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Alarma en Bosnia-Herzegovina

Ricardo López Göttig

Por Ricardo López Göttig      

Los más memoriosos tienen presentes las imágenes de la atroz guerra de Yugoslavia en los años 90, con sus campos de concentración, limpieza étnica, bombardeo de ciudades, miles de refugiados y milicias comandadas por criminales. Este conflicto bélico, tan cercano geográficamente al corazón de Europa, se contraponía con la ola de democratización que se vivía en el sur y el Este del continente. Fue por la intervención del entonces presidente Bill Clinton, de Estados Unidos, que las partes combatientes se avinieron a celebrar un pacto de paz conocido como los Acuerdos de Dayton, negociados en una base militar en EE.UU. en 1996.

Como resultado de ello, los serbios de Bosnia reconocieron la independencia de Bosnia-Herzegovina como una entidad separada de Yugoslavia, y se integraron al nuevo país con un esquema inusual: serbobosnios, croatas y bosnios (o bosníacos, como se les llama desde entonces) coexisten en este Estado, compuesto por la Federación Bosnio-Croata, por un lado, y la República de Serbia en Bosnia (República Srpska), por el otro. Comparten las Fuerzas Armadas, la recaudación de impuestos y la administración de justicia, y a su vez están monitoreados por un Alto Representante de la Unión Europea, y un adjunto nombrado por el gobierno de Estados Unidos.

Mientras suenan los tambores de guerra en la frontera ruso-ucraniana y el líder bielorruso Lukashenko provoca una crisis migratoria con sus países vecinos, ahora el parlamento autónomo de la República Serbia en Bosnia ha autorizado tomar las medidas para declararse como una nación soberana e independiente, desligándose de esas atribuciones que comparte con bosnios y croatas en Bosnia-Herzegovina. Esto enciende las alarmas en los Balcanes, una región en la que se detonó la primera guerra mundial y en la que se persiste en mantener las heridas muy abiertas.

En este ajedrez complejo que se juega en el Viejo Continente, ningún movimiento de estas características es casual. No necesariamente está coordinado con los otros, pero sí enrarece aún más la atmósfera de confrontación entre dos bloques. Suma otro foco de preocupación y atención para la Unión Europea y la OTAN en un país que, pasado un cuarto de siglo, continúa siendo inestable y de compleja arquitectura institucional. Esta multiplicación de fracturas fronterizas busca reforzar el discurso del paneslavismo que pretende unificar a varios regímenes europeos, que tanto peso tiene desde la segunda mitad del siglo XIX en Europa oriental y que se presenta como una valla de contención frente a la globalización y la integración continental con instituciones comunes.

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