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Parashat Beshalaj (Shemot 13:17 – 17:16)

El Ser Humano es un Ser musical, aunque cante mal o tenga los oídos de decorado (como quien escribe). La música es su compañera desde el principio de la existencia. Los primeros sonidos que este intentó imitar fueron los de la naturaleza y los provenientes de él mismo, como los latidos del corazón. Es por eso que la música está en su esencia, porque también es parte de la creación.  

La música nos permite expresar y modificar nuestros sentimientos. La música es mágica, puede levantarnos el ánimo en un segundo, o hacernos llorar de tristeza. La música es mágica porque actúa en nosotros más a allá de nuestra voluntad.

El judaísmo está lleno de música, alegre, triste, para bailar, relajante, que nos lleva al éxtasis, lenta, rápida, para todos los gustos y todos los momentos. La historia de nuestro pueblo se puede describir en gran medida por su música. El rabino británico Jonathan Sacks dice: “la música en el judaísmo es el pulso de la espiritualidad judía: la canción muestra los biorritmos del alma judía”.

En esta parashá encontramos Shirat Haiam, “la Canción de Mar”, la canta Moshé y todos los Bnei Israel, el pueblo de Israel, una vez que dejaron atrás a su mayor enemigo hasta ese momento. La cantan luego de cruzar el mar y de que Dios haya cerrado las aguas dando por finalizados tantos años de maltrato y esclavitud. Es momento de que el pueblo libere tensiones, y varias son las reacciones de las personas en momentos como estos: llanto, risa, silencio, grito, o canto. Y el pueblo eligió cantar por primera vez en la historia del judaísmo.

El canto es un elemento en donde la tradición bíblica agrega la exaltación del alma, y los Bnei Israel se encontraban eufóricos luego ver semejante maravilla (la apertura del mar y su posterior cierre en el momento exacto). El canto permite que varias voces se unan al mismo tiempo, y todo el pueblo cantó con Moshé.

Pero este no es el único canto de la Torá, y aunque les dije que era el primero, Shirat Haiam como los otros cantos de la Torá se encuentran dentro de otro, incluidos en otra Shirá. Está canción, este canto que incluye a todos, es la Torá. En el final de la Torá dice Moshé con respecto a esta: “Y ahora escriban para ustedes este canto” (Deuteronomio 31:19)

Y con las canciones particularmente ocurre un fenómeno especial. Ellas toman entidad más allá de su autor o su cantante. Una buena obra de un artista (poesía, canción, pintura, película, etc) una vez terminada deja de ser de su creador y pasa a ser de cada uno, de quien quiera apropiarse de ella.

La Torá, esta hermosa canción que escribió Adonai, y que como nos cuenta el Midrash fue ofrecida a muchos pueblos, pero solo el pueblo judío la acepto sin ningún “pero” (Mejilta de Rabi Ishmael 20:2), pertenece ahora a nosotros, a los Seres Humanos. Sabemos claramente quien fue su Autor, pero la Torá está más allá de su Autor. Los rabinos en el Talmud (Baba Metzía 59b) son claros con este concepto, “La Torá no está en los Cielos” le pertenece al pueblo. Nosotros somos los responsables de interpretarla, de usarla (en el buen sentido de la palabra), de aprovecharla, de amarla, de respetarla.

Para lograr esto tenemos que empezar por respetarnos entre nosotros y respetar las interpretaciones que cada uno haga de la Torá. No hace falta que estemos de acuerdo con los pensamientos de todas las personas. Hace falta que busquemos, que intentemos cantar al unísono -como lo hizo todo el pueblo de Israel cuando terminaron de cruzar el mar- cuando el judaísmo lo necesite y con la Torá como bandera.  


Rabino Nico Reck

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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