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El problema no son las mezquitas, sino los PROFETAS DEL ODIO

Debe tenerse en cuenta que éste último no fue el primer atentado en realizarse, pues en años anteriores ya se habían producido ataques muy sangrientos llevados a cabo por terroristas islámicos contra intereses norteamericanos, como por ejemplo los atentados terroristas a las embajadas de Estados Unidos en África, ocurridos el 7 de agosto de 1998 en Nairobi (Kenia) y en Dar es Salaam (Tanzania); el atentado contra el barco de guerra norteamericano USS Cole el 12 de octubre del año 2000 en el Golfo de Adén; y el primer atentado contra las Torres Gemelas que tuvo lugar el 28 de febrero de 1993, lo que demuestra que estos grupos ya venían actuando con una política consistente y planificada contra lo que ellos entienden como la “cultura occidental”, representada principalmente por Estados Unidos, al cual ellos denominan como “El Gran Satán”. Dentro de este rótulo de “cultura occidental” están incluidos los países que adoptan valores no aceptados por el Islam, tales como la libertad en todas sus formas, la democracia, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, entre otros.

Ejemplo de algunos de estos países son Inglaterra, España y Francia, en los cuales también hubieron atentados como los acontecidos en Londres, el 7 y 21 de Julio de 2005; en Madrid, el 11 de marzo de 2004; y en París, en la redacción de la Revista Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015 respectivamente. Pero a pesar de estos hechos terroristas, estos muestran sólo una cara del Islam, pues en ciertos períodos de la historia la comunidad musulmana mantuvo cierta convivencia pacífica, aunque con sus altos y bajos, con personas de credos diferentes tal como lo atestigua la historia de España en la cual coexistieron las tres religiones monoteístas. En consecuencia, la verdadera razón por la cual se ha instalado en los últimos 15 años la asociación de que islamismo es igual a terrorismo tiene un único origen y éste se halla en determinada interpretación del Corán que han hecho y siguen haciendo ciertos sectores extremistas islámicos.

El libro sagrado de la religión islámica es el Corán, y así como todos los textos originarios donde encontramos las leyes principales de las diversas religiones del mundo, de los mismos se han derivado las diferentes interpretaciones que han conformado las distintas corrientes que actualmente existen dentro de una misma doctrina religiosa. En la creencia musulmana existen cuatro escuelas de interpretación, ellas son la Escuela Hanbali, la Escuela Shafi´i, la Escuela Hanafi y la Escuela Maliki, cuyos nombres están asociados a los ideólogos de las mismas. De todas ellas, la escuela Hanbali es la que tiene la interpretación más estricta del Corán y considera que al ser éste el libro sagrado, cada palabra debe ser aplicada en la vida diaria literalmente. Esta es la escuela que ha sido la cuna del fundamentalismo más extremo y que ha dado origen a la idea de que el mundo debe convertirse totalmente al Islam, ya que según su orientación es la única religión verdadera, por lo tanto, desde este enfoque no se debe proceder con sutilezas semánticas y cuando en el Corán está escrito exterminar o matar, la interpretación debe ser literal y es deber materializar estas acciones. Esta manera de pensar es la que lleva al extremo la prédica de la conversión de todos los habitantes de este mundo al Islam o de lo contrario proceder a su exterminio, y a su vez, la que está originando el surgimiento de grupos terroristas tales como Al Qaeda en Afganistán, Boko Haram en Nigeria, Al Shabab en Somalía, Al Nusra en Egipto y el reciente ISIS o Estado Islámico en Irak y Siria, entre otros. En la actualidad, este último grupo autodenominado Estado Islámico, el cual ya ha ocupado una gran parte de Irak y de Siria, pretende instalar un Califato Islámico, sin reparar en ningún costo de vidas humanas y que con su actual proceder está retrotrayendo al mundo a las épocas más oscuras de su historia. Si tenemos en cuenta que casi el 20 % de la población mundial es islámica y que sólo una pequeña parte de ella apoya activa y/o pasivamente el terrorismo, cabe preguntarse cómo es posible que la inmensa mayoría de las naciones islámicas no pueda enfrentarlos adecuadamente ni se manifiesten clara y masivamente en su contra. Asimismo, es flagrante la ausencia de los líderes de estas naciones de mayorías musulmanas, que ante estos acontecimientos deberían, por lo menos, defender los valores de la vida y mostrar con ejemplos que el Islam es una religión de paz y que no va a tolerar que los profetas de la muerte contaminen la dignidad humana ni el propio Islam. Sin embargo y muy por el contrario, en una gran parte de las mezquitas que existen actualmente en Europa cada vez con más frecuencia podemos encontrar a estos predicadores del odio que en vez de enseñar la sabiduría y la belleza del Islam y el respeto a la vida, predican mensajes de aniquilación y odio hacia el mundo no musulmán; como en Francia, donde en más del 50% de las dos mil mezquitas que existen se predican mensajes de muerte, y en ciertos barrios donde mayoritariamente habita población de religión islámica, se está intentando aplicar únicamente la ley religiosa islámica (sharia) en reemplazo de la Legislación propia del país. Es paradójico como los líderes de las naciones europeas permiten que este tipo de seudo profetas prediquen en sus países, donde existe libertad de expresión, cuando este tipo de mensajes lo único que pretenden es aniquilarla. Se hace realmente necesario que los países que desean convivir pacíficamente reexaminen los estándares de relacionamiento político y económico con los países que toleran o apoyan directa o indirectamente este tipo de acciones terroristas. El mundo occidental no es totalmente consciente de que el terrorismo islámico trata de instalar un nuevo paradigma mediante el cual los terroristas son los elegidos de Dios y su deber es exterminar a los herejes, dando a entender que cualquiera que no sea islámico es un hereje.

Da la sensación de que lo políticamente correcto y el miedo al Islam está escondiendo la mayor de las cobardías, pues los líderes del mundo han olvidado su misión de dar los ejemplos adecuados que marcan que el único camino que puede seguirse es el de preservar la vida y el respeto de los derechos humanos. Con esto debe entenderse que no pretendo que alguna nación en particular se erija en policía del mundo para dictar cual es la manera de vivir a otros pueblos, pero cuando los personeros de la muerte se extienden como una mancha de aceite a través de todo el globo terráqueo, los responsables de las decisiones mundiales están en la obligación de dar una respuesta, ya que si no lo hacen son por omisión sus cómplices. Este es el momento de tomar las decisiones adecuadas para defender los valores de la libertad, de los derechos humanos y de los libres pensadores.

En pocas palabras, la hora de decidir la defensa de esos valores o la muerte de los mismos porque el verdadero problema no son las mezquitas ni el Islam, sino los profetas del odio.

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