con mi familia directa, agradezco a la comunidad que me haya acogido durante el Día del Perdón, especialmente porque tiene múltiples significados para mí, recordar a mis abuelos, a mis padres y reflexionar sobre mí vida.

Así concluye la entrevista, pero estaremos nuevamente con Claudio Grossman en el mes de diciembre, en un homenaje que la hará la CJCh en el Círculo Israelita de Santiago.

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