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Volver a fojas cero

Luego de una jornada intensa de trabajo, Perchik emprendió el regreso a su hogar. La tarde noche era agradable con un clima primaveral, ideal para salir a caminar o tomar algo al aire libre. Aunque esos placeres nocturnos, se han convertido en lujos del pasado.

El camino de vuelta, estuvo plagado de miedos e incertidumbres. Siendo abogado, y vecino de la Ciudad de Buenos Aires, no tenía derecho a subir a un transporte público, por no ser considerado “trabajador esencial”.

Sin embargo, el deber de brindar servicios de justicia a muchos de sus clientes, para que puedan acceder a prestaciones de salud negadas por sus prepagas; así como lograr que muchos niños pudieran tener sus derechos fundamentales garantizados, lo hacían arriesgarse al virus y a ser bajado del transporte como si fuera un polizón.

El viaje fue tortuoso, el colectivo se fue llenando poco a poco, la distancia social se desvaneció rápidamente y los temores a posibles contagios azotaron a los pasajeros.

La tensa calma terminó de romperse, cuando un oficial de policía se subió al bus. Un silencio sepulcral lo llenó todo. Algunos, más rápidos de reflejos, tocaron raudamente el timbre; y cuando el chofer abrió la puerta, huyó la mitad de los pasajeros. Perchik, solo atino a rezar, pues tener que pagar una multa lo hubiera devastado económicamente.

El policía miró atónito lo que sucedía y al ver un asiento libre, se sentó. No estaba asignado a control, sino más bien como cualquier trabajador, abordo un transporte público para llegar a destino.

El tráfico fue agobiante y estresante. La actividad laboral y comercial finalizaba a las 19 horas, y todos debían llegar a sus hogares antes de las 20 horas. Miles y miles de personas circulando, poblando las calles, los negocios, y los transporte públicos en un pequeño lapso de tiempo.

El vehículo avanzaba a paso de caracol. Por ello, Perchick, arribó a destino fuera del horario permitido. Se encontraba a cinco cuadras de su hogar e infringiendo la prohibición de circular.

-¿Que hago, voy corriendo hasta casa? ¿Y si me paran, qué les digo? – se preguntaba asimismo, mientras sujetaba el maletín con sus brazos y se lanzaba a correr por la vereda cuasi desierta, al compás de los cacerolazos que resonaban en los balcones.

Corría como si fuera un runner por Avenida Independencia, pese a los incómodos zapatos que llevaba que le lastimaban los pies de tanto andar durante el día.

La camisa, húmeda, por la transpiración, se le pegaba al cuerpo y lo molestaba. Sumado a eso, su respiración se agitaba metro a metro. De forma repentina e inesperada, se topó de frente con dos policías que intentaron detenerlo en la intersección de la calle Pasco; y sin pensarlo, ni dudarlo, logró evadirlos con una finta mágica, de esas que solía hacer en sus épocas de jugador de handball.

La fuga duró tan solo cien metros. Lo esperaba otro policía, sobre calle Pichincha, por lo que resignadamente redujo la marcha y llegó caminando al encuentro con el agente de seguridad.

  • Buenas noches Señor, documentos por favor – Inquirió el oficial con amabilidad

  • Aca tiene… – Perchik le dió el documento y su credencial de abogado

  • No puede circular en este horario, no es un trabajador esencial, ni tiene permiso habilitante. La próxima vez que lo encontremos, informaremos al juzgado federal correspondiente y procederemos a su detención – Manifestaba a desgano el uniformado

  • Lo sé, pero no tengo alternativa, necesito trabajar. Aparte, es inconstitucional la prohibición de circular, no hay estado de sitio.

  • No voy a discutir eso con usted, cumplo órdenes de mis superiores– respondió con tono adusto

  • Ustedes no tienen la culpa, están haciendo su trabajo, tienen que cumplir órdenes; incluso sabiendo que quién dió la orden, no tiene autoridad moral para hacerlo, por haber organizado un velatorio para un millón de personas en la Casa Rosada.

  • Son sus apreciaciones, no me comprometa, vaya a su casa y no vuelva a circular fuera de horario – le dijo el policía entre tanto le devolvía sus documentos.

Al estar llegando a su hogar, se comenzaron a escuchar aplausos, sonidos de corneta y algún vecino que ponía el himno nacional a todo volumen. En ese instante, notó que eran las 21 horas, y al igual que el año pasado, se estaba repitiendo el aplauso a los médicos.

Todo vuelve a comenzar en Argentina, una y otra vez los ciclos se repiten, no se avanza, se vuelve siempre al pasado, a fojas cero – Reflexionaba el joven abogado y miraba a sus alrededores antes de ingresar al edificio.

  • Te estaba esperando Perchik…¡Mira lo que encontré para vos! – Lo sorprendió Paco sentado en penumbras en el sillón del palier del edificio.

  • ¡Me queres asustar! ¿Qué es? ¿Un diario amarillento? – preguntó dubitativo y resignado a tener que conversar con su vecino.

  • Es lo que te había prometido desde hacía tiempo, un diario de cuando la Fundación Eva Perón envió ayuda humanitaria a Israel…

  • Muchas gracias… Conozco la historia, Golda Meir se lo agradeció a Evita en persona cuando vino a la Argentina a principio de los años cincuenta.

  • Exactamente, en esa época tenía muchos amigos judíos peronistas, eran parte de la OIA, Organización Israelita Argentina. Estuve en algunas de sus reuniones, cuando el mismísimo General Perón fue a un acto que organizaron y les dió un cálido discurso – Recordaba Paco emocionado

  • Por lo que siempre supe, la OIA le disputaba la representatividad de la comunidad a la DAIA. Se generó una grieta comunitaria. Aunque lo bueno de aquellos tiempos, es que la mayoría de los judíos peronistas apoyaban al renaciente Estado de Israel, al igual que muchos comunistas y socialistas.

  • Te veo muy cansado, pero te voy a dejar una pregunta para que me contestes en unos días. ¿Qué sucedió en los últimos setenta años, en que Israel pasó de recibir donaciones para subsistir a ser potencia, y Argentina de ser potencia a tratar de subsistir?

El viaje desde planta baja a su sexto piso, se hizo más largo con esa pregunta resonando en su cabeza. Llegó a su departamento pensando en la pregunta que le dejó su vecino.

No pudo evitar comparar a sus dos naciones. Mientras Israel, anunciaba el fin del uso de barbijos en espacios públicos, el Presidente argentino, manifestaba su descontento porque las Provincias no se sumaban a sus medidas restrictivas y le declaraba la guerra al Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires e instalaba una nueva grieta: “Salud versus educación”.

Ni bien abrió la puerta, su perro Tom, lo recibió con gran alegría, haciéndole una fiesta interminable.

  • Hola Amor, no sabes todo lo que me pasó en el camino, un desastre el viaje, todo embotellado, me paró la policía, la gente estaba a full con los cacerolazos contra el gobierno…-relataba mientras jugaba con Tom, que no paraba de hacerle fiesta, después de tantas horas sin ver a su amo- Encima cuando llegué me estaba esperando Paco… igual esta vez me sorprendió para bien… ¡Y hasta me dejó pensando! Me hizo una muy buena pregunta sobre qué pasó en los últimos setenta años, acerca de como Israel en sus albores recibía donaciones de una potencia cómo Argentina para subsistir, y hoy Israel es potencia y Argentina no -seguía contando sus andanzas, mientras comenzaba a percatarse que algo no estaba bien.

La casa estaba oscura. Agustina estaba de espaldas, sentada frente a la computadora, y apenas giraba la cabeza para mirarlo, sin mostrarle interés.

Se hizo un silencio…

  • ¿Estas bien Agus, pasó algo? – preguntó sorprendido al acercarse y notar que había lágrimas en los ojos de su esposa.

  • ¿Sabes qué pasa? Que no sos al único al que le pasan cosas. No sos el único que se fastidia y se cansa. A mi también me gustaría estar tocando la cacerola para que nuestros hijos vayan a la escuela, pero no puedo, justamente porque no tenemos hijos, tema del que vos no queres hablar y evadis hace tiempo.. ¡Y yo no lo aguanto más!

  • Otra vez con ese tema… Ya habíamos quedado en buscar a nuestro primogénito, cuando todo mejore…

  • ¿Me estás cargando Perchik? ¿Cuándo va a mejorar? Se me van los años… y ya que tanto te gusta hablar de política: acá está la grieta que más te tendría que importar. Como pareja empezamos siendo una potencia, yo aposté mucho a lo nuestro, y hoy siento que necesitamos donaciones de felicidad y amor… no estamos bien y vos ni te das cuenta. Esta pareja necesita volver a fojas cero, y ya que vos no tenes iniciativa de nada, voy a ser yo, como siempre, la que de el paso – Entre tanto, le brotaban lágrimas de enojo e impotencia, su perro Tom trataba de consolarla, lamiéndole la cara, y su marido notaba por primera vez el bolso armado, apoyado en el piso, al lado de la puerta.

  • Tranquilizate Agustina, estás mezclando las cosas… Podemos volver a fojas cero juntos y repensar este tema.

  • ¿Podes visualizar este bolso? Ya está. Me voy… –

Al terminar de decir esas palabras, sonó el timbre. Abajo esperaba la hermana de Agustina, que por ser trabajadora esencial, estaba habilitada para circular y llevarla a la casa de su mamá. Salió del departamento, sin despedirse, ante la pasividad de su esposo, que inmóvil, no lograba comprender el desenlace. Tom trataba de ayudarlo, ladrándole para que reaccione, y traiga de nuevo a su dueña.

Luego de largos minutos, reaccionó balbuceando la respuesta a la pregunta de Paco:

  • Alguien dijo que locura es hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes… En este país, gran parte de la sociedad sigue reivindicando una ideología y un modelo de país de hace setenta años… Es imposible aplicar esas políticas y modelo de liderazgo en la actualidad. ¡Claro, así me ve Agustina a mi! Estancado en el tiempo y haciendo siempre lo mismo… Si no cambio, no intento nada nuevo y me modernizo, la puedo perder para siempre…

Historia ficcionada basada en hechos de la vida real

Por Ruben Budzvicky

Ilustración: Sabrina Fauez

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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