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Parashat Ajarei Mot

Radio Jai: Parashat Ajarei Mot

Por el Rabino Yerahmiel Barylka

Como introducción al comentario de la parashá, les propongo leer la desopilante historia escrita por Ephraim Kishon[1], llamada LA CENA DEL SEDER. A su finalización, hablaremos de la parashá y de una de sus enseñanzas no explícitas.

Así comienza Kishon: 

“Mi mujer y yo no somos religiosos fanáticos, pero en casa se observan rigurosamente las festividades. Todas. Los días de fiesta no se tiene que trabajar y además proporcionan una variedad en el aspecto culinario. Para mencionar tan solo un ejemplo, en Pesaj hay ocasión de mojar determinados manjares dos veces en una suculenta salsa de carne, antes de consumirlos. En los días laborables, generalmente no se moja la comida en salsa ni siquiera una vez.

Nada tiene de extraño que este año, llegado el momento, dirigiese a mi mujer las siguientes palabras: 

—Tengo una idea magnífica. Vamos a celebrar una velada del Seder en el sentido de nuestras tradiciones históricas e invitaremos a nuestros buenos amigos Rolo y Lola. ¿No es la manera más hermosa de celebrar una fiesta?

—¿Qué quieres decir? —replicó la mejor de todas las esposas—. Aún sería más hermoso que nos invitasen ellos a nosotros. No tengo la
intención de preparar una cena opípara y luego tener que pasarme unas horas limpiándolo todo. Ve a decirles a Rolo y Lola que con mucho gusto los habríamos invitado a la fiesta del Seder, pero que, desgraciadamente, esta vez no puede ser porque… déjame que piense… porque nuestra olla eléctrica a presión ha explotado, o porque la ‘plata’ con la que mantiene el calor de los alimentos,  se ha roto y no podrá estar arreglado hasta dentro de diez días y que por eso deberían invitarnos ellos a nosotros…

Me incliné ante esta lógica irrebatible, fui a ver a Rolo y Lola y les sugerí lo bonito que sería que pasáramos la velada del Seder en familiar intima. La respuesta fueron unas exclamaciones de alegría.

—¡Estupendo! —dijo Lola—. ¡Maravilloso! ¡Lástima, sin embargo, que esta vez no podamos celebrarlo en casa! Nuestra olla de presión eléctrica se ha estropeado, se ha roto la plata de calor y hasta dentro de diez días no podrán repararla. ¿Verdad que te haces cargo?

La indignación me impidió responder.

—Así, pues, el día del Seder iremos todos nosotros a vuestra casa —concluyó despiadadamente Lola—. ¿Te parece bien?

—No —respondí a duras penas—. Quizá parezca una tontería, pero también se ha estropeado nuestra olla eléctrica a presión. Una verdadera ironía del destino. Pero, qué le vamos a hacer… 

Rolo y Lola cambiaron unas miradas. 

—Últimamente —proseguí diciendo yo un poco cohibido— se oye continuamente hablar de ollas a presión que han reventado. Están explotando en todo el país. Quizás hay algo que no funciona bien en la central eléctrica. 

Se produjo un largo silencio. De pronto, Lola profirió un grito ronco y propuso incluir en la proyectada celebración a nuestros amigos Bola y Piroschka. Se acordó enviar a tratar con Bola y Piroschka una delegación diplomática de dos personas del sexo masculino. Rolo y yo nos pusimos enseguida en camino.

—Oye, muchacho —dije enseguida a guisa de saludo y dando unos golpecitos joviales a Bola en la espalda—. ¿Qué te parece una velada del Seder en común? Una idea estupenda, ¿verdad?

—Podríamos traer con nosotros una olla eléctrica, en el caso de que la vuestra hubiese hecho explosión —añadió Rolo prudentemente—. ¿De acuerdo?

—¡En el nombre de Dios! —la voz de Bola tenía una resonancia agria—. Podéis venir, entonces, a nuestra casa. También mi mujer se alegrará seguramente de veros.

—¡Bola!

Una estridente voz femenina hirió dolorosamente nuestros tímpanos. Bola se levantó de su asiento, supuso que su mujer quería pedirle algo en la cocina y se alejó. Nosotros nos quedamos esperando, llenos de negros presentimientos. Cuando él regresó, los rasgos de su cara se habían endurecido claramente.

—¿En qué día cae este año el Seder? —inquirió. 

—Es la víspera de Pesaj —le expliqué cortésmente—. Una de nuestras tradiciones históricas más bellas. 

—¡Qué estúpido soy! —dijo el Bola golpeándose la frente con la palma de la mano—. Había olvidado por completo que en ese día se efectuará la limpieza de nuestra casa. Y habrá que pintarla de nuevo. Tendremos que comer en otra parte. Lo más lejos posible. A causa del olor.  

Rolo me miró. Yo miré a Rolo. Resultaba increíble que una persona pudiera inventar excusas tan tontas y primitivas para sustraerse a una obligación religiosa. ¿Qué otro remedio nos quedaba sino iniciar a Bola en la historia de las ollas reventadas? Bola nos escuchó con gran atención. Al cabo de un breve rato, dijo:

—¡Pero si carecemos totalmente de ideas! ¿Por qué habríamos de excluir de nuestro Seder a una pareja tan simpática como Pepe y Sulamita? 

Nos abrazamos afectuosamente, porque, en el fondo, los tres éramos íntimos amigos. Luego nos dirigimos los tres a ver a Pepe y Sulamita para exponerles nuestro plan de una bella velada del Seder pasada conjuntamente. Los ojos de Pepe y Sulamita se iluminaron. Sulamita incluso aplaudió de alegría: 

—¡Qué bien! ¡Podéis cenar todos vosotros en nuestra casa! 

Nos quedamos atónitos. ¿Todos? ¿Todos nosotros? ¿A cenar? ¡Aquí hay gato encerrado!  

—Un momento —dije yo concentrando mi voz—. ¿Estáis seguros de que os referís a vuestra casa?  

—¡Qué pregunta!  

—¿Vuestra olla a presión funciona?  

—Perfectamente.  

Yo no sabía qué pensar. Y me di cuenta de que también Rolo y Bola eran presa del pánico.  

—¡Las paredes! —exclamó el Bola—. ¿Qué hay de vuestras paredes? ¿No tenéis que blanquearlas?  

—Déjate de tonterías —dijo Pepe amistosamente y con excelente humor—. Quedáis invitados a la cena del Seder, y basta. 

Completamente perplejos y confusos nos fuimos de la casa de Pepe. Naturalmente, no iremos a cenar con ellos la noche del Seder. Algo extraño ocurre allí y no caemos con tanta facilidad en una trampa. No irá ninguno de nosotros. Nos quedaremos en casa. Así, como corresponde en el sentido de nuestras más bellas tradiciones históricas.

Hasta aquí Kishon, y ahora el comentario acerca de la lectura de la Torá de esta semana que se titula:

LOS ROPAJES DEL
COHEN GADOL SE DEBÍAN USAR UNA SOLA VEZ

Entonces Aarón entrará en la Tienda de reunión, se quitará los vestidos de tela de lino que se puso antes de entrar en el santuario, y allí los dejará” (Vayikrá 16:23). La guemará en Pesajim 26 a, nos enseña que la frase: “Y las dejará” ilustra que es necesario enterrar las prendas. Aunque su uso para la mitzvá se haya completado, está prohibido obtener beneficio de ellos, el versículo enseña que requieren sepultura. Sin embargo, según la opinión de Rabí Dosa, que discrepa con esa afirmación: ‘Estas vestiduras sacerdotales ya no pueden ser usadas por el Cohen Hagadol, el Sumo Sacerdote en Yom Kipur, pero son aptas para ser usadas por un cohen-sacerdote común, ya que estas vestiduras son similares a las que usan los sacerdotes comunes todos los días’. ¿Y cuál es el significado de: “Y las dejará allí“? Esto indica que el Sumo Sacerdote no puede usarlas en otro Yom Kipur.

¿Qué aprendemos de esa discusión talmúdica?

Ambos maestros están de acuerdo que, pese a que esas ropas eran muy caras, no podían volver a ser usadas para la misma función. De las ocho vestiduras especiales que el Sumo Sacerdote usaba para el servicio de Yom Kipur, debía quitarse cuatro de ellas, las de lino blanco, y éstas requerían ser apartadas o enterradas. No podían volver a usarse. En Yom Kipur, el Sumo Sacerdote (Cohen Gadol) cambiaba sus vestiduras varias veces. Las vestiduras especiales de lino blanco usadas para el servicio de Yom Kipur eran realmente únicas para ese día. ¿Por qué, pues, desperdiciarlas? ¿Por qué no guardarlas para el siguiente Yom Kipur? ¿Por qué los rabinos no invocan el principio halájico establecido de que la Torá tiene en cuenta los medios materiales de los israelitas y no quiere gastar el dinero judío innecesariamente? 

Simbolizaban la pureza y la humildad, cualidades esenciales que el Sumo Sacerdote debía encarnar al realizar los rituales sagrados de expiación en nombre del pueblo.

ROMPER LA RUTINA EN LA VIDA JUDÍA

Renovar las prendas rompía la usanza y la práctica automatizada por el uso y la costumbre, ya que el aburrimiento y la rutina son veneno para el espíritu y el alma. Por lo tanto, mientras que nosotros debemos seguir cada paso del ritual, tenemos la esperanza de que la novedad exterior inspire y evoque en el interior con frescura y entusiasmo.

Esta acción que suele pasar desapercibida por el lector y por el estudioso de un fragmento de la lectura de esta semana. Pero, sin proponérselo, nos lleva a tratar el problema de la tradición frente a la innovación, que tiene una trama antigua y compleja y, sin embargo, hoy más que nunca es relevante.

¿CÓMO SE VE NUESTRA PRÁCTICA JUDÍA?

Nuestro tiempo enfrenta rígidas posturas entre quienes desprecian los valores heredados del pasado y aquellos que guardan las normas a rajatabla sin permitirse pensarlas ni estudiarlas, dejando en el centro a la mayoría exhausta y aburrida, desganada y frustrada.

¿Cuándo la sumisión a la tradición es un acto de cobardía moral y una evasión de la responsabilidad, una renuncia al pensamiento independiente y cuándo se convierte en creativa, ingeniosa, significativa? Y ¿cuándo es el deseo de cambio un deseo irreflexivo de sensacionalismo barato y emoción trivial? Estas son preguntas de la mayor importancia que no siempre nos atrevemos a examinar.

HACIA UNA PROPUESTA DE CAMBIO

El punto de vista judío recomendable sobre nuestro problema de la tradición y el cambio es este doble enfoque. Insistir en el marco inmutable de la acción, el modelo fijo de actividad que se transmite de generación en generación sin la más mínima desviación, pero que exige al mismo tiempo que interiormente siempre aportemos un nuevo espíritu, una nueva visión, una nueva percepción de lo que estamos haciendo. Objetivamente sólo debe haber tradición; subjetivamente siempre debe haber algo diferente, algún cambio, algo nuevo. En la práctica exterior prevalece la costumbre; en la experiencia interior, sólo la novedad y el crecimiento.

Esta reflexión es aplicable también para la conducción de las instituciones comunitarias y el gobierno israelí y puede extenderse a cuestiones actuales no necesariamente religiosas.

Encontramos este énfasis en la novedad interna en todas las ramas de la tradición judía. La propia Halajá, que insiste tanto en la conservación de la forma exterior, nos advierte contra el riesgo de que nos limitemos a observar de memoria las mitzvot a las que nos hemos acostumbrado. Es muy importante que cada hombre y mujer aprenda a dar expresión religiosa a los diversos aspectos de su vida, pero nunca debe hacerlo sin pensar y sin sentido, simplemente porque se ha convertido en algo natural para nosotros. Esa comodidad puede causar mucho daño que percibimos cuando es ya demasiado tarde.

Lo que sucedió a Israel el 7 de octubre pasado es resultado también de una tradición no razonada que ahora se llama “la concepción”.

EL DRAMA DEL SEDER EN ESTE AÑO

Durante las semanas que antecedieron a la fiesta de las Matzot de este año, se abrió un debate acerca de si en las terribles circunstancias en las que se encuentran los judíos de Israel se debía o no llevar a cabo el Seder.

Es comprensible que muchas personas decidieron no hacerlo. El duelo por las pérdidas, el drama por los heridos de guerra, la existencia de rehenes en manos de los despiadados asesinos que comercian con ellos, la depresión por las miles de personas desplazadas en el país y que no ven cuándo podrán de regresar a los mismos mientras el fuego de los enemigos no se ha detenido, quitaron las ganas de reunirse para festejar.

Muchas familias judías del mundo convirtieron al Seder en una mera reunión social, en la que se reunían siguiendo la “tradición” de estar juntos pero que vaciaron de contenido educativo y trascendente.

Si releyeran el cuento de Kishon ahora, me entenderían. Lo que el autor satírico nos relata es el diálogo vacío de contenido, pero lleno de chismes, murmuraciones, cotilleos,  enredos y agria crítica a la vida de los amigos comunes y familiares que no estaban presentes en su Seder que la pareja hizo para ellos solos.

Este año, con justicia, quienes tenían la tradición de este modelo de Seder hicieron muy bien en no realizarlo. La tragedia, fue esta vez, la causa de finalizar de una vez con esa tradición.

Pero, quienes cuidan la tradición de un Seder con Hagadá y estudio de la salida de la esclavitud, pudieron hacer otro tipo de encuentro. Triste -Jag Hamatzot no es fecha de alegría sino de conmemoración-, muy triste pero transcendental.

Todos los años realizamos el mismo Seder, pero nuestra tradición nos desafía cada año a dar un nuevo significado a la antigua forma. Los que, celebramos el Seder este año, le hicimos algún cambio, en la forma de estar sentados, en la cantidad de sillas y copas, en el texto, en el diálogo alrededor de la mesa. Se incluyeron nuevas plegarias, pidiendo por la liberación de los rehenes, se dejó una silla libre para albergar, si esa misma noche hubiera sido rescatado, a alguno de los prisioneros, o se dejó una copa junto a la de Eliahu o Miriam, y el tema durante la comida, fue nuestra situación cuando miles de familias quedaron sin sus hogares, sin su medio natural, en hoteles o residencias donde sintieron la ajenidad. Este Seder fue una gran oportunidad para ofrecer su oración personal, incluso sin palabras, al Creador.

Así cada semana debe haber alguna novedad, alguna petición adicional, alguna nueva idea o preocupación, quizá por la familia de otra persona cuando nos sentamos a la mesa de Shabat y las festividades. Cuando bendecimos el pan o decimos la oración de gracias -el bircat hamazón– después de comer, recitamos las mismas palabras, pero quizá a veces deberíamos variar la melodía (si es que la cantamos) para desafiarnos a repensar nuestra gratitud al Todopoderoso por haber sido incluidos en ese pequeño porcentaje de la humanidad que sufre por comer en exceso en lugar de por no comer.

Aunque el mundo parezca viejo, aunque los objetivos de la naturaleza sean antiguos y sus leyes intemporales, no podemos dejar de creer que Dios renueva cada día la obra de la creación.

La tradición cabalística, tal como nos llegó a través de R. Isaac Luria[1], insistía en que esto mismo es válido para toda oración. En la oración, quizás por encima de todo, encontramos la inclinación judía por la tradición y la aceptación de fórmulas probadas y comprobadas. A diferencia de la mayoría de los demás pueblos, especialmente en el mundo occidental, nuestras tefilot son las mismas todos los días, todos los sábados, todas las fiestas. Y sin embargo Isaac Luria enseñó que cada oración debe ser única en su esencia, a pesar de la identidad de las palabras. No hay dos oraciones iguales. Cada oración se ofrece una sola vez y no puede repetirse de verdad, siempre que se rece de la manera correcta. El jasidismo hizo de esto una piedra angular de toda su teología. Así, R. Najmán de Breslaw declaró en forma dramática que, “si mañana no seremos mejores de lo que somos hoy, entonces ¡¿por qué es necesario el mañana?

DEBEMOS CAMBIAR NUESTRO ROPAJE

Así, no podemos usar las mismas vestiduras de este año para el próximo Yom Kipur. Siempre debe haber algo diferente, porque un cambio en la vida del espíritu es necesario para mantener la mente y el corazón vivos, sanos y alerta; para hacer que cada mañana sea inesperada, significativa, emocionante y, por lo tanto, necesaria. Debe haber un cambio, y siempre en una dirección ascendente. Si permanecemos inmóviles, no permanecemos en el mismo lugar, sino que retrocedemos.

QUÉ MARAVILLOSA PUEDE SER LA VIDA SI CADA DÍA FUERA NUEVO

Judá Ibn Tibón, destacado traductor del siglo XII, escribió hacia 1190 un testamento ético conocido como “Musar Av” (Admonición de un padre), dirigido a su hijo Samuel ben Judá Ibn Tibón. En él, Judá Ibn Tibón compartía sabiduría y consejos con su hijo, reflexionando sobre la naturaleza del crecimiento personal y la búsqueda del sentido de la vida. En el espíritu de su correspondencia, uno podría considerar que el sentido de la vida podría encontrarse en la búsqueda del conocimiento, la mejora de uno mismo y el impacto que uno tiene en los demás. Si consideramos que nuestras acciones son las mismas día tras día, esto podría incitarnos a reflexionar sobre nuestros hábitos y rutinas. ¿Contribuyen a nuestro crecimiento o nos mantienen estancados? La esencia de la vida podría verse como un viaje de aprendizaje continuo y autodescubrimiento, en el que cada día se presenta una oportunidad para hacer algo significativo, aprender algo nuevo, ayudar a alguien o hacer un pequeño cambio que conlleve un impacto mayor con el tiempo. En esencia, puede que el sentido de la vida no esté únicamente en las acciones en sí, sino en las intenciones, el aprendizaje y el crecimiento que se derivan de ellas. Es un recordatorio de que hay que esforzarse por progresar, no por alcanzar la perfección, y de que hay que encontrar la alegría en el camino de llegar a ser y no sólo en el destino.

Le preguntaba a su hijo Samuel,  -“¿De qué sirve la vida si mis acciones de hoy no son diferentes de las de ayer? “Y, a la inversa, qué maravillosa puede ser la vida si cada día es nuevo, si cada día es diferente, si cada día hay un cambio a mejor.

LOS DIFÍCILES DÍAS DEL PRESENTE

Estamos atrapados por las formas de pensar que nos enseñaron y que nos repiten a diario.

No solo en temas de la vida diaria, sino, que no es menos grave, en la manera en que vemos la realidad.

Cuando todavía nadie sabe cuándo comenzarán a regresar los cautivos en manos del Hamas y de otros grupos de terroristas asesinos ni cuáles son las decisiones qué tomará el gobierno israelí, somos testigos de la opinión pública de los países de occidente que deja aflorar su antisemitismo larvado tras hermosas palabras de defensa de la causa palestina.

En universidades, judíos deben ocultar su identidad.

En Israel, la gente común pierde su sueño ante la desesperación y el temor de acciones irresponsables.

Lo mejor que podemos hacer es comenzar a pensar fuera de la caja.

Para ello, es necesario romper con viejos paradigmas, poner los esquemas mentales patas arriba y buscar nuevas ideas hasta debajo de las piedras.

Quizás favorecer el pensamiento convergente, reflexivo y analítico que busca la solución entre varias alternativas, después que hemos invertido tanto en el pensamiento divergente.

Los sabios del Talmud, tomaron un simple ejemplo de la actitud de los cohanim respecto a sus vestimentas y nos dieron una lección que es bueno aprender y aplicar.

Nuestros días volverán a ser mejores, y nuestras acciones más gratificantes. Nuestra educación más ajustada y nuestras instituciones más eficientes.

Shabat shalom

Yerahmiel Barylka

[1] Rabí Isaac Luria Ashkenazí (1534- 1572) fue un rabino y cabalista de la comunidad de Safed en la región de Galilea de la Siria otomana. Se le considera el padre de la cábala contemporánea.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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