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Parasha Nasó: el adicto en recuperación

El tema que voy a abordar es como el escenario de una manta corta.

Nuestros Sabios hacen una declaración destinada a responder a una pregunta, pero la declaración provoca una nueva pregunta. Respondiendo a la pregunta nueva reabre la pregunta original, y, respondiendo eso, aparece una nueva pregunta. Vamos a ver si podemos encontrar el camino de salida de este laberinto.

El Sacrificio del Nazir
La Torá nos habla de la promesa del nazir. El nazir se compromete a abstenerse del vino, y vivir una vida completamente ascética, por un mínimo de 30 días. Cuando el período de abstención ha terminado, el nazir debe ofrecer un sacrificio antes de volver a beber el vino. ¿Cuál es la razón de este sacrificio? ¿El nazir ha hecho algo malo?

Nuestros Sabios explican que el sacrificio expía el pecado de la abstención a la abundancia de Di-s. No es apropiado ser más religiosos que Di-s. Si Di-s considera que el vino es admisible, el nazir no debe abstenerse. La promesa implica que Di-s estaba equivocado, y que el vino es perjudicial, y por eso debe traer un sacrificio.

Pero si es malo tomar la promesa del nazir, ¿por qué la Torá no lo prohíbe en primer lugar?, ¿Por qué introducir la posibilidad, reconocerlo como una promesa legítima, y luego declarar que no era apropiado? En otras palabras, nuestra respuesta podría haber tirado de la manta para cubrir los hombros, pero ha dejado al descubierto los dedos de los pies.

Para responder a ello nos dirigimos a Maimónides: “No sea demasiado tolerante, pero tampoco malhumorado, no sea demasiado mezquino, pero tampoco demasiado generoso, y no sea demasiado serio, pero tampoco sin preocupaciones. Siempre se debe optar por el camino intermedio”.

Hablando de predilecciones humanas, sin embargo, Maimónides declara que una vez que nos vamos a un extremo, la solución es irse al otro extremo por un tiempo, hasta que nuestro sistema se haya desintoxicado. Por ejemplo, alguien que es propenso a la ira, tiene que practicar la tolerancia extrema. Seguimos por este camino extremo hasta que hayamos recuperado el equilibrio, y sólo entonces volvemos al medio.

Este es el contexto de la promesa del nazir. El vino es una metáfora de todos los placeres mundanos. Cuando nos volvemos adictos a una indulgencia en particular, debemos dejar de depender de la adicción hasta abstenernos por completo y nos hayamos recuperado. La promesa sirve para reforzar la disciplina que se requiere para tal abstinencia.

Ahora entendemos por qué los permisos de la Torá. La mención muestra la sensibilidad inmensa de Di-s, y la comprensión a la naturaleza humana.

Pero todavía nos quedamos con la pregunta original: Si la promesa es apropiada bajo esas circunstancias, ¿por qué es pecado? ¿Por qué es necesario un sacrificio? Hemos cubierto los dedos de los pies, pero los hombros están expuestos ahora.

Indulgencia
Se puede argumentar que el sacrificio está diseñado no para expiar la abstención al vino, sino para buscar el perdón por la indulgencia que hizo que esa promesa sea necesaria en primer lugar. El vino, como todas las generosidades de Di-s, es bueno con moderación. Consumir demasiado es demostrar una falta de autocontrol.

Peor aún, demuestra una falta de conocimiento de la situación. Di-s nos ha puesto en su mundo para que podamos servirle. Debemos participar de su bondad, de acuerdo con nuestras necesidades, con el fin de reunir la energía para que le sirvan. Cuando nos excedemos, elegimos a nuestros propios intereses en lugar de elegir a Di-s. En lugar de utilizar el vino como Di-s lo proponía, abusamos de ello. Tal indulgencia se produce cuando nos olvidamos de la finalidad para la cual fuimos creados.

Esto responde a todas nuestras preguntas anteriores, pero da lugar a una nueva. Si la indulgencia no era apropiada, deberíamos haber pedido perdón de inmediato. ¿Por qué posponer el sacrificio hasta después de que hemos hecho y cumplido la promesa? ¿No implica esto una falta de sinceridad?

Tratando la Adicción
El lector perspicaz de inmediato entiende que no podemos preocuparnos por el pecado, mientras que todavía estamos sufriendo sus consecuencias. El nazir, antes de que hace la promesa, es un adicto, y la adicción es una enfermedad que requiere tratamiento. Cuando estamos unidos por la adicción física, no podemos curar nuestras dolencias espirituales.

Cuando la enfermedad sana, y la adicción se reduce a proporciones manejables, debemos prestar atención a la causa del problema. Una vez que se da cuenta cuál fue su participación en crear el problema, va a querer arrepentirse. Ese es el momento correcto para traer una ofrenda a Di-s y suplicarle que lo perdone.

Si demandamos demasiado, la adicción debería desaparecer. Primero debemos darle tiempo a que se recupere, que reconozca la verdad, y por lo tanto incentivarlo a que vaya al camino de la recuperación.

La Torá nos enseña a retomar nuestro camino fuera de ese pozo sin fondo: reconociendo nuestra debilidad, asumiendo la responsabilidad por nuestros pecados, y pidiéndole a Di-s perdón. Di-s perdona, y Él también ofrece ayuda.

Y cuando lo hace, el camino hacia el bienestar permanente se abre ante nosotros. Porque el camino más difícil es fácil de viajar con Di-s a nuestro lado.

Fuente: eschabad.org

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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