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La Indiferencia Moral

La fatídica noche de la “Kristallnacht” fue un indicio acabado de que la situación de los judíos no le interesaba a los alemanes; el hecho reforzó el convencimiento de los jerarcas nazis que la conducta adoptada por los distintos grupos sociales respecto de la ideología nazi y de la propaganda antisemita había sido un éxito.
Los dirigentes vieron claramente que el ciudadano alemán estaba preocupado por otros menesteres de su vida cotidiana y manifestaba una absoluta indiferencia hacia los judíos, actitud que facilitó al gobierno llevar a cabo su política y su acción antijudía.
Los “otros alemanes”, quienes no adherían a las ideas nacionalsocialistas ni defendían la tiranía, relativizaron la situación, desdramatizaban y sugerían que había que resistir y esperar que la tormenta hitleriana pase. Quienes no comulgaban con esta metodología, los que sintieron repulsión por las atrocidades cometidas, no se lamentaban tanto por las víctimas, sino sostenían que tales actitudes no eran dignas de una Alemania ilustrada y de una nación culta.

Lo que les horrorizaba era el método, no el destinatario. Para los judíos, la trágica noche los convenció, definitivamente, que para ellos “Alemania había dejado de ser Alemania”.
La radicalización hacia los judíos no encontró ninguna oposición significativa, incluso los líderes de las distintas iglesias cristianas guardaron silencio, ninguna elevó una protesta formal. Los líderes sociales y políticos que se levantaron contra el atropello, los curas y pastores que tuvieron el valor de levantar su voz contra el ultraje, lo hicieron a título personal, no tuvieron respaldo, y en la mayoría de los casos fueron encarcelados o silenciados.
La escalada de brutalidad potenció al máximo la degradación y la humillación de los judíos, la indiferencia mostrada por los ciudadanos comunes, influenciados por la propaganda oficial llena de odio, se sumó a la destrucción y al saqueo. El historiador Peter Longerich afirma que “la población alemana, con su comportamiento diario, expresaba su aprobación a la política del régimen”. La falta de involucramiento de la sociedad alemana reveló un cúmulo de actitudes entre las que se destacaban la aceptación de las medidas legales discriminatorias contra los judíos, legitimando la política nazi y facilitando la radicalización antijudía.
La mayor parte de los alemanes pensaba que el país estaría mejor sin los judíos.

La Kristallnacht fue un aviso de lo que estaba por venir. El camino hacia el genocidio quedó allanado: diez meses después de esta terrible noche, en un clima de euforia, comenzó la invasión a Polonia y con ella el inicio de la más terrible tragedia en la historia del pueblo judío y de la humanidad.

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