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El ocaso de la comunidad judía de Turquia

La comunidad judía turca, que actualmente oscila entre 30 mil a 50 mil personas, ha enfrentado discriminación, violencia y antisemitismo desde la fundación de la República de Turquía en 1923 pero también es heredera de un pasado otomano orgulloso y profundo que es importante rescatar en esta época en la cual las comunidades judías del Medio Oriente se encuentran en un trágico proceso de desaparición

El 6 de septiembre de 1986 dos terroristas ligados a la Organización Abu Nidal, misma que debe su nombre a su fundador y miembro escindido del Fatah palestino, entraron a la sinagoga sefaradí Neve Shalom durante los servicios de Shabat. Después de bloquear las puertas para evitar que alguien pudiera escapar, los asesinos comenzaron a matar con sus ametralladoras y granadas de mano para después suicidarse.

Atentado a la sinagoga Neve Shalom

El resultado de este cobarde ataque: 22 judíos muertos y varios heridos.

Inaugurada en marzo de 1951, Neve Shalom, ubicada en Karaköy, distrito de Beyoglu en Estambul, es la sinagoga sefaradita más importante del país y ha sido objeto de tres atentados terroristas (además de varios ataques frustrados y actos vandálicos). Al ya mencionado de 1986 se suman el sufrido en marzo de 1992 cuando fue violentada con bombas sin causar víctimas y el del 16 de noviembre de 2003 día en que tanto Neve Shalom como la sinagoga Beth Israel en el distrito de Şişli fueron embestidas por coches bomba dejando 28 muertos y más de 300 heridos. Las autoridades turcas señalaron a Al Qaeda como la organización responsable aunque un grupo islámico turco denominado İslami Büyükdoğu Akıncılar Cephesi (Gran Frente de Asaltantes Islámicos del Oriente) se atribuyó el atentado en un principio.

La comunidad judía turca, que actualmente oscila entre 30 mil a 50 mil personas, ha enfrentado discriminación, violencia y antisemitismo desde la fundación de la República de Turquía en 1923 pero también es heredera de un pasado otomano orgulloso y profundo que es importante rescatar en esta época en la cual las comunidades judías del Medio Oriente se encuentran en un trágico proceso de desaparición.

Judíos de Salónica

El periodo otomano

Contrario a lo que se pudiera pensar el año 1492 no marcó el inicio de la vida judía en el territorio de la actual Turquía, sólo fue el año de la llegada de los judíos sefarditas pues la presencia judía en la zona data, por lo menos, del siglo IV AEC. EL propio Flavio Josefo relata que Aristóteles “se encontró con judíos con los cuales tuvo un intercambio de ideas durante su viaje por Asia Menor”, además de que expediciones arqueológicas han encontrado restos de sinagogas en Sardes, Mileto y Prieno que datan del 220 AEC, esto es, once siglos antes de la llegada de los turcos.

Previo a la llegada de los judíos sefaradíes (los judíos provenientes de la Península Ibérica) ya se habían registrado inmigraciones judías a la zona de Anatolia. En ese sentido encontramos que en 1326, fecha en la cual Orhan I conquistó Bursa, el mismo sultán extendió un permiso para reconstruir la sinagoga Etz Ahayim, misma que estaría en funciones hasta 1940. Durante el siglo XIV, cuando Edirne era la capital otomana, se registró la llegada de judíos europeos ashkenazies de Hungría (1376), Francia (1394), de Sicilia y de la Tesalónica dominada por los venecianos.

El Imperio Otomano (osmanlí), que ocuparía el lugar de Bizancio, unos cincuenta años antes de la expulsión judía de España, encontró en los judíos, junto a cristianos armenios y griegos, un elemento de activación económica y comercial además de ser minorías religiosas innovadoras y modernizadoras lo que muy pronto se tradujo en que el comercio y las relaciones exteriores del imperio estuvieran en manos de estos dhimmis.

Después del ofrecimiento de refugio por parte del Sultán Bayazid II los judíos sefaraditas expulsados por los Reyes Católicos se incorporaron rápidamente a la estructura comunitaria judía del imperio. La llegada de los sefaraditas contribuyó al desarrollo de la economía, el comercio, las artes, medicina e incluso técnicas de armamento del Imperio Otomano y la vida, cultura, tradiciones y rituales religiosos judíos de la península Ibérica se reconstruyeron en las ciudades otomanas de Estambul, Edirne, entre otras.

Durante todo el siglo XV se motivó e intensificó la inmigración judía a la zona, así Yistshak Sarfati, rabino mayor de Edirne de 1454 a 1469, enviaba cartas a los judíos de Europa invitándolos a trasladarse al Imperio Otomano y asentarse en el mismo. Sin duda una fecha coyuntural en la historia tanto de los otomanos como de las comunidades judías de la región fue la caída de Constantinopla a manos de Mehmet II en 1453 por la cual los judíos de Bizancio (conocidos como romaniot(1)) se integrarían a la vida judía otomana.

A lo anterior se sumaron varias comunidades judías ashkenazies, originarias de Europa central y del este, que inmigraron al Imperio Otomano a lo largo del siglo XV como fue el caso de los judíos de Bavaria, quienes fueron expulsados en 1470 y encontraron refugio en tierras de los sultanes.

Sinagoga de Edirne

Gran diversidad de comunidades judías en Estambul

Para el siglo XVI en Estambul se contabilizaban 44 sinagogas y alrededor de 30,000 judíos divididos en cuatro grupos principales, sefaradíes, ashkenazies, romaniot y mustarib (2). Esas divisiones se subdividen internamente en espacios “regionalistas” dependiendo de su lugar de procedencia. Con el paso del tiempo los sefaradíes se convirtieron en la comunidad dominante y estas subdivisiones se fueron atenuando en lo social aunque manteniendo ciertas diferencias en los ritos religiosos, cultura y gastronomía. Todo el siglo XVI sería testigo de la llegada de judíos europeos como fue el caso de los judíos de Apulia, Italia cuando las tropas papales conquistaron dicha ciudad en 1537 y en 1542 llegarían los expulsados judíos de Bohemia.

Las continuas expulsiones judías de Europa ayudaron al incremento numérico de los judíos en tierras otomanas. Este proceso de expulsión judía del mundo cristiano y su acogida bajo dominio turco/musulmán continuó hasta entrado el siglo XIX pues muchos judíos que huían de los pogroms rusos (1881, 1891, 1897 y 1902) así como de la violencia bolchevique en 1917 encontraron refugio en tierras otomanas (incluida la zona de Palestina).

Sinagoga Bet Israel (Esmirna)

Los sultanes serían defensores de judíos influyentes allende sus fronteras como lo demuestra la carta enviada por el Sultán Suleyman en 1556 al Papa Paulo IV en la cual exigía la liberación de la familia Ancona (judíos conversos al cristianismo) pues habían sido declarados súbditos otomanos y el Papa no tenía derecho a retenerlos. Los Ancona serían liberados y llegarían a Estambul a residir.

En la distribución geográfica hay que señalar que la mayoría de los judíos del Imperio Otomano estaban concentrados en las provincias occidentales, especialmente Estambul, Izmir, Bursa y Edirne aunque había comunidades judías en las regiones orientales como Gaziantep, Urfa, Siverek, Diyarbakir, Çermik, Mardin, Nusaybin, Cizre, Başkale y Van aunque actualmente ya no hay judíos en el este y sureste de la República de Turquía.

Durante el sultanato de Süleyman kanuni (1520-1566), conocido en Occidente como “el Magnífico” Constantinopla tenía una población de 500,000 personas de las cuales 40,000 eran judías, dato nada sorprendente si recordamos que en algunas ciudades del imperio como Salónica los judíos llegaban a ser la mitad de la población. Tampoco es de sorprender el constatar que del siglo XVI hasta fin del XVIII Estambul fue un centro internacional de publicaciones en hebreo ya que muchas imprentas estaban en manos de judíos y cristianos que lograban una distribución amplia.

La entrada al barrio judío (la Porta Iudece) se ubicaba cerca de la actual mezquita Yeni Cami y desde ahí los judíos comenzaron a asentarse en ambos lados del Bósforo en zonas como Kuzguncuk, Daghamami, Beykoz (del lado asiático) y Büyükdere, Yeniköy, Arnavutköy, Kurucesme (del lado europeo). Ya para el siglo XIX algunas familias judías pudientes se trasladaron a los distritos modernos de Taksim, Talimhanne, Ayaspasa, Sisli y Nisantasi mientras artistas e intelectuales judíos se sumaban al ambiente bohemio de Galatasaray.

Un grupo a destacar es el de los caraítas, una corriente judía que apareció por el año 770 DC en Mesopotamia alrededor de la figura de Anán Ben David quien criticaba fuertemente al judaísmo rabínico surgido después de la destrucción del segundo templo judío en el 70 DC. Con el paso del tiempo las diferencias entre el judaísmo rabínico (dominante) y la corriente caraíta se acrecentaron llevando a un rompimiento y enfrentamiento entre ambas.

El Sefer Hamitzvot escrito por Anán propone cumplir con lo dictado en los cinco libros de la Torá e ignorar las reflexiones rabínicas recopiladas en el Talmud estableciendo la libre e individual interpretación de la Torá como el eje de la corriente caraíta. El caraísmo se extendió por Medio Oriente e Imperio Bizantino durante el siglo X y sería en Constantinopla donde Yehuda Hadassi escribiría Eshkol Ha Kafer, un sumario enciclopédico del caraísmo. En 1530 aparecería publicado el Aderet Eliahu escrito por Eliahu Bashyazi, el código legal definitivo caraíta.

Sobra decir que para el judaísmo rabínico los caraítas eran, en el mejor de los casos, herejes cuando no miembros de otra religión diferente al judaísmo. Este debate interno tuvo repercusiones importantes, ejemplo de lo anterior fue el apoyo que Catalina II de Rusia dio a los caraítas en detrimento de los judíos rabínicos llegando a exonerar a los caraítas del servicio militar en 1827.

Como dato adicional, en 1973 el rabino Ovadia Yosef, en ese momento Gran Rabino Sefaradí de Israel, aceptó a los caraítas como judíos con los mismos derechos que los demás. Se calcula en 25,000 el número de caraítas que hoy residen en Israel ubicados principalmente en Beersheva, Jerusalén y Ashdod.

La edad de oro del judaísmo otomano iniciaría su deblace con un siglo XIX que llevaría a Medio Oriente, de la mano de las potencias europeas, una nueva y peligrosa concepción de lo judío quienes tradicionalmente habían sido concebidos como una minoría tolerada, una religión superada por el Islam y sometida al poder islámico. Bernard Lewis sostiene que desde finales del siglo XIX se puede detectar por primera vez actitudes manifiestamente antisemita en las poblaciones musulmanas del Imperio Otomano. Lo anterior no significa que en el mundo islámico no existiera hostilidad y animadversión a los judíos antes del siglo XIX pero sí que la expresión de los prejuicios experimentaron una transformación del yahudi düşmanlığı (hostilidad hacia el judío) a posturas racistas importadas de Europa.

La modernización de Atatürk fue paradójicamente más intolerante con las minorías

A partir de la fundación de la República de Turquía en 1923 las minorías no musulmanas, es decir, los cristianos y judíos, fueron víctimas de discriminación legal, políticas fiscales como el “impuesto capital” de 1942, así como la nacionalización de bienes y empresas judías, armenias y griegas, así como varios pogromos validados o por lo menos tolerados por las autoridades turcas. A esto hay que añadir una política de turquificación agresiva que intentó asimilar a kurdos y alevies a una única identidad turca homogénea.

Ejemplo de lo anterior lo tenemos con los traumáticos y polémicos eventos ocurridos el 5 de junio de 1934. Ese día los negocios de judíos de Canakkale, Tekirdag, Edirne y Kirklareli en la región de Tracia sufrieron un boicot que fue seguido por ataques físicos contra personas judías y destrucción de algunas de sus propiedades. Se estima que más de 15 mil judíos abandonaron sus hogares con destino a Estambul, Europa o Palestina para jamás volver. En opinión de Rifat Bali, especialista en este periodo de la historia turca, la incitación a la violencia era parte de una estrategia gubernamental orientada a deshacerse de la presencia judía y cristiana así como hacerse de sus bienes y capitales.

SI bien Mustafa Kemal condenaba la violencia contra cristianos y judíos en realidad su gobierno era cómplice de la misma pues buscaba, por todos los medios, remover del espacio económico a los judíos y cristianos así como lograr una ingeniería demográfica (que incluyó también violencia sistémica contra la población kurda) en aras de lograr una turquificación de la zona. No se ofrecieron compensaciones ni se regresaron los bienes y capitales expropiados.

La violencia antisemita desencadenada en 1934 se replicaría en la denominada Kristallnacht turca del 6 de septiembre de 1955 cuando turbas toleradas e incluso movilizadas por el gobierno violaron a cientos de mujeres, destruyeron iglesias, sinagogas, colegios, negocios y edificios pertenecientes a griegos, armenios y judíos y asesinaron a, por lo menos, 37 personas en Estambul con la policía turca de testigo cómplice.

Sería de nuevo un 6 de septiembre pero treinta y un años después, cuando los asesinatos en Neve Shalom agregaron negros capítulos a la historia judía en tierras turcas y llevarían a la comunidad judía de Turquía al exilio o a la marginación.

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