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Juicio de Núremberg

Terminada la Segunda Guerra Mundial, tras la rendición de la Alemania nazi, fue constituido un tribunal militar internacional que juzgó a los nazis de alto rango en Núremberg por crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Posteriormente se llevaron a cabo once juicios más, en la misma ciudad, entre 1946 y 1949.

Después de la guerra, fueron juzgados algunos de quienes eran responsables por los crímenes cometidos durante el Holocausto. Para realizar los juicios, que tuvieron lugar en 1945 y 1946, se eligió Nuremberg en Alemania. Los jueces de las potencias aliadas (Gran Bretaña, Francia, la Unión Soviética y Estados Unidos) presidieron las audiencias en la que se juzgó a los veintidós principales criminales nazis.

Doce prominentes jerarcas fueron sentenciados a muerte. La mayoría de los acusados admitieron haber cometido los crímenes de los que se les acusaba, aunque la mayoría declaró que seguían órdenes de una autoridad superior. Quienes estuvieron involucrados directamente en los asesinatos recibieron las sentencias más severas. Otras personas que desempeñaron papeles clave en el Holocausto, incluidos funcionarios gubernamentales de alto rango y ejecutivos empresariales que utilizaron a los prisioneros de los campos de concentración para realizar trabajos forzados, recibieron sentencias cortas o ningún tipo de castigo.

La autoridad más alta de los nazis, la persona con mayor culpabilidad por el Holocausto, no estuvo en los juicios, pues Adolf Hitler se había suicidado durante los últimos días de la guerra, al igual que lo hicieron varios de sus asistentes más cercanos. Muchos otros criminales nunca fueron a juicio. Algunos huyeron de Alemania al extranjero y varios cientos llegaron a Estados Unidos.

En febrero de 1945, Roosevelt, Churchill y Stalin se reunieron en Yalta y acordaron enjuiciar a los líderes del Eje después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. En agosto, los Aliados firmaron el Acuerdo de Londres que determinó la constitución de un Tribunal Militar Internacional para enjuiciar a los criminales de guerra.

El tribunal de jueces y fiscales estadounidenses, soviéticos, británicos y franceses se reunió en Núremberg y acusó a los nazis de alto rango de tres cargos: crímenes contra la paz, crímenes de guerra, que incluyeron el asesinato, los malos tratos, la deportación al trabajo esclavo de poblaciones civiles, el asesinato de rehenes y el saqueo de bienes; además de crímenes de lesa humanidad: asesinato, exterminio, esclavitud y deportación de poblaciones civiles.

El 19 de octubre de 1945, los acusados fueron procesados y un año después, el 1 de octubre de 1946, fueron dictados los veredictos. Doce de los veintidós acusados fueron condenados a muerte.

Posteriormente, once juicios fueron realizados en Núremberg entre 1946 y 1949. En estos, los Aliados juzgaron a médicos nazis, comandantes del Einsatzgruppen, funcionarios del Ministerio de Justicia del Reich, jueces de los tribunales especiales nazis y otros miembros de alto rango del partido nazi.

La fiscalía proporcionó muchos ejemplos de la conducta inhumana sin precedentes de la Alemania nazi. En noviembre de 1945, los estadounidenses proyectaron una filmación tomada por fotógrafos aliados en las áreas liberadas, y en febrero de 1946 los fiscales soviéticos ofrecieron como evidencia una película de 45 minutos, que incluía imágenes de filmaciones alemanas capturadas. Ambas proporcionaron detalles gráficos de las atrocidades nazis. Además, durante la fase francesa de la acusación, la periodista francesa Marie Claude Vaillant-Courturier dio testimonio de la brutalidad en Auschwitz.

El tribunal discutió la política antisemita de la Alemania nazi en diferentes ocasiones. Más de 800 documentos y más de 30 testigos se refirieron a la persecución de los judíos. Entre ellos, el poeta en yiddish Abraham Sutzkever testificó sobre el sufrimiento judío en el gueto de Vilna, Lituania. Además, el oficial de las SS Dieter Wisliceny y el comandante de Auschwitz Rudolf Höss testificaron sobre los orígenes de la Solución Final. Los crímenes contra los judíos, sin embargo, no se separaron de otros crímenes, y la política antisemita nazi fue vista como motivada por consideraciones utilitarias: para lograr el control político de la sociedad alemana e impulsar una brecha entre el gobierno y la población de los países aliados.

“La verdadera parte demandante en el estrado es la civilización”, dijo el fiscal estadounidense Robert Jackson cuando comenzaron los juicios de Núremberg en noviembre de 1945.

Fue un acontecimiento que signó la historia del derecho internacional, puso en marcha mecanismos de protección a los derechos humanos antes inexistentes e, incluso, renovó la teoría del derecho, suscitando discusiones acerca del concepto y la validez del mismo, sobre sus fundamentos y su relación con la moral, al colocar nuevamente en el centro de la escena la polémica en torno la existencia de un derecho superior al positivo, que limita el poder de los gobernantes, y cuya violación merece un juicio y castigo justo.

El Tribunal Militar Internacional (IMT) condenó a muerte a 12 acusados (Goering, Ribbentrop, Keitel, Kaltenbrunner, Rosenberg, Frank, Frick, Streicher, Sauckel, Jodl, SeyssInquart y Bormann). Tres fueron sentenciados a cadena perpetua (Hess, el ministro de economía Walther Funk y Raeder). Cuatro recibieron sentencias que de entre 10 y 20 años (Doenitz, Schirach, Speer y Neurath); absolvió a tres de los acusados: Hjalmar Schacht (ministro de economía), Franz von Papen (político alemán que desempeñó un papel importante en la designación de Hitler como canciller) y Hans Fritzsche (jefe de prensa y radio). Las ejecuciones fueron llevadas a cabo el 16 de octubre de 1946, con dos excepciones: Goering, que se suicidó poco antes de la fecha de su ejecución y Bormann continuó desaparecido. Los otros 10 acusados fueron ahorcados, sus cuerpos cremados y las cenizas depositadas en el río Iser.

Los siete principales criminales de guerra sentenciados a reclusión fueron enviados a la prisión de Spandau, en Berlín.

“Las acciones que intentamos condenar y castigar han sido calculadas, tan indignantes y destructivas, que la civilización no puede tolerar que se las ignore porque no logrará sobrevivir si se repiten”; señaló el fiscal Robert Jackson.

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