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“El inconsciente colectivo no olvida y guarda los hechos en la memoria” Lic. María Cristina Sáenz

Así como algunos propusieron la muerte y el horror con el atentado a la AMIA, muchos más pusieron esa cuota humana imprescindible que hace la diferencia: La gente del SAME, los médicos, los socorristas, todos aquellos que, frente al horror, rápidamente se movilizaron para hacer todo lo posible para rescatar vidas.

Hubo gente que desde su capacidad profesional se dedicó a coordinar y contener psicológicamente a quienes trabajaban socorriendo a las víctimas, es el caso de la licenciada María Cristina Sáenz, quien coordinó el equipo psicológico que asistió a los equipos de socorristas tras el atentado a la Mutual de la calle Pasteur.

Sáenz explicó que fue algo nuevo, nunca antes habían brindado apoyo psicológico a aquellos que trabajaban en situaciones trágicas como la de un atentado terrorista. Se trataba de apoyar y “cuidar al que cuida”, porque los socorristas y la mayor parte de los equipos de rescate, estaban habituados a atender situaciones producidas por eventos naturales, y no como una de este estilo, provocada por el hombre y que entonces debieron armar todos los protocolos posibles sobre la emergencia para poder responder.

Destacó María Cristina la labor de los vecinos y de los transeúntes, que cumplieron un rol importante, a pesar de que la mayoría no tenía una formación científica, pero que sí, evidentemente una formación humana.

La primera respuesta fue la fase de emergencia, la conmoción, el shock para todos, y luego el control, que es donde más pudieron actuar, en aquellos que trabajaban en rescatar a las personas, en buscar desesperadamente, en atender las familias que esperaban detrás de un escombro que apareciera su familiar, o aquellos que ya sabían que sus seres queridos estaban fallecidos, y tenían que comenzar a elaborar su duelo.

“Realmente es sanadora la certidumbre, es sanadora la fe, el acompañamiento de la comunidad y el apoyo psicológico”, recalca la Psicóloga. Y lo destaca porque, en aquellos tiempos, dar apoyo psicológico a los trabajadores del rescate, no era tan común. En esa época, ellos eran muy pocos y no se sentían vulnerables, pero luego descubrieron que sí lo son, que tienen límites, que deben contar con protocolos para responder, y que esto lo empezaron a percibir cuando fue lo de la Embajada de Israel, y dos años después, con la AMIA.

“Hoy para la comunidad hay mucha presencia en la ausencia, y eso vuelve a remover la herida, y también impacta en la colectividad directa e indirectamente, porque el daño es para todos los argentinos, el inconsciente colectivo no olvida y guarda los hechos en la memoria”, reflexionó.

Recordó Saénz que fue muy importante trabajar con los socorristas y con algunos bomberos en ese momento, algunas enfermeras o enfermeros, para evitar que después tuvieran lo que se llama “síndrome de burnout”, o sea, que quedaran “quemados” emocionalmente.

La tarea de que ellos suelten sus emociones, de que cuenten lo que estaban viviendo, hizo de mucha ayuda en ese momento, sin protocolos muy rígidos, reiteró,  porque aún no existían, y que, después de lo de la AMIA, ya se fueron organizando más profesionalmente.

María Cristina Sáenz desarrollaba su labor en la Cruz Roja, en el área de Salud, donde formaba socorristas, y donde introdujo el tema del apoyo psicológico, dictando capacitaciones. Por eso fue convocada , porque ya estaba trabajando en el tema, pero según lo expresa, el atentado fue el gran “empujón” para su tarea. “Todas las tragedias también tienen oportunidades, no oportunismos”, subraya. Son oportunidades para formar equipos para responder a estas situaciones, protocolizados, más científicos, algo que al principio era original, porque “era como ir del diván a la emergencia”.  Eran años en donde los profesionales de la salud mental estaban más destinados a otra tarea, y que tal vez ésta no estaba tan intensificada.

Destaca María Cristina el trabajo del Hospital de Clínicas, cercano a la AMIA que apoyó muchísimo tanto en las heridas físicas como las heridas emocionales.

El equipo de Sáenz no continuó en contacto con las personas asistidas, ni seguimiento en caso de que hubiera habido secuelas por la tragedia que les tocó vivir. Solo contaron con la información que brindó el Hospital de Clínicas sobre las personas atendidas y derivadas a otros centros de salud, porque aún no estaba armado este seguimiento. Esto sí se aplicaría con la tragedia de Cromañón, cuando ya al coordinar los equipos, tenían otro tipo de protocolos, otro tipo de derivación, un seguimiento de los distintos trabajadores de rescate.

“En aquel momento no lo teníamos, porque ¿quién esperaba un impacto por parte del hombre de este tenor? explica.

Sáenz afirma que hoy estamos muchísimo más preparados, a nivel nacional y a nivel internacional porque en aquel momento, recién comenzaban a protocolizar respuestas ante estas situaciones desde el área psicológica. Las otras áreas estaban armadas, tenían sus protocolos, pero no para el área psicológica, “era como que la emoción parecía que no estaba en la tragedia”.

Consultada la licenciada Sáenz sobre lo que  provoca en un individuo cuando le arrancan un ser querido, y lo que le ocurre a la sociedad cuando sufre un ataque terrorista como este, respondió que en el caso del hombre “siempre hay dolor, no siempre sufrimiento, porque las personas tenemos resiliencia, en algunos casos”, es decir la capacidad de construir en medio de las adversidades. En lo que respecta a la comunidad, señaló que “la comunidad no olvida”, que está el inconsciente colectivo y que no sabemos cómo reacciona, porque las reacciones de la comunidad ya son más impredecibles.

Enfatizó en que “la certidumbre es algo que ayuda a elaborar las pérdidas y los duelos”, que el desgarro, la pérdida en una situación trágica de este tipo, produce un estrés traumático y en algunos casos postraumático; no siempre un estrés crónico porque hay recursos en muchas personas y en la comunidad, en las familias, en los afectos, en la fe que acompañan.

Sobre la falta de justicia, indicó que, en todos los casos individual, y colectivo tiene que ver con la certidumbre, porque si está cerrado el ciclo de la situación vivida, es sanadora; si no, todavía faltan más elementos para para poder cerrar esa herida.

 

Redacción: Prof. Cita Litvak

 

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