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Las protestas en Cuba, ¿señal de cambio?

Ricardo López Göttig

Por Ricardo López Göttig

Ayer domingo, se iniciaron en distintas partes de Cuba varias protestas de la población civil, en reclamo por alimentos y medicinas, ante la crisis económica y social que se agravó con la pandemia. Hasta entonces, la economía cubana, de subsistencia para la gran mayoría de la población, se basaba en la atracción del turismo internacional y sus divisas. Con un sistema de segregación social, con restaurantes, tiendas y lugares exclusivos para el turismo extranjero, a los cubanos les llega un pequeño porcentaje de lo que se recauda en esos sitios reservados en los que se utilizan dólares y euros. Pero al cerrarse ese flujo, las debilidades de una economía cerrada y carente de iniciativa privada se han mostrado con toda crudeza.

El presidente Miguel Díaz-Canel no sólo cortó la comunicación por internet, que ya de por sí está restringida y es casi inaccesible por sus costos, sino que además hizo un llamamiento a la violencia contra aquellos que protestan. Durante decenios, el régimen se ha sustentado en la falsa narrativa del “bloqueo” y de invasiones inminentes, cerrando la información proveniente del exterior. Los mecanismos de represión están siempre activos, con una fortísima autocensura de la propia población, que busca estrategias de supervivencia en los mercados paralelos. Pero el régimen de los Castro no es sólo una isla en el Caribe: ha sido el propagador de su sistema más allá de las fronteras, con aliados en Venezuela y Nicaragua, además de muchos simpatizantes políticos, intelectuales y artísticos en el mundo. Es sumamente probable que desde esos países se ayude al sostenimiento político del régimen del Partido Comunista, para prevenir un posible efecto dominó en la región. El papel que jueguen los gobiernos democráticos de América latina, de Estados Unidos y la Unión Europea, así como organismos como la OEA y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pueden contribuir a una transición pacífica y ordenada hacia un Estado de Derecho democrático, y desmontar el aparato del partido único en Cuba.

Es poco lo que se puede conocer sobre las protestas que se están sucediendo en Cuba, pero sí cabe remarcar que las fuerzas de la disidencia están dispersas, fragmentadas, y que a diferencia de procesos similares como en Polonia y Checoslovaquia en los años 80, no tienen un referente claro que permita unificar a sectores tan heterogéneos. En este escenario, se verá si el profundo hartazgo es superior al miedo y qué rol tomarán las Fuerzas Armadas, que pueden hacer un golpe de Estado para establecer un nuevo tipo de régimen, que no necesariamente sería democrático, sino de otra clase de autoritarismo, ante la debilidad de la disidencia. En estos tiempos en el que las autocracias han pretendido mostrarse como ejemplares ante la pandemia, las protestas en Cuba ponen en evidencia que, muy lejos de ser un modelo de salud y bienestar, impera el silencio a través del miedo, la coacción y la censura.

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