Radio JAI

La Radio Judía de Latinoamérica

DONAR

Memoria contra el genocidio literario del Holocausto

En ella, Etty Hillesum escribía a su amiga Christine van Nooten, que se había quedado en Ámsterdam: “Me esperareis, ¿verdad?”. Aquella frase inocente encerraba una súplica que era, en realidad, el deseo de vivir, por mucho que su destino fuera la muerte segura. Etty falleció el 30 de noviembre de aquel año, dos meses después de llegar a Auschwitz, pero tuvo tiempo de dejar escrito un “Diario” extraordinario y revelador, aunque no tan famoso como el que alumbró su compatriota Ana Frank.

A esa obra, olvidada hasta los años 80, y a la vida de su autora vuelve ahora Mercedes Monmany a través de su último libro, “Ya sabes que volveré” (Galaxia Gutenberg). En él, la escritora y crítica literaria de ABC evoca, igualmente, el recuerdo de otras dos grandes escritoras que también murieron en Auschwitz: Irène Némirovsky y Gertrud Kolmar. Tres mujeres. Tres intelectuales. Tres víctimas de la sinrazón y el odio. Tres testimonios de incalculable valor. Tres vidas que en este hermoso y necesario relato convergen en uno solo: el de la conjura de la memoria contra el genocidio literario que practicaron los nazis.

“Era una excusa para hablar de un tema que me interesaba mucho, que son los intelectuales en Auschwitz, ese campo de concentración que se ha convertido en un símbolo en nuestros días”, explica Monmany. La casualidad es siempre causa de las más hermosas aventuras y así fue en el caso de este libro. En mitad de una conferencia que ofreció sobre escritoras que habían muerto en campos de concentración, Monmany se dio cuenta de que tres de sus autoras “preferidas” habían tenido ese trágico final, y las tres en Auschwitz: Irène Némirovsky, Gertrud Kolmar y Etty Hillesum. Cada una en un género distinto -novela, poesía y diario, respectivamente-, a través de su testimonio, “se convierten en guardianas de la memoria del futuro” a cuyo encuentro acudimos ahora los lectores.

Para evidenciar la gravedad del genocidio literario, Monmany parte de algo tan simple como su planteamiento, muchas veces cuestionado. “No sabemos qué hubieran producido, editado, divulgado en años posteriores pensadores, escritores, futuros profesores con una gran relevancia en el mundo académico… Hay un aniquilamiento de toda una generación intelectual. Los hay que se salvan y logran escapar, pero hay muchos que caen en aquella madriguera atroz”.

Doble olvido
En el caso de las mujeres, además, se da la circunstancia del doble olvido: por el paso del tiempo -que nunca lo cura todo- y por su condición de mujeres. “En este triste género, que no debía haber existido nunca, que es la literatura del Holocausto, siempre estaban los grandes nombres -de hombres-, que se repetían de forma automática: Primo Levi, Elie Wiesel, Paul Celan, Imre Kertész… El único nombre de una mujer era el de Hannah Arendt, pero ella no pasa por la persecución del día a día ni por los campos de concentración, es una pensadora”. Por eso, este libro es, también, “un homenaje a todas esas mujeres intelectuales de un grandísimo nivel”.

De las tres protagonistas de “Ya sabes que volveré”, Irène Némirovsky era la gran escritora reconocida. Monmany compara su desaparición con “matar a Doris Lessing o a Margaret Atwood en plena actividad”. Gertrud Kolmar era la poeta, prima de Walter Benjamin, que la consideraba su alma gemela. “Era una mujer retraída, tímida, la Emily Dickinson europea, no formaba parte de los cenáculos de su época, de un Berlín frenético. Crea una obra absolutamente encerrada en sí misma”. Si la primera escribe, hasta el último momento, “Suite francesa” (la editorial Salamandra ha recuperado toda su obra, también esta novela), la obra que la sobreviviría y cuyo manuscrito se mantuvo escondido durante décadas en una maleta, la segunda concibió “Susanna” (Errata Naturae, 2010) en Berlín durante el invierno de 1939, siempre por las noches, únicos momentos de tranquilidad en el apartamento colectivo para judíos que se le asignó como residencia obligada.

Guardianas de la dignidad
Su rol como mujeres intelectuales no hace que descuiden su labor como vertebradoras del núcleo familiar. “Se convierten en guardianas de la dignidad de la especie humana. Varias de ellas tienen continuas ofertas para escapar. Etty Hillesum tenía contactos en la resistencia y hasta el último momento la proponen escapar, pero se queda con sus padres para acompañarles en lo que fuera. Lo mismo sucede con Gertrud Kolmar: sus hermanos se evaden a Suiza, ella tiene oportunidades de algún contrato como institutriz en Inglaterra y decide quedarse con su padre enfermo. Irène Némirovsky se aferra a estar con su marido, pero salvando a sus hijas, que era su obsesión”.

Ellas dejaron su legado como advertencia y nosotros debemos ser “guardianes de su memoria”. En ese sentido, no deja de ser curioso que en estos días de delirio secesionista se hayan recuperado las palabras de Stefan Zweig, el mayor soñador de la Europa que no pudo vivir: “El nacionalismo es la peor de todas las pestes, que envenena la flor de nuestra cultura europea”. “En toda Europa se ha extendido, con personajes como Farage, Le Pen, los nuestros aquí… Muchas veces nos lo tomamos con ironía porque suponemos que tenemos superioridad humana, ética, moral o política, pero todos juntos pueden hacer mucho daño”, remata Monmany. Ya lo dijo Germaine Tillion, poco antes de morir: “Lo que debe tener más actualidad que nunca es lo sucedido hace medio siglo a un gran pueblo, nuestro igual, nuestro vecino. ¿Matar a los que son “demasiados”? Algunos sueñan hoy con ello en todos los continentes. No hay recetas seguras para protegerse del crimen.

Fuente: ABC

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

Ayuda a RadioJAI AHORA!
HAZ CLIC AQUÍ PARA HACER UNA DONACIÓN