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Ucrania, entre corredores y bombardeos

Ricardo López Göttig

Por Ricardo López Göttig
A casi dos semanas del inicio de la invasión a Ucrania, ya hubo tres reuniones de negociaciones entre representantes del gobierno del país invadido y del agresor. Funcionarios de la ONU señalan que ya hay dos millones de refugiados, al tiempo que dos corredores humanitarios, para la salida de civiles de las ciudades bombardeadas, fracasaron porque no hubo cese de fuego en el terreno.

Hubo negociaciones previas a la guerra, de funcionarios de Estados Unidos, OTAN, la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea, del presidente Macron, del canciller alemán Olaf Scholz, y todos estos intentos chocaron con el muro de hormigón de Vladímir Putin, quien, invariablemente, estableció una serie de puntos en modo irreductible. Y para imponerlos, se lanzó al conflicto bélico con casi doscientos mil soldados, aunque probablemente haya esperado una rápida capitulación del gobierno de Ucrania. En la tercera ronda, celebrada ayer lunes, nuevamente la delegación de Putin propuso: la garantía constitucional de que Ucrania no formará parte de la OTAN, el reconocimiento a la independencia de las llamadas “repúblicas populares” de Lugansk y Donetsk, y la aceptación de que la península de Crimea es parte de Rusia. Ello, además, de la desmilitarización de Ucrania y, entre líneas, la deposición inevitable del actual gobierno y su reemplazo por uno completamente dócil pro Putin. No es una negociación, sino una imposición; no es paz, sino sumisión. La desmilitarización de Ucrania supone el completo desmantelamiento de todo lo que pueda significar una valla para futuras e inminentes intervenciones militares del régimen de Vladímir Putin, una situación de mayor influencia que la que hoy tiene en Bielorrusia o Kazajistán.

Quedaría una Ucrania residual, disminuida territorialmente, devastada por la guerra y la ocupación, con millones de refugiados en otros países de Europa oriental, humillada y expoliada. Probablemente, en el esquema de Putin, esta Ucrania tampoco formaría parte de la Unión Europea sino del espacio económico ruso y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO), que integran Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kazajistán, Uzbekistán y Kirguistán. La paradoja –y probablemente una consecuencia no buscada por el presidente Putin- es que esta situación ha fortalecido a la Unión Europea y a la OTAN, aunque probablemente pretenda imponer un veto al eventual ingreso a estas entidades a los gobiernos de Suecia y Finlandia, pero sobre todo a dos países que fueron parte del Imperio Ruso y de la URSS, como son Georgia y Moldavia. En estos últimos casos, parte de sus territorios fueron cercenados por separatismos alentados por el régimen de Vladímir Putin, como son las regiones de Abjazia y Osetia del Sur, y de Transnistria, respectivamente.

Putin apunta a la política de los hechos consumados, por eso intensifica la guerra y ninguna sanción lo detendrá, aunque esto lo afectará en el mediano y largo plazo. En lo inmediato, veremos más bombardeos a ciudades y despliegue de la violencia, a fin de quebrar a la resistencia armada y, ante todo, la voluntad de los ucranianos.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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