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¿Cultivar las fortalezas o las debilidades?

Un levantador de pesas no puede ser campeón olímpico si no trabaja sobre sus músculos más débiles. Pero, todo alumno que va al colegio ¿es un levantador de pesas en búsqueda de ser campeón olímpico? ¿Tiene sentido enfocarse tanto en sus debilidades a pesar de que sus logros y hazañas dependerán fundamentalmente de sus fortalezas?

Cuando un profesor le dice a un alumno o a sus padres algo así como: “has hecho un gran trabajo pero tienes una debilidad en X”, frecuentemente los alumnos o padres se quedan con el ruido que hacen las debilidades en ese mensaje, lo que opaca las fortalezas.

Desde que los niños son menores, se les menciona que deben superar sus debilidades, pero muchas veces lo que se requiere es una actividad de remediación. En lugar de apuntalar sus virtudes (“hiciste un valioso trabajo autónomo y auténtico”) le señalan sus deficiencias (“estás en falta porque copiaste en el examen”).

La escuela se ha convertido en un mundo remedial. Un alumno que tiene una marcada dificultad en un aspecto o área de su aprendizaje, es condenado a dedicar infinitas horas a remediar sus dificultades, que a lo más le permitirán llegar a rozar el desempeño del grupo medio. Difícilmente lo va a llevar a la excelencia. Sin embargo, si no somos cuidadosos, se crea un estado mental en que la gente está más enfocada en prevenir el fracaso que en apuntalar sus fortalezas. La pregunta de los profesores debería ser cómo lograría su alumno llegar a realizar su potencial máximo en las áreas fuertes, sin que las debilidades se lo impidan.

Si un deportista juega basketbol, pero siendo muy hábil con las piernas tiene una debilidad en su capacidad de lanzar al cesto, girar hacia el fútbol o atletismo hace desaparecer esa debilidad como factor limitante. Similarmente, uno de los roles de los profesores es ayudar a sus alumnos a hacer esos giros para encontrar las actividades en las que su éxito no dependerá de sus debilidades y en las que puede sacar el mayor provecho a sus fortalezas.

Una experiencia en India citada en el podcast de Adam Grant “When Strength Becomes Weakness” (22 04 2019) que ha servido de motivación para esta columna menciona la experiencia de un call center que asignó al azar a un grupo de los trabajadores a un ambiente en el que la consigna para los jefes era focalizarse solo en las fortalezas de cada trabajador desde el primer día de su ingreso al trabajo. Comparado con los otros, a los 6 meses encontraron una enorme diferencia en favor de los primeros, que estaban más satisfechos en su empleo, con clientes más complacidos y mayor tasa de retención laboral.

Por último, hay una clave más para convertir la retroalimentación en algo útil para el progreso. Decirle a un alumno “hiciste un buen trabajo” sin especificar a qué se refiere ¿de qué le sirve al alumno para mejorar sus fortalezas -o prevenir sus debilidades-? “Hiciste un buen trabajo” porque fuiste un líder conciliador, porque tuviste argumentos convincentes, porque resolviste una interrogante que bloqueaba la discusión, porque diste el espacio a otros para que muestren sus argumentos, porque sacaste el puntaje más alto… ¿Cómo puede saber dónde radica el buen trabajo que hizo? ¿Cómo va a saber qué fortalezas cultivar?

 

Hay que ser descriptivos en la retroalimentación, precisando los desempeños reconocidos, para que el alumno sepa con precisión cuáles son los factores que debe seguir apuntalando.

Son cosas simples, pero que pueden marcar la diferencia en el desempeño de los alumnos y su motivación para avanzar en el camino a la excelencia.

*León Trahtemberg es Conferencista y consultor en Educación. Miembro del Consejo Nacional de Educación. Co-Promotor y Líder Pedagógico del colegio Áleph

Reproducción autorizada por Radio Jai citando la fuente.

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