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Moscú redobla su apuesta en Siria y en Libia en función a su geopolítica en Oriente Medio y el Magreb

El pasado jueves 30 de julio el pte. sirio Bashar al Assad recibió en Damasco a una delegación de alto nivel del Kremlin con el objetivo de conversar y acordar las vías de acción conjuntas en la lucha contra el terrorismo, sobre la presencia ilegal extranjera y la estrategia para combatir el Covid19, en una clara demostración de el decisivo rol de Rusia en la reconstrucción de Siria, que podría decirse que tiene su inicio el 30 de septiembre de 2015 cuando Moscú interviene en la guerra civil siria apoyando al pte. sirio.

¿Cuál o cuales son los intereses de Rusia en Siria?, pues bien, cuando en aquel 2015 el Kremlin decide ayudar al entonces arrinconado gobierno sirio, tanto por el avance del E.I. como de las fuerzas rebeldes patrocinadas por los EE.UU. y Arabia Saudita, Siria era un muro de contención al yihadismo radical que ya había tenido violentas expresiones en la región del Caucaso, al igual que en otras regiones centrales de Rusia, como fueron los atentados terroristas en Moscú, pero también Siria constituía un importante socio comercial y geopolíticamente representaba la oportunidad para Rusia de constituirse en un actor de peso en la región, habida cuenta de la timorata política de la administración Obama en ese lugar del mundo.

La misma historia de la Madre Rusia podría estudiarse casi exclusivamente desde la geopolítica, pues a lo largo del tiempo, desde la creación del estado ruso, las acciones llevadas a cabo por Moscú hacen a su propia supervivencia, a su expansión y a acrecentar su poder en el contexto internacional.

Desde la expansión al occidente y al oriente iniciada en los siglos XV y XVI por Iván III e Iván IV, de la victoria de Pedro El Grande en Poltava sobre Suecia asegurando el litoral del Báltico o las campañas de la zarina Catalina II para predominar sobre los turcos en los Balcanes, en el Mar Negro y el Caucaso, son claros ejemplos de esa visión geopolítica de Moscú, que en el siglo XX por más de ochenta años se vio envuelta en el conflicto Oeste-Este, hasta llegar al punto de la implosión del imperio soviético y tras el impacto que esto representó para esa arraigada visión geopolítica, llegó el momento reconcentrar el poder en el ámbito interno y de instrumentar una “doctrina Monroe” en el plano exterior, es decir actuar sobre sus áreas de influencia, todo de la mano de Vladimir Putin, y entre aquellas está Oriente Medio y el Magreb.

En este sentido, el Mar Mediterráneo ha sido un objetivo histórico de Moscú, ya en épocas de los zares la salida al Mare Nostrum fue motivo de confictos armados que se reflejaron en la influencia del Paneslavismo en lo Balcanes y los choques con el Imperio Otomano para obtener a través de los Estrechos esa negada salida de la flota rusa del Mar Negro al Mediterráneo, y de esa manera lograr pujar por los recursos naturales del norte de África, donde predominaban Francia y Gran Bretaña.

Incluso, ya durante la 1ª Guerra Mundial, la región de Oriente Medio estaba entre los objetivos estratégicos rusos, pues en el inicio del Acuerdo Sykes Picot, por el cual se planeaba el reparto del desfalleciente Imperio Turco, Rusia tomó parte, pero con los acontecimientos que siguieron a la revolución de 1917 y su salida de aquel primer conflicto global del siglo XX, el Oriente Medio se vio repartido entre Francia y el Imperio Británico.

Durante el imperio soviético y finalizada la 2ª.
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Guerra Mundial en el contexto de la Guerra Fría, Oriente Medio y el norte de África fueron parte de las estrategias de Washington y Moscú en la puja por el poder mundial, y los países de aquellas regiones fueron peones en ese juego, donde los intereses eran tanto políticos, económicos y geopolíticos.

Si algo hay constante a lo largo del tiempo en el escenario global, es la dinámica de las relaciones internacionales, que se traduce en reordenamientos de bloques, en la renovación o final de acuerdos y alianzas, la aparición de nuevos actores, algunos no estatales pero con igual o más peso e influencia que muchos países, y el escenario pos Guerra Fría hasta la actualidad se ha caracterizado por una interdependencia compleja favorecida por el fenómeno de la Globalización.

En este marco, podemos ver como a partir de la decisiva intervención y presencia rusa en Oriente Medio, ha logrado alcanzar objetivos estratégicos históricos, hoy en el puerto de Tartus posee el apostadero naval de su flota en el Mediterráneo que le brinda el apoyo a las fuerzas terrestres en suelo sirio y le permite navegar el litoral del norte africano, a lo que debemos sumar la base aérea militar en el aeródromo de Hmeimim y una nueva en Al Qamishli, noroeste y noreste de Siria respectivamente, que se complementan con la actividad de la flota rusa en el Mar Caspio.

Por su parte, la relación personal entre el 1er. ministro israelí Bibi Netanyahu y el pte. Vladimir Putin, se plasma es una convivencia estratégica, que le permite a Israel poder llevar a cabo acciones preventivas en Siria y Líbano contra objetivos de la organización político terrorista Hezbollah y de la Guardia Revolucionaria iraní, mientras Moscú intercede ante Damasco por las operaciones de la fuerza aérea israelí.

Esta relación israelí rusa no impide que el Kremlin cuente entre sus aliados estratégicos en la región, a la República Islámica de Irán, también un actor importante en la guerra civil en Siria, país clave para construir y consolidar la llamada Media Luna chiita, que posibilita a Teherán proyectarse desde el estrecho de Ormuz al Mediterráneo, una alianza estratégica que ya había tenido su antecedente en el 2006 cuando se firmó el acuerdo de Ayuda Mutua entre Damasco y Teherán y en el que Moscú fue y es el garante del mismo, sin olvidar como Rusia e Irán coadyuvan en inversiones en distintos sectores para la reconstrucción siria.

Es el campo energético uno de los objetivos principales de Moscú en Oriente Medio, es así que en septiembre del año ppdo., se firmó un acuerdo entre la empresa rusa Mercuri Limited y el ministerio de Recursos Petrolíferos y Minerales de Siria para la exploración, desarrollo y producción de petróleo y con la firma Vilada Limited para iguales fines pero de gas natural en la cuenca del Mediterráneo, mientras que las compañías rusas líderes en petróleo y gas como Gazprom Neft, Lukoit y Bashneft, ya iniciaron su actividad en Irak, y tras los cortocircuitos entre Rusia y el Reino de Arabia Saudita en el seno de la OPEP en relación al preció del barril del petróleo, en abril pasado ambos actores acordaron recortar la producción del crudo, cuando la demanda ha bajado como efecto de la pandemia del Covid19.

Por su parte, en lo que respecta al escenario del Magreb, Libia centraliza la atención de Moscú, como bien lo traté en columnas anteriores al abordar la guerra civil libia, señalando el apoyo ruso a las fuerzas rebeldes, el LNA liderado por el Gral. Khalifa Haftar, sumando la presencia de mercenarios rusos, el conocido como Grupo Wagner y a otros actores que se alinean al bando rebelde, como son Emiratos Árabes y Egipto.

Pero en este escenario, el Gobierno reconocido por la U.E., EE.UU. y gran parte de la comunidad internacional, el GNA, es apoyado por un socio estratégico de Rusia en Oriente Medio, Turquía, pero eso impide que Moscú y Ankara actúen en conjunto en Siria o que el sistema de misiles S400 rusos sea la última adquisición militar de Turquía, algo que ha irritado no sólo a la OTAN, sino a los EE.UU. en particular, por eso tanto las relaciones estratégicas entre Moscú y Ankara y las de Moscú y Teherán sean una acabada muestra del pragmatismo y habilidad diplomática desplegada por la astuta política exterior de Vladimir Putin.

En esta apretada descripción y reseña de la presencia e injerencia de Moscú en Oriente Medio y el Magreb, cabe abordar la reciente promulgada Ley Cesar que el gobierno de EE.UU. aplicará respecto a la reconstrucción de Siria.

Primero quiero aclarar sintéticamente que es la Ley Cesar?, es una ronda de sanciones contra Siria que amplia el bloqueo a Damasco pero también prevee castigar a personas y/o empresas que hagan negocios o inversiones, en particular en los sectores de construcción, energía y aviación, pero que también incluye sanciones a todo aquel que brinde apoyo a las operaciones militares sirias o de sus aliados, Rusia, Irán y Hezbollah, en síntesis, para quienes apoyan esta legislación, el objetivo es aislar al régimen de Damasco y sus aliados, mientras que para quienes la critican, consideran que empeorará la situación del pueblo sirio, más allá que en el paquete de la ley se exceptúan la ayuda sanitaria y humanitaria.

Sin embargo, como muy bien lo ha desarrollado en SU análisis del pasado 27 de julio, mi amigo y colega el profesor George Chayas, la aplicación de la Ley Cesar tiene como resultado que gana Rusia y pierde Irán, pues el objetivo prioritario de Moscú con su intervención militar, no fue en si misma en la continuidad de Bashar al Assad, sino las inversiones, los negocios y rentabilidad en la reconstrucción siria, y que Rusia esta dispuesta a presionar al actual régimen de Bagdad para que el Comité Constitucional implemente la Resolución 2254 de la ONU y activar un gobierno de transición, desplazando al actual pte. sirio, pero que aseguraría la presencia e inversiones de las empresas rusas, y en definitiva ofrece una solución más pragmática y menos dura que la alternativa que ofrece Teherán, por lo que sería aceptada por el pueblo sirio e Irán saldría como el perdedor.

En síntesis, en un Oriente Medio donde tradicionalmente primó históricamente la influencia de Gran Bretaña y los EE.
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UU., el juego estratégico de Moscú hizo posible su mayor injerencia y poder, desde la provisión de sistemas militares y cooperación en el terreno con Turquía, miembro de la OTAN, los acuerdos y la firma de importantes contratos con el Reino de Arabia Saudita, tradicional aliado de Washington, las convenientes relaciones estratégicas con Israel, el acercamiento reciente con Egipto, sus importante rol en la guerra civil en Libia y la señalada intervención decisoria en el conflicto sirio y su prospectiva en función a la reconstrucción de Siria, nos lleva a preguntarnos como final de la columna, ¿ Es Rusia hoy, el arbitro del equilibrio de poder en el Oriente Medio y el Magreb?

Por el profesor Luis Fuensalida

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