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La historia de las relaciones diplomáticas entre Israel y el Vaticano

Yehuda Krell

El 15 de junio de 1994 la Santa Sede estableció plenas relaciones diplomáticas con el Estado de Israel, relaciones que venían cargadas por la controversia judeo-cristiana que ha existido a lo largo de 2000 años de historia.

Si bien, las relaciones diplomáticas formales entre Israel y el Vaticano se establecieron oficialmente en 1993, éstas fueron precedidas por casi un siglo de diferentes formas de contactos y actividades. Las mismas datan desde la fundación del movimiento sionista, seguido por la creación del Estado de Israel hasta nuestros días.

A partir de 1897, año del Primer Congreso Sionista de Basilea, la idea sionista comenzó a ser conocida en Europa, la revista Civilità Catollica, importante órgano jesuita, anunció que la Iglesia no podía aceptar la existencia de un estado judío en Tierra Santa, cuya capital era Jerusalén y los santos lugares. Siete años después, en 1904, el fundador del movimiento sionista Theodor Herzl, luego de arduas tratativas, se reunió con el papa Pío X con la esperanza de lograr su apoyo a las aspiraciones del movimiento. El papa luego de escuchar a Herzl rechazó la idea y dijo que la Iglesia no podía reconocer al pueblo judío ni a sus aspiraciones en Palestina, ya que los judíos ‘no habían reconocido a Nuestro Señor’. Lo interesante es que Herzl actuaba movido por criterios políticos, en tanto que la respuesta del Papa se basaba en la teología católica.

El papa Pío XII, cuestionado por su actitud respecto de los judíos durante la Shoá, se opuso al establecimiento de un Estado judío en Israel, siguiendo la línea que mostró el Vaticano desde su oposición hacia la Declaración Balfour emitida en 1917. Los argumentos de la Santa Sede estaban fundados en que el dominio sobre los lugares santos era un tema de gran importancia y la transferencia del control sobre ellos solo podía obtenerse en el marco de discusiones entre la Iglesia y las potencias, y no con un estado emergente.

Sin embargo, la Santa Sede vió con agrado la Resolución 181, de la ONU, del 29 de noviembre de 1947 acerca de la Partición de Palestina en dos estados, según la cual Jerusalén y sus alrededores serían considerados un ‘corpus separatum’, es decir, una entidad separada, pero inmediatamente después de la guerra de 1948, y la subsiguiente partición de Jerusalén, entre Jordania e Israel, se esfumó el beneplácito vaticano.

El Papa Pío XII, muy preocupado por el violento conflicto en la Tierra de Israel, pidió que se diera a Jerusalén un ‘carácter internacional’ y se asegurara una ‘garantía internacional’ de libre acceso a los lugares santos diseminados por toda la Tierra de Israel, además del ejercicio de la libertad de culto.

En abril de 1949, el papa tomó parte por la cuestión palestina, pidió hacer justicia con los refugiados palestinos y reiteró su llamado al ‘estatus internacional’ como la mejor forma de protección de los lugares sagrados. La declaración pro palestina del papa marcó la posición oficial del Vaticano sobre la cuestión de los refugiados en las siguientes dos décadas.

El Estado hebreo estaba interesado en el reconocimiento del papa y del Vaticano de la soberanía israelí, por su influencia y el estatus internacional de la que gozaba la Santa Sede, tal reconocimiento era importante también, ya que representaba el comienzo de una nueva era en las relaciones entre ambas religiones. Por su parte, el Vaticano estaba muy interesado en que se le reconozca la titularidad de una gran cantidad de propiedades que tenía en Israel (iglesias, monasterios, conventos).

Con este escenario, Israel, en reiteradas ocasiones, envió representantes al Vaticano, sin que pudieran lograr el objetivo principal, y los alcances de los encuentros solo permitían visualizar un solapado reconocimiento del Vaticano hacia el Estado de Israel, ya que la Santa Sede temía que el reconocimiento de Israel provocara una reacción violenta contra las minorías cristianas en los países árabes y también en el propio Vaticano.

Un gran innovador fue el papa Juan XXIII, al publicar en la Conferencia Vaticana II, 1965, la declaración ‘Nostra Aetate’, que abole la acusación colectiva contra los judíos de ser culpables de la crucifixión de Jesús y el concilio condenó enérgicamente el antisemitismo en todo lugar.

La Guerra de los Seis Días en 1967 cambió la situación geopolítica: Israel ocupó la mayoría de los territorios referidos a los lugares sagrados del cristianismo. Después de la guerra el Vaticano cambió su posición. En un discurso a los cardenales pronunciado por el papa Pablo VI, en diciembre de 1967, le pidió a Israel la concesión de un ‘estatus especial bajo garantía internacional’ para los lugares santos. Comenzaron contactos del alto nivel entre las partes, el papa Pablo VI recibió a sucesivos ministros israelíes de la más alta jerarquía aunque sin alcanzar acuerdos sobre las relaciones diplomáticas.

Los primeros signos de cambio aparecieron con el papado de Juan Pablo II, quien tenía un enfoque muy diferente a la de sus predecesores. En su juventud, había confraternizado con muchos amigos judíos, él mismo fue llevado por los nazis a realizar trabajos forzados bajo la Polonia ocupada y simpatizaba con los anhelos nacionales de los polacos y de otros pueblos.

En 1984, Juan Pablo II habló acerca de la seguridad y la paz para el pueblo judío que vive en el Estado de Israel como ‘el derecho de toda nación’. En diferentes comentarios a líderes judíos, reconocía el derecho del pueblo judío a la patria. Después de la primera Guerra del Golfo en 1991, con la reanudación del proceso de paz palestino-israelí, y la firma de los Acuerdos de Oslo, varios países retomaron las relaciones diplomáticas que había cortado con Israel tras la Guerra de los Seis Días. A la luz de estos hechos, el papa ordenó ‘conversaciones exploratorias’ con Israel y luego dirigió las conversaciones él mismo
Finalmene, el 30 de diciembre de 1993 se firmó un acuerdo básico entre la Santa Sede y el Estado de Israel. Desde entonces, el Estado de Israel ha mantenido estrechas relaciones diplomáticas con el Vaticano, relaciones que también han conocido períodos de gran tensión y fuertes discrepancias.

En la actualidad las visitas ministeriales israelíes al Vaticano son frecuentes, ambas partes están buscando formas de ampliar la cooperación y el entendimiento en las áreas de cultura, educación, academia y relaciones interreligiosas. Las misiones también abordan regularmente cuestiones nacionales como la emisión de visas para el ingreso al país de clérigos católicos de países árabes que no tienen acuerdos de paz con Israel. En mayo de 2014, el Papa Francisco visitó Israel, quien, en una apretada y nutrida agenda, dejó una ofrenda floral en la tumba de Herzl, padre del sionismo, rezó en el Muro de los Lamentos y ante la lápida de las víctimas del terrorismo, y al visitar Yad Vashem, haciendo referencia a los campos de exterminio exclamó: ‘Nunca más, Señor, nunca más’

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