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El Orfanato de la calle Krojmalna*

Como pedagogo, J. Korczak había realizado en Polonia una tarea monumental y gozaba de un reconocido prestigio en toda Europa. En el año 1912 había fundado un orfanato en Varsovia, en la calle Krojmalna, desde donde siempre luchó por los derechos de los niños.
Fue autor de una obra literaria prolífica: publicó más de dos decenas de libros y registra cerca de mil cuatrocientos textos periodísticos. Con el inicio de la guerra, comenzó a llevar un diario, a través del cual se conocen los sentimientos del pedagogo en los tristes y difíciles días del gueto.
Este brillante educador se consideraba a sí mismo como un hombre judío polaco; en la adultez comenzó a estudiar el idioma hebreo, cuando comenzó a simpatizar con el movimiento nacional judío al comprender los objetivos del Sionismo luego de sus dos viajes a Palestina en los años 1934 y 1936.
En sus cuarenta años como médico, educador, escritor, docente prestigioso y hombre de acción, desarrolló una concepción pedagógica que sostenía, entre otras ideas, que el niño tiene derechos inalienables y que éstos son inherentes a su ser, a saber: el derecho al amor, al respeto, a vivir su presente, a errar o equivocarse, a opinar y a criticar, y a mantener sus secretos.
Su pensamiento permitía ver a los niños como seres humanos con derechos; su teoría educativa sostenía que había que liberar a sus alumnos de los castigos, tan usuales en las escuelas de ese entonces y consideraba que había que eximirlos de las normas disciplinarias extremas. Sostenía que no se podía educar a un niño contra su voluntad, si él no disfrutaba de lo que hacía; en esos casos era preferible que no estuviera en clase, ya que al final igual iba a saber lo que era bueno para él.
Korczak no era un romántico, sabía que los niños no eran ángeles, sin embargo decía que había que tratarlos con seriedad y respeto. Alentó los procesos de democratización de las instituciones educativas.
En el año 1909, Stefa Vilchenska, una joven estudiante de ciencias naturales perteneciente a una familia judía acomodada, conoció al Dr. Janus Korczak, quien le recomendó realizar un viaje a Italia para conocer a la Dra. María Montessori y estudiar su filosofía de trabajo y su metodología singular. La pedagoga italiana conocía el pensamiento y la concepción pedagógica del educador polaco, y adscribía con él a la idea de que con el alumno se podía hablar y se lo debía escuchar.
Vilchenska fue una gran profesional y una excelente colaboradora: cuando en la Primera Guerra Mundial, J. Korzcak fue alistado en el ejército polaco durante cuatro años, Stefa se ocupó del instituto. A su regreso, ella continuó en el día a día, nunca se casó y su actitud hacia el trabajo era monástica.
Durante la década del treinta, Stefa viajó tres veces a Israel y se alojó en el Kibutz Ein Jarod. No se pudo adaptar y siempre extrañaba a sus alumnos y al Instituto, regresó a Polonia, luego de su último viaje en abril de 1939, en vísperas de la guerra.
En octubre de 1940, los maestros del orfanato y sus alumnos entraron al Gueto de Varsovia, donde a pesar de las enormes dificultades, siguieron ocupándose del quehacer cotidiano. Unos meses antes del ingreso al gueto, Stefa recibió una carta, vía la Cruz Roja, de una muy querida amiga suya del kibutz, Feigue Biber, con el pedido de que viajara a Israel vía Ginebra. Ella contestó que no se iba a ir sola, que no iba a dejar a sus alumnos del orfanato y pidió que le tuvieran paciencia.
Durante la ocupación alemana, Korczak mostró en toda su dimensión la rebeldía contra los usurpadores y los acólitos del régimen nazi. De distintas fuentes se puede obtener una semblanza sobre las actitudes de protesta del maestro, como osar vestir el uniforme militar polaco, oponerse a llevar la “estrella de David” como marca del oprobio y su negación a abandonar el gueto con documentación falsa para no dejar a sus niños desprotegidos, entre otras.
El 5 de agosto fueron obligados, él y sus huérfanos, a abandonar el gueto para partir a los campos de exterminio. Junto a su asistente Stefa y decenas de educadores organizaron una marcha con más de doscientos niños hacia los trenes que los llevaría a la muerte.
Estos brillantes y singulares educadores no buscaron salvarse durante las deportaciones hacia las cámaras de la muerte, salieron con sus alumnos del orfanato en el gueto y con todo el amor que sentían hacia ellos, marcharon a la cabeza del grupo. Todos fueron asesinados en el campo de exterminio de Treblinka.
Korzcak y Vilchenska reflejan la historia de innumerables educadores anónimos, judeo polacos, que con entrega y abnegación hacia sus seres más queridos, sus alumnos, mostraron el camino de la resistencia contra la opresión y el totalitarismo.

*Extraído de “Paginas de Odio. Historia del Antisemitismo”, Yehuda Krell, Ed. Dunken

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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