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Marchemos por Israel

“Durante largos siglos, hubo que escuchar y soportar toda clase de antisemitismo. El mundo civilizado que miró para el costado durante la Shoá, con la creación del único estado judío en el mundo, rápidamente rompió la tregua ficticia y lanzó sus feroces ataques a la floreciente nación.

No hubo siquiera tiempo de festejar la independencia, los ejércitos enemigos ya estaban acechando a las puertas. El costo fue altísimo, pero al mundo no le importó. Nuevamente se desentendieron cuando los judíos de oriente y de África fueron perseguidos, saqueados y atacados en los países donde residieron por largos años. “

Los imágenes de aquel pasado, lo envolvieron a Jorge, mientras terminaba de redactar el texto para la contratapa de su nueva novela, situada en Medio Oriente. Entre tanto un lagrimon caia sobre el teclado de su notebook, contemplaba el cuadro de David Ben Gurión, proclamando la independencia.

Ese cuadro, le había salvado la vida, en los años setenta en época de la dictadura, cuando era estudiante en la Universidad Tecnológica Nacional.
Una fría noche de invierno, junto a sus compañeros de clase fueron sorprendidos a la salida de la universidad por un operativo del ejército. Patrulleros, carros de asalto y camiones, se extendían en Avenida Directorio desde Avenida La Plata hasta Beauchef. Los pusieron a todos de rodillas contra la pared, entre tanto los revisaban y les exigían que delaten al dueño del libro “subversivo” de Salvador Allende, que habían arrojado por la ventana unos minutos antes.
– El que se mueve o sale corriendo, lo bajamos… – los amenazaba e intimidada uno de los soldados-

Algunos días después, en horas de la madrugada, una patota parapolicial irrumpió en su casa para llevárselo detenido. Alguien lo había acusado de ser el dueño del libro y de ser guerrillero. Durante varios minutos fue golpeado y torturado, incluso más se ensañaron contra él cuando advirtieron que era judío por la Menorah que estaba en la repisa del living y el cuadro de Ben Gurion con la bandera de Israel de fondo.

Sin embargo, ese hecho fue su salvación, porque pudo persuadir a sus verdugos de que nada tenía que ver con grupos guerrilleros, sino todo lo contrario: – ¿Cómo voy a ser guerrillero? Ellos están a favor de la OLP y de la Unión Soviética que es el principal proveedor de armas y sostén de los enemigos de Israel. Yo soy sionista, carajo ¡Miren ese cuadro! –
Los agentes estaban confundidos con tanto argumento y defensa, pues desconocían la historia. Su valentía y retorica, lograron que detuvieran la tortura. Ellos odiaban a los judíos, tanto a sionistas, religiosos, laicos, de derecha, de izquierda o en todas sus combinaciones por igual.

Mientras debatían que hacer, uno de ellos, vio una foto de Bernardo, el padre de Jorge, y ordenó la retirada del lugar. Desde el piso, pudo observar que se trataba de Rodolfo, alias mate cocido, por su enorme cicatriz en la cabeza. Era un ex compañero de colegio de su papá. Lo había visto años atrás, en un aniversario de egresados, donde fueron junto con su familia.
Tras revolverle toda la casa y llevarse el dinero y todo objeto de valor, el operativo llegó a su fin.

Han pasado más de cuarenta años, y nunca pudo saber cómo y porque fue involucrado en aquel asunto del libro. Aunque, es posible que tal vez hayan encontrado su nombre en la agenda de alguno de sus amigos que eran férreos comunistas.

Las pesadillas se volvieron recurrentes, y constantemente ha regresado a aquel momento. El miedo y dolor por los golpes los siente en todo su ser, al igual que el aroma a tabaco emanado por los cigarillos negros que fumaban los torturadores. Aunque, lo que más le duele recordar es cuando uno de los patoteros apuntándolo con un fusil, le escupió todo su odio, diciéndole: – los judíos son todo lo mismo, hay que matarlos a todos.

Tantos años después, esas palabras lo siguieron perturbando e impulsaron a reflexionar. – “los judíos somos todos iguales, originarios de la Tierra de Israel, pero muchos veces nos dividimos y nos enojamos por pensar distinto” – razonzaba Jorge y lo transcribía en su cuenta de twitter.
A los pocos minutos, su amigo la momia Poplasky, le contesto: – Yo soy originario de Buenos Aires, ni siquiera conozco Israel… – Para llevarle la contra y hacerlo enojar-
¡Basta momia! Tenemos la misma discusión hace cincuenta años. Vos que siempre hablas de los pueblos originarios en Argentina y su conexión con la tierra. ¿Todavía no te das cuenta que tus ancestros son indígenas de Judea? ¿Por algo sos judío, no? – De forma enérgica le respondió a su amigo-
Yo soy argentino, este es mi país, me crie acá, fui a la escuela pública, milite la vuelta a la democracia y sigo levantando las banderas de la Justicia Social por una Argentina mejor.
Esta perfecto, todos somos argentinos, queremos lo mejor para nuestro país y cada uno tiene sus ideas políticas. Sin embargo, eso no quita que seamos judíos, y que nuestra tierra ancestral sea Israel. Una cosa no invalida a la otra, sino más bien se complementan. Y por más que reniegues de tus raíces, es indivisible el judaísmo y la Tierra de Israel – Replicó Jorge, dando por finalizada la charla con su amigo-

Luego siguió con su lectura nocturna de noticias, y se encontró con las mismas y repetidas de siempre que lo indignaron: lanzamiento de misiles desde la franja de Gaza a civiles israelíes, atentados terroristas contra civiles y soldados de forma permanente en Israel. Además las fuerzas Quds colocaron explosivos en la frontera con Siria. Y como si fuera poco detectaron explosivos que iban a ser dirigidos contra una institución judía en Argentina. Todo ello, sumado a los ataques antisemitas que en todo el mundo se han multiplicado.

– ¡Cómo puede ser! ¿Está naturalizado que Israel sea bombardeado y los judíos atacados en el mundo? Se repetía para sí, y twitteaba esa pregunta. Enseguida cientos de respuestas, a favor y en contra, le llenaron el celular de notificaciones. Ni siquiera las miró. Estaba enojado, era tarde y se fue a acostar. Su esposa, ya se había acostumbrado a sus largos viajes al interior de twitter, ya no lo esperaba para dormir. Jorge no tenía con quien descargarse, sus hijos también dormían y las redes sociales, lo alterarían mucho más. Ni Jehú, su perro fiel lo esperó, sino más bien aprovechó su ausencia para ocuparle su lugar en la cama. No tuvo más remedio que acostarse en el poco lugar que le había quedado.

No podía dejar de pensar, acerca de la injusticia de que un país sea criticado por defenderse de ataques terroristas y que nuevamente se hable de un posible atentado en Argentina con escasa repercusión. En ese momento, vinieron a su mente unas palabras que le dijo su abuelo Nahum, sin saber que serían las últimas: – Durante la segunda guerra mundial, me tuve que comprar un arma para defenderme de los nazis. Tu padre en los años sesenta, recibió entrenamiento militar clandestino, para poder defenderse de los nacionalistas de ultraderecha que nos atacaban constantemente. Sin embargo, ahora estamos en una época relativa de paz, en democracia, tenes que armarte de conocimiento y defender a tu pueblo y a vos mismo. No dejes pasar la oportunidad de hacerlo, mañana puede ser tarde…

Jorge durmió poco y mal, se levantó dolorido, pues lo hizo todo doblado por su perro. No obstante estaba de buen humor y esperanzado. Entre mate y mate, buscaba inspirarse en el cuadro de Ben Gurion para luchar contra la indiferencia, los prejuicios y la judeofobia. Luego de desayunar salió al balcón a tomar aire y observó en el edificio de enfrente, una bandera con un retrato de Nestor y Cristina Kirchner con una leyenda por el día del militante. Por lo que enseguida recordó, cuando en Iom Haazmut puso la bandera de Israel en su balcón con vista a la avenida San Juan. A los cinco minutos, el encargado del edificio le tocó el timbre de forma alterada, para decirle: – Jorge por favor saca la bandera, ¡Es para quilombo!
Minutos más tarde recibió llamados del administrador y de vecinos, pidiendo lo mismo. Ese combo de quejas, le generaron presión a su esposa, quien para “preservar la paz” con los de afuera, le exigió sacar la bandera. No importaba que en el mismo edificio había banderas de apoyo al Presidente Alberto Fernández, y algunas de Boca Juniors que todavía quedaban de cuando había salido campeón un tiempo atrás.

Ese hecho le había dolido profundamente, porque la mayoría de sus vecinos no eran antisemitas, todo lo contrario, sino que tenían miedo a los violentos que sí lo son y podrían generar desmanes en el edificio.
Un sin fin de cuestionamientos, le cautivaron los pensamientos y los agregó en el epílogo de su libro: ¿Por qué no puedo expresarme libremente? ¿Por qué evitar el tema de medio oriente, para no herir susceptibilidades de gente que desconoce el tema? ¿Por qué debo defenderme de falacias? ¿Por qué debemos estar dando explicaciones?

Buen día Gordo… lindo lío generaste anoche en twitter… ¿Por qué no te organizas una marcha y de paso promocionas el libro? – Le dijo su esposa de forma irónica, entre tanto le pedía que saque la ropa del tender-
¡Tenes razón! Es la forma de visibilizar lo que vivimos y sufrimos: la judeofobia, el antisemitismo en el mundo y los ataques permanentes a Israel. Y va a ser la manera que la sociedad entienda que somos un mismo pueblo que si tocan a uno en cualquier parte del mundo, nos tocan a todos y vamos a salir a manifestarnos. – Reflexionó entusiasmado –
Si lo armas, tal vez te acompañe – Le dijo entre risas –
Entonces, ¡Marchemos por Israel! Ya lo imagino, miles de personas en Plaza de Mayo, cantando Hatikva. Y además se van a plegar miles de cristianos evangélicos que siempre apoyan a Israel en las redes sociales. Va a servir para reflejar que no estamos solos… – Jorge se emocionaba al borde de las lágrimas –
Me parece bien, pero ahora guarda la ropa que descolgaste y acordate que hoy te toca pasearlo a Jehú.

Historia ficcionada, basada en hechos históricos reales.

Por Ruben Budzvicky

Ilustración: Sabrina Fauez

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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