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Colón y los criptojudíos en el descubrimiento de América

Al cumplirse un nuevo aniversario del hallazgo del continente americano, resulta interesante revisar los hechos históricos a la luz de recientes investigaciones con los interrogantes que las mismas plantean.

Contrariamente a la versión tradicional, no fue Cristóbal Colón el primer europeo en llegar al continente americano, probablemente fue Leifr Eiriksson al frente de un viaje vikingo, allá por el año 1020 d.c., al establecer el primer asentamiento en Groenlandia. También, es aceptado, que Colón nunca supo que había llegado a América, hasta el último día de su vida estuvo convencido que había encontrado la ruta marítima a la India, fue Américo Vespucio el primero en revelar al Viejo Mundo que la tierra hallada por Colón era una masa continental y no las Indias Orientales como pensaba el almirante genovés.

Sin embargo, la tierra que encontró Colón en su viaje al oeste es el primer descubrimiento documentado y probado del continente americano por parte de los europeos. Su determinación de navegar hacia lo desconocido abrió un nuevo capítulo en la historia del mundo y provocó cambios de gran envergadura en ambos continentes.

Poco se sabe sobre el origen de Cristóforo Colombo, aparentemente nació en Génova, Italia, el 31 de octubre de 1451. Algunos estudiosos afirman que provenía de una familia de judíos conversos que desde España emigraron a Italia durante los trágicos disturbios antijudíos de 1391. En documentos familiares firmados, se encuentran las letras BH (BeEzrat HaShem), con las cuales los judíos conversos o cristianos nuevos colocaban en la parte superior a la izquierda de una página.
Además, historiadores y lingüistas, analizaron la sintaxis de cientos de cartas, diarios y documentos manuscritos de Colón y llegaron a la conclusión de que el idioma principal del navegante, tanto escrito como hablado, era el castellano del siglo XV, que no es otro que el ‘ladino’ utilizado por la judería española.

Según diversos estudiosos, los motivos del viaje pudieron ser varios: con la conquista de Constantinopla por el Imperio otomano musulmán en 1453, el acceso de Europa a China e India para comerciar se volvió difícil y peligroso. Fueron los portugueses quienes comenzaron a difundir el alcance de una nueva ruta naval europea navegando a lo largo de las costas de África hacia el sur, hasta el Cabo de Buena Esperanza, y desde allí diseñar una ruta marítima a la India.

Colón, en su propuesta de buscar una ruta alternativa, se dirigió primero al rey de Portugal, Juan II, quien no demostró mayor interés en invertir en semejante aventura, de navegar hacia el oeste cuando la ruta marítima por África parecía más segura, y además, los expertos en navegación portugueses creían con razón que los cálculos de Colón eran incorrectos y que la ruta marítima occidental era más larga de lo que afirmaba.

Otro motivo que desconocían los historiadores era la gran pasión de Colón en liberar Jerusalén del dominio musulmán. Eran tiempos en que los judíos eran objeto de una violenta persecución religiosa. El 31 de marzo de 1492, el rey Fernando y la reina Isabel habían decretado la expulsión de los judíos españoles. El edicto estaba dirigido a los centenares de miles de judíos que no se habían convertido, dándoles un plazo de cuatro meses para marcharse, por lo cual la Ciudad Santa podía ser un destino. Varios investigadores espeñoles concluyeron que Colón era un ‘marrano’ que renunció a la práctica judía ante la brutal persecución que se llevaba a cabo.

En su libro ‘Sails of Hope’, Simon Wiesenthal sostiene que el viaje de Colón estuvo motivado por el deseo de encontrar un refugio seguro para los judíos por su expulsión de España. La antropóloga Carol Delaney concluye que Colón era un hombre profundamente religioso cuyo objetivo era navegar a Asia para obtener el oro con el fin de financiar una cruzada para recuperar Jerusalén y reconstruir el templo sagrado de los judíos. En aquellos días, por las persecuciones de las que eran víctimas, los judíos creían ampliamente que Jerusalén debía ser liberada y el Templo reconstruido para la llegada del Mesías.

El viaje de Colón no fue, como comúnmente se cree, financiado por la reina Isabel, sino por dos judíos conversos, Luis de Santángel y Gabriel Sánchez, quienes anticiparon un importante préstamo de sus propios pecunios, sin interes, para pagar el viaje, ayudados por el rabino y estadista judío, Don Isaac Abravanel. Fue Luis de Santángel, banquero valenciano de ascendencia judía, el principal financista del viaje de Cristóbal Colón a América, es el hombre que persuadió a los reyes católicos para que invirtieran en Colón. El propio Santángel invirtió 1.140.000 mil Maravedíes, más del cincuenta por ciento del costo del viaje. El resto del dinero provino de Gabriel Sánchez y de varios comerciantes italianos.
A Colón se le prometió que, a cambio del éxito de su viaje, ganaría el título de ‘Almirante de los Mares’ y, lo más importante, recibiría una décima parte de todas las ganancias del viaje. También se le prometió que si descubría nuevas islas frente a las costas de la India, sería nombrado virrey y gobernador de los nuevos territorios, y recibiría beneficios por comerciar con las islas que descubrió. De hecho, las dos primeras cartas enviadas por Colón durante su viaje no fueron para Fernando o Isabel, sino para Santángel y Sánchez, dándoles las gracias por el apoyo y contándoles lo que había encontrado.
Los expertos apuntan a la fecha en que partió Colón como una prueba más de sus verdaderos motivos. Originalmente iba a zarpar el 2 de agosto de 1492, que casualmente coincidía con la conmemoración judía de Tisha B’Av, que rememora la destrucción del primer y segundo Templo de Jerusalén. Colón pospuso en un día la partida para evitar salir en esa jornada de duelo, ya que los judíos lo consideraban de mala suerte. El 3 de agosto de 1492, casualmente o intencionalmente, Colón zarpó el mismo día en que los judíos, por ley, tenían que decidir entre convertirse, marcharse de España o morir.
De la documentación se desprende que en su primer viaje no hubo un solo sacerdote, a pesar del caracter misionero del viaje. Había al menos seis judíos, o criptojudíos, que viajaron con Colón: Rodrigo de Triana, el primero en ver el nuevo continente; Maestre Bernal, quien trabajó de médico en la expedición; Rodrigo Sánchez Segovia, representante de los financistas; Alonso Calle, tesorero; y Luis de Torres, el traductor personal de Colón quien hablaba hebreo y árabe, que se creían lenguas útiles en el Oriente, y por si descubrían a las diez tribus perdidas. La nómina de los tripulantes del segundo viaje incluye a judíos plenos tales como Juan de Ocampo, Antonio de Castri, Efrain Benveniste de Calahorra, Alveno de Ledesma, Inigo de Ribas y Garcia de Gerrera.
El 19 de mayo de 1506, Colón, firmó su testamento en el cual hizo cinco curiosas disposiciones reveladoras. Dos de sus disposiciones trataban en entregar una décima parte de sus ingresos a los pobres y dar una dote anónima a niñas pobres, estas eran tradiciones judías. También dispuso dar medio marco de plata a un judío que solía ponerse en la puerta de la judería de Lisboa.

También ordenó a sus herederos utilizar la firma a perpetuidad, en esos documentos, Colón utilizó una firma triangular de puntos y letras que se parecían a las inscripciones encontradas en las lápidas de los cementerios judíos en España. Según el historiador británico Cecil Roth en su ‘Historia de los Marranos’, el anagrama era un sustituto críptico para el Kadish, por tanto, este subterfugio permitió a sus hijos rezar el Kadish por su padre cuando murió. Por último, Colón dejó dinero para apoyar la cruzada que esperaba que llevarían a cabo sus sucesores a liberar Tierra Santa.

Cristóbal Colón falleció el 20 de mayo de 1506 en Valladolid, pocos personajes históricos han despertado un interés tan grande entre historiadores e investigadores como Colón: por la magnitud de su obra, por las vicisitudes de su trayectoria, por sus facetas controvertidas, por el misterio relacionado con sus orígenes y antepasados, y por la profesión de su verdadera religión sobre la que subsisten pocas dudas. Escribe el historiador Rafael Pineda Yañez ‘si Colón no hubiera sido judío nadie podría explicar, satisfactoriamente, por qué….se complacía en bautizar las costas que descubría con nombres inconfundiblemente judíos como: la Ensenada Abraham de la isla Isabela en las Lucayas; la Punta Isaac de la isla Santa Maria la Antigua en las Pequeñas Antillas; el Cabo Salomon en la isla de Guadalupe; la Caleta David en Jamaica; la Ensenada San David en la isla de Granada, etc.’
Será así, o aún no está dicha la última palabra.

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