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“Operación Valquiria”: mitos y mentiras detrás del complot nazi para asesinar a Hitler

Por décadas se construyó un relato sobre los “hombres del 20 de julio” como defensores de la democracia y los derechos humanos. Incluso, una película protagonizada por Tom Cruise reforzó esta idea. Pero, ¿cuáles fueron las verdaderas razones detrás del intento de asesinato a su líder por parte de un sector del ejército alemán? y ¿qué hicieron durante la Segunda Guerra?
El 20 de julio de 1994, por primera vez las autoridades políticas de la República Federal de Alemania homenajearon al grupo de militares y civiles que cincuenta años atrás se habían complotado para matar a Adolf Hitler. El nombre clave de esa operación fue Operación Valquiria (Unternehmen Walküre) y tuvo lugar en una aldea de Prusia Oriental llamada Rastenburg, conocida hoy como Kętrzyn y perteneciente a Polonia desde 1945.

El 20 de julio de 1944, mientras los altos mandos militares llevaban adelante una reunión con el Führer para evaluar la desesperante situación del Ejército alemán en el Este, el coronel Claus von Stauffenberg se retiró silenciosamente dejando un maletín lleno de explosivos. La bomba explotó, causando muchos muertos y heridos. Sin embargo, Hitler –el blanco del atentado– se salvó milagrosamente. Al parecer, la enorme mesa de madera sólida sirvió como “escudo protector”, haciendo fracasar el atentado. Lo que siguió fue una innumerable cantidad de traiciones, errores y limitaciones frente a un resultado inesperado que condujo la operación al desastre. El destino final de sus protagonistas fue diverso, aunque predominó la muerte: muchos fueron ejecutados por “alta traición”, algunos se suicidaron antes de caer en manos de sus perseguidores, otros fueron capturados y sobrevivieron a la guerra y algunos pocos, muy pocos, lograron esconderse y escapar de Alemania.

La película protagonizada por Tom Cruise, titulada igual que la operación, nos recordó un poco más ese episodio de la resistencia alemana al nazismo. Sin embargo, en paralelo con el homenaje de 1994, las nuevas investigaciones históricas –en especial, las de Christian Gerlach– han contribuido a pintar un cuadro bastante más complejo sobre los “hombres del 20 de julio”, en particular de uno de los subgrupos que los integraban: una parte de los oficiales y altos mandos del Grupo de Ejércitos Centro, empeñados en la guerra en el Este contra la Unión Soviética desde mediados de 1941.

¿Cuáles fueron los planteos realizados por varios historiadores ante aquel acto de recuerdo y conmemoración realizado en Alemania? En principio, se señaló que resultaba totalmente anacrónico y falso reivindicar el atentado del 20 de julio de 1944 y a sus protagonistas dentro de un paradigma de la lucha por la democracia y la defensa de los derechos humanos en el marco de una ideología pacifista, tal como se lo impulsó desde los diferentes gobiernos alemanes desde 1994.

Por un lado, los complotados contra Hitler –en su inmensa mayoría aristócratas y miembros de la élite tradicional-conservadora alemana– jamás se propusieron el asesinato para instaurar un gobierno democrático; por el contrario, buscaban restaurar una monarquía reaccionaria y limitar la participación popular en una eventual Alemania postnazi.

Por el otro, el siguiente objetivo de los “hombres del 20 de julio” se vinculaba con poner fin a la guerra, en particular a la guerra de exterminio librada en Europa Oriental.

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En este sentido, se apuntaba a obtener las mejores condiciones para Alemania en el conflicto mediante dos opciones: en primer lugar, se planteó la posibilidad de establecer una tregua con los aliados occidentales para continuar la guerra contra la Unión Soviética, un enfrentamiento que los complotados habían apoyado desde el comienzo. En relación con esto, debe recordarse que la concepción del “espacio vital” (Lebensraum) orientado hacia el Este estaba lejos de ser un invento de Hitler, siendo un principio que hundía sus raíces en los más antiguos dictados de la política exterior de las clases dominantes germanas, al menos desde la creación del Segundo Imperio (1871). En segundo lugar, otra posibilidad era la opción de firmar una rendición ordenada, buscando obtener así la mejor situación posible en las negociaciones para su país.

Desde la perspectiva de los complotados, entonces, la reconstrucción de la Alemania posthitleriana no hubiera incluido una democracia republicana sino una monarquía reaccionaria. Asimismo, siguiendo con lo que proyectaban llevar adelante los “hombres del 20 de julio”, por medio del atentado contra Hitler tampoco se obtendría la paz.

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Por el contrario, las opciones eran buscar una tregua con una parte de los aliados para continuar la guerra en el Este como primera alternativa o, como posibilidad final, gestionar una rendición ordenada frente a todos los enemigos. Por consiguiente, en el marco de la celebración organizada por el Estado alemán desde 1994, un grupo monárquico, reaccionario y belicista de civiles y militares está siendo aclamado como si hubiera estado integrado por héroes de la democracia, la paz y los derechos humanos.

Pero eso no es todo: el punto más crítico del debate sobre los “hombres del 20 de julio” yace en el rol que tuvo una parte importante de los complotados en las acciones de exterminio de civiles durante la guerra, en especial varios de los oficiales del Grupo de Ejércitos Centro durante el genocidio de los judíos de Europa del Este entre 1941 y 1944. En efecto, entre los miembros de la resistencia tardía a Hitler se encontraban varios militares pertenecientes a la conducción del Grupo de Ejércitos Centro, una de las tres ramas en las que se encontraban divididas las fuerzas militares germanas que invadieron la Unión Soviética (los otros dos Grupos de Ejércitos eran el Norte y el Sur).

El Grupo de Ejércitos Centro era donde la resistencia militar al Führer impulsada sobre todo por cuestiones de táctica y estrategia de guerra era más grande. Ciertamente, los motivos para este descontento estaban bien fundados: los generales del Grupo de Ejércitos Centro todavía masticaban la rabia surgida del freno que Hitler les había puesto para lograr la conquista de Moscú a mediados de 1942, privilegiando la toma de la ciudad rusa de Stalingrado (hoy Volgogrado). La catastrófica derrota del Ejército alemán en aquella célebre batalla concluida a principios de febrero de 1943 no hizo más que aumentar exponencialmente la resistencia contra Hitler al interior de la oficialidad baja, media y alta.

De la conducción del Grupo de Ejércitos Centro salieron una parte importante de los futuros homenajeados por el atentado fallido de julio de 1944. No obstante, durante mucho tiempo (desde 1941) los desacuerdos con el Führer sobre la manera en que se debía conducir la guerra en el frente oriental no impidieron que los altos mandos de ese Grupo dirigieran una campaña de terror contra la población y estuvieran a cargo de la ejecución de crímenes masivos. En relación con esto, las acciones militares contra la resistencia local a la ocupación alemana muchas veces –la mayoría– se transformaron en un eufemismo para masacrar civiles, entre quienes los judíos se llevaban la peor parte.

Si bien las matanzas de miembros de esta comunidad empezaron desde la mismísima invasión de la Unión Soviética, a partir enero de 1942 éstas se encontraron integradas al Holocausto, un vasto proyecto de exterminio masivo y sistemático organizado por el Estado nazi, basado en la movilización de recursos económicos, políticos, estatales y militares. Por lo tanto, los oficiales del Grupo de Ejércitos Centro que tomaron parte en la planificación y ejecución del complot contra Hitler participaron de esa acción de resistencia al nazismo mientras que, al mismo tiempo, se encontraba aniquilando civiles en el frente oriental, dentro y fuera del marco del genocidio de la población judía.

Los actos de conmemoración del atentado contra Hitler realizados desde principios de la década del noventa del siglo pasado rinden homenaje a un grupo de civiles y militares que tomaron parte en esa acción con fines contrarios a los que se reivindicaron posteriormente: la democracia, la paz y la defensa de los derechos humanos. Mucho peor: una parte de los protagonistas de la resistencia tardía está constituida por un grupo de criminales de guerra, oficiales que estuvieron a cargo de acciones de violencia masiva y masacres quienes con sus actos, omisiones y aprobaciones contribuyeron en gran medida al genocidio de los judíos en Europa del Este. Así, para terminar, en el caso de muchos homenajeados por el atentado contra el Führer la resistencia y los crímenes de masas están unidos.

Por Esteban Pontoriero para INFOBAE.

Reproducción autorizada citando la fuente con el siguiente enlace Radio Jai

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